Piedra, papel o tijera

Ahora centenarios, de tres patas, plantados en retícula de ocho metros, la lógica productiva señala que estos olivos carecen de valor. Sin embargo, en base a un profundo respeto al legado patrimonial agrícola, levantar una casa para pasar cortos periodos de tiempo en vacaciones tenía que ser compatible con la conservación de todos los ejemplares.

Aprovechando el hueco que dejaron dos olivos enfermos, se levantaron separadas por seis metros dos pequeñas plantas cuadradas sobre un basamento cerámico. Una exactamente la mitad que la otra. Las dos construidas usando únicamente dos materiales: cerámica y mortero blanco.

Las dos piezas se unieron, años después, para crear un nuevo espacio. Este lugar central, pautado por el ritmo de unos pórticos de madera, se focaliza hacia las perspectivas infinitas del olivar. Es también, de alguna manera, un afuera: su altura, las miradas, las antiguas fachadas de las dos primeras construcciones, el suelo de hormigón. Pero sobre todo lo es por su liviana construcción en madera.

Este año se sumó un tercer elemento, esta vez vegetal: una pérgola caducifolia de glicinias y rosales que funcionará como apoyo a la vivienda, habilitando un espacio exterior protegido de la dureza del estío y abierto al sol del invierno.