«Solo si desarrollamos las ideas correctas, daremos con la tecnología correcta»

«Solo si desarrollamos las ideas correctas, daremos con la tecnología correcta»

Si hay un enigma al que la ciencia moderna apenas ha podido hincar el diente, es al del origen de la vida. ¿Cómo surgió? ¿Y dónde? ¿Solo hay vida en la Tierra o también en otros rincones del universo? Las leyes de la física no dicen nada al respecto. La química conoce los ingredientes de la sopa primordial, pero no la manera de insuflarle aliento. Y la biología investiga sus mecanismos, pero no es capaz de imitarlos. Nada de esto desanima a la astrobióloga y física teórica Sara Walker. Su equipo de investigación ha protagonizado algunos de los avances más profundos de los últimos años en la comprensión de un fenómeno que, en esencia, sigue siendo un misterio. Y lo ha hecho de una manera radicalmente novedosa, fijándose en la manera en que las moléculas orgánicas manejan la información. Colabora con la NASA en la detección de vida en otros planetas.


XLSemanal. Usted es física, pero se mueve en territorio de biólogos y químicos. ¿Eso es intrusismo?

Sara Walker. [Ríe]. No importa en qué disciplina te has formado, sino las cuestiones que intentas responder. Y el origen de la vida es una cuestión abierta.

XL. Tan abierta que la humanidad lleva siglos intentando responderla…

S.W. Sí. Pero desde muy joven me hice una idea romántica de que se puede llegar a una comprensión fundamental de la naturaleza. Tampoco sabíamos lo que era la gravedad hasta que Newton entendió el concepto.

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POR QUÉ PASARÁ A LA HISTORIA


Sara Walker y Lee Cronin son los padres de la teoría del ensamblaje, cuyo objetivo es detectar vida en el universo, incluso formas de vida que no conocemos, basándose en la complejidad de las moléculas que aparecen en el análisis de las imágenes captadas por los telescopios.


XL. ¿Y cómo le metemos mano al problema de cómo definir la vida?

S.W. Estudiando la biología y la genética de miles de bacterias, arqueas, animales, plantas… Y viendo qué elementos tienen en común. No solo los individuos concretos, sino también redes organizadas, desde colonias de hormigas a ecosistemas planetarios.

XL. ¿Para redactar una especie de manual de instrucciones?

S.W. Algo así. Nos hacemos una idea fundamental de cómo es la vida tal y como la conocemos en la Tierra. Por ejemplo, todos los seres vivos funcionamos con enzimas, unas proteínas que regulan el metabolismo. Pero en mi equipo hemos ido un paso más allá y estamos intentando ver si existen unas leyes universales que gobiernan la vida en cualquier lugar del universo.

XL. ¿Para qué?

S.W. Entre otras cosas, ¡para saber si estamos solos o acompañados! [Ríe]. Hasta ahora, la búsqueda de vida en otros planetas se ha basado sobre todo en detectar la presencia de elementos como el oxígeno o el agua. Pero esto da lugar a falsos positivos. Además, puede haber formas de vida que no conocemos. Por eso hemos desarrollado un enfoque diferente.

«La inmortalidad es la huella que dejas en el universo. Yo quiero tener un impacto positivo y que mis hijos sean capaces de vivir sin mí»

XL. ¿En qué está basado?

S.W. En cómo fluye y se organiza la información. Cómo las células son capaces de recabar información de su entorno para captar energía, cómo la utilizan para fabricar proteínas y cómo la pasan a la siguiente generación.

XL. ¿Hay alguna manera de utilizar ese enfoque ya, ahora, en la detección de vida?

S.W. ¡Estamos en ello! [Ríe]. Fue mi colega Lee Cronin, de la Universidad de Glasgow, el que me hizo ver el asunto de una manera radicalmente nueva. Cronin es el fundador de la teoría del ensamblaje.

