Emoción blanca en el casco histórico de Lorca

Emoción blanca en el casco histórico de Lorca

La Virgen de la Amargura en su trono durante la misa de conmemoración del 25 aniversario de la coronación canónica en la plaza de España repleta de gente. /jaime insa / agm

La Virgen de la Amargura en su trono durante la misa de conmemoración del 25 aniversario de la coronación canónica en la plaza de España repleta de gente. / jaime insa / agm

Miles de personas acompañaron a la Virgen de la Amargura en una procesión extraordinaria por el 25 aniversario de su coronación canónica

Inma Ruiz

No era Viernes Santo, pero los nervios y la emoción de los blancos por ver a la Virgen de la Amargura salir de su templo eran muy similares. A las ocho de la tarde la imagen cruzó resplandeciente el umbral de la capilla de El Rosario en su trono adornado con rosas y nardos para unirse a una marea de fieles que la escoltaron en su trayecto por el casco histórico hacia la plaza de España, donde se conmemoró el vigésimo quinto aniversario de su coronación canónica. Los ‘vivas’ y los aplausos no cesaron durante todo el trayecto, mientras la Agrupación Musical Virgen de la Amargura interpretaba marchas de Semana Santa por las calles Santo Domingo, Lope Gisbert y Álamo, adornadas para la ocasión con gallardetes y banderolas conmemorativas.

El trono de 1.500 kilos de peso recaía sobre los hombros de 133 portapasos y de forma excepcional sin el palio para recrear de la forma más fidedigna posible aquel histórico 12 de septiembre de 1997. De esta forma se pudo contemplar en toda su magnitud el manto enteramente bordado en sedas estrenado en 1928, que es una de las joyas de la cofradía.

La talla de Sánchez Lozano lucía el traje y las joyas que suele llevar en la única salida procesional que realiza al año en la noche del Viernes Santo y la corona donada por los blancos hace 25 años. Iba precedida por los estandartes de la Virgen de El Rosario y el de la Amargura y por los mayordomos con hachones. Junto a ella se situaron la junta rectora del Coro de Damas y las presidentas de honor, las camareras de la Virgen y de otras cofradías, la junta directiva del Paso Blanco y los presidentes de honor. También formaron parte de la procesión los presidentes de la Hermandad de la Curia y de los pasos Morado, Encarnado y Resucitado junto a representantes de cofradías de otros municipios hermanadas con el Paso Blanco. El presidente de Murcia, Fernando López Miras, el consejero de Presidencia, Marcos Ortuño, y el alcalde, Diego José Mateos, integraron la comitiva.

En la plaza de España, donde se dispusieron mil sillas blancas para la eucaristía, aguardaban la llegada de la Amargura miles de personas. De los balcones renacentistas colgaban reposteros y gallardetes, el altar mayor se decoró con flores y se dispuso una vistosa guirnalda vegetal en el carrerón de la colegiata de San Patricio.

Cuando iba a dar comienzo la ceremonia oficiada por el obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, una lluvia fina hizo acto de presencia y el trono de la Amargura y los estandartes se resguardaron bajo el arco de la calle Cava, a pocos metros de donde se dispuso el altar. El obispo hizo alusión a la inclemencia meteorológica que inquietó a los asistentes diciendo que «es un día para estar contentos a pesar de la lluvia, tantas veces le pedimos al Señor que riegue esta tierra y no nos vamos a quejar por cuatro gotas», una reflexión que recibió el aplauso de los blancos.

El obispo, que estuvo acompañado en el oficio religioso por el nuncio apostólico de Nueva Zelanda, Monseñor Novatus Rugambwa, el arzobispo emérito de Burgos, Francisco gil Hellín, y por los sacerdotes de la ciudad, rememoró «aquel acontecimiento tan bello» que supuso la coronación de la Amargura hace 25 años y que ayer se rememoró «con este día de fiesta para Lorca». Añadió que «nuestro interés está en permanecer en este mismo gozo» y «querer con el alma a la que mira al cielo».

Tras la misa, la Virgen inició el camino de regreso a su templo atravesando la plaza de España con todas las farolas apagadas e iluminada por la tenue llama de las velas y por un haz de luz sobre su rostro proyectado desde el Ayuntamiento mientras los blancos cantaban el himno ‘Reina y señora de la carrera.

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