XL. Hágame un resumen…

S.W. Tanto los seres vivos como las cosas inanimadas están constituidos por átomos. Yo estoy formada por billones de átomos que, paradójicamente, no tienen vida. Pero esos átomos se combinan para construir moléculas. Y algunas son orgánicas. Es decir, son capaces de hacer la transición de lo inanimado a lo vivo.

XL. ¿Se refiere a los aminoácidos?

S.W. Es un ejemplo. Solo hay veinte aminoácidos, pero forman cadenas muy complejas para construir millones de proteínas diferentes. Pues bien, nuestra teoría demuestra que los pasos para construir incluso la proteína más sencilla no se pueden realizar al azar. No pueden surgir espontáneamente de una combinación aleatoria.

XL. ¿Quiere decir que, aunque se mezclen los ingredientes correctos en una sopa primordial, nunca va a brotar la vida?

S.W. Las posibilidades son ínfimas. No hay poder de computación en todo el universo para ir probando a ensamblar tantas piezas en el orden correcto y acertar.

XL. Aun así, ¡estamos vivos!

S.W. Sí, pero si partes una molécula orgánica en trocitos más pequeños y luego intentas reconstruirla no vas a poder, a no ser que tengas las instrucciones.

XL. O sea, que por fuerza alguien la ha tenido que crear…

S.W. Alguien que maneja la información adecuada. Es la complejidad la que marca la frontera entre lo inanimado y lo vivo. Y ya se están diseñando herramientas para analizar el espectro de las imágenes que nos llegan de los telescopios para detectar esas moléculas complejas que forman parte de la bioquímica universal, aunque no estén basadas en el carbono, como en la Tierra.

XL. Sin embargo, la creación de vida artificial puede estar cerca… Científicos de Cambridge han creado un embrión sintético de ratón, sin necesidad de óvulos ni esperma. ¿Le preocupa que seamos capaces de hacer cambios que no tienen vuelta atrás?

S.W. Hasta cierto punto. Pero tengo una visión a largo plazo. No creo que los humanos vayamos a ser sustituidos. Mi visión es humanista. Podría ser peligroso. Pero soy optimista por naturaleza.

«Lo que me inquieta de CRISPR y otras tecnologías es que están emergiendo antes de que entendamos profundamente lo que se puede hacer con ellas»

XL. Aunque ya se plantean cuestiones como la fabricación de órganos para trasplantes

S.W. Hay retos éticos y tecnológicos relacionados con la biología sintética. Pero si no entendemos de verdad lo que es la vida no resolveremos nuestros grandes problemas existenciales. Y me entristece que no seamos capaces de ver ese potencial.

XL. ¿Podemos caer en el error de crear una especie de Frankenstein?

S.W. No puedes controlar las cosas si no las entiendes. Me gusta una cita de Marie Curie: «Ahora es el momento de entender más para que podamos temer menos». Victor Frankenstein construyó un monstruo, pero lo hizo sin ningún conocimiento sobre la criatura que estaba creando. La gente suele pensar que las cosas vienen antes que las explicaciones. Pero yo pienso lo contrario, que primero hay que tener claras las explicaciones y luego surgen cosas. Solo si desarrollamos las ideas correctas podremos dar con la tecnología correcta. En este momento, no sabemos lo que se puede conseguir con la biología sintética. Lo que me inquieta de CRISPR y otras tecnologías es que están emergiendo antes de que entendamos profundamente lo que se puede hacer con ellas. Aun así, soy optimista.

XL. Usted investiga la vida, ¿pero qué piensa de la muerte?

S.W. Ya no puedo pensar en mí misma como un ente individual. Vivo en un sistema y la vida es la manera de propagar la información. La inmortalidad es la huella que dejas en el universo. Einstein está vivo porque sus ideas siguen impactando. Sara Walker dejará de existir, pero no será mi problema. Quiero tener un impacto positivo. Y que mis hijos sean capaces de vivir sin mí.



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