Puerta grande para dos toreros valientes en la corrida de la Prensa en Murcia

Puerta grande para dos toreros valientes en la corrida de la Prensa en Murcia

La tercera corrida de toros de la Feria de Septiembre anunciaba, veinte años después, una corrida de Victorino Martín, la ganadería estrella de la cabaña brava, en un mano a mano de dos especialistas, Rafaelillo y Antonio Ferrera. Cartel para aficionados que debió congregar más público en los tendidos de La Condomina. La corrida del encaste Albaserrada fue dura y complicada, sin ningún toro que terminara de romper y desplazarse por abajo, y que permitiera hacer el toreo. Eso sí, en cuanto a presentación fue impecable.

Astifino fue el primero, toro que salió suelto y recogió Rafaelillo con oficio, en lances alargando el viaje, con la rodilla flexionada, rebañando el toro en el último de ellos. ‘Pachunqueño’, que así se llamaba el negro entrepelado, descabalgó al picador y con el piquero otra vez montado, se arrancó con prontitud en el segundo puyazo. Primer toro de dos puyazos de la feria. Brindó al público Rafaelillo, que volvía a su plaza después de no torear en Murcia desde 2018.

El festejo

  • Plaza de Toros de Murcia.
    Corrida de toros. Cuarto festejo de abono. Menos de media entrada. Seis toros de Victorino Martín, impecable de presentación. Corrida complicada, ningún toro terminó de romper hacia delante.

  • Rafaelillo (de grana y oro):
    Silencio tras aviso, oreja y oreja con fuerte petición de la segunda y dos vueltas al ruedo.

  • Antonio Ferrera (de blanco y oro):
    Vuelta al ruedo tras petición, oreja y oreja.

Fue toro de embestida muy corta en el inicio de faena, que repuso y se revolvió pronto. Salió a la segunda raya el torero y allí plantó las zapatillas y ligó cuatro muletazos seguidos, los últimos de pecho, perdiendo pie y quedando a merced del toro. Afortunadamente, pudo escapar. La siguiente tanda, en redondo, tuvo mucho mérito, con el diestro murciano tirando del animal para alargar las embestidas. Entendió Rafaelillo al albaserrada, en una faena de actitud y, citando muy cruzado, fue dando tiempos al victorino para sacar lo potable que tenía. Sin ayudado, acabó toreando al natural con la derecha y, con la situación dominada, cerró el primer acto con un desplante rodilla en tierra acariciando la testuz de la res. Seis pinchazos en hueso, apuntando arriba -no se alivió en ninguno de ellos- le hicieron perder el trofeo. Silencio para el torero y división de opiniones en el arrastre para el toro.

Antes de saludar al primero de su lote había aparecido Antonio Ferrera, con un capote verde, en quite al primer toro de Rafaelillo. Ese segundo de la tarde fue recibido con aplausos por parte del público, en reconocimiento a su trapío. Hizo plaza el victorino, al que saludó el extremeño con una capa verde que manejó con destreza para sacar a los medios al astado con vistosos lances sobre los pies, propios de tauromaquias más antiguas. Puso de lejos en suerte al animal, que se arrancó con presteza al caballo. Salió del puyazo doblando las manos y el matador pidió el cambio. El brindis de Ferrera fue para su amigo Rafaelillo.

Volapié de libro

Ferrera, un especialista con este hierro, pronto vio las condiciones del toro, que en un principio parecía desplazarse en la muleta. Lo llevó largo en una serie diestra y, con inteligencia, perdió pasos para cerrar con el de pecho. Tomó la zurda y por ahí el victorino enseñó el peligro. No le importó al torero que, tras abrochar la tanda, volvió al pitón derecho firmando una serie de mucho carácter, resuelta con un abaniqueo por la cara. Sin espada, siguió toreando por el mismo lado y la plaza rugió en un cambio de mano. Más cerrado en el tercio vino una tanda, también sin espada, más arrebatada. El volapié fue de libro, pero el espadazo entero no fue suficiente. Tuvo que descabellar, acertó al segundo golpe. Hubo petición de oreja, pero no la entendió mayoritaria el presidente. Acabó este segundo pase con ovación al toro y vuelta al ruedo para el torero, que la tuvo que dar por aclamación.

Este mano a mano de dos especialistas, cartel para aficionados, debió congregar más público en los tendidos de la plaza

Veleto y suelto de carnes fue el tercero, que embistió como un bólido al capote de Rafaelillo, que se vio apretado hacia los adentros en el saludo, que incluyó la larga cambiada y vibrantes verónicas.

En el paso por los montados cayó el palo muy trasero. A la salida del puyazo firmó un quite el murciano con dos chicuelinas y una extraordinaria media. Puso de lejos al burel y de nuevo viajó con alegría a la cabalgadura. Rafaelillo brindó al doctor Robles.

Tuvo motor el de Victorino, toro exigente. Faena de entrega fue la de Rafaelillo, que en una primera serie con la izquierda mandó por abajo. En la siguiente, con la diestra, bien colocado para citar, aguantó con firmeza los envites y, ya con el toro acortando los viajes, fue trasteo valeroso el del murciano, que acabó encarado con el cornúpeta en el desplante de rodillas. Esta vez la espada entró casi entera, el toro dobló rápido y Rafaelillo paseó la primera oreja de la tarde.

Remató en los burladeros el cuarto, sacando astillas de las tablas. Fue toro ensillado, que no se dejó ver en el capote. Le recetó un gran puyazo José María López. Con delantales al paso quitó Antonio a la res, pidiendo el cambio de tercio con una sola vara. No brindó, y con tres pases sacó al toro al tercio para torear al natural con buenas formas. Después de dos tandas con la zurda, en las que el toro se desplazó sin terminar de romper, embistió al paso y más dormido por derecho, por lo que Ferrera volvió a la zurda para dibujar naturales bien facturados, algunos de una exquisita suavidad, toreando muy despacio. Mató de pinchazo hondo y estocada entera, suficiente para que se le concediera la oreja. El astado fue aplaudido en el arrastre.

Se aplaudió al quinto cuando pisó el albero, muy ofensivo por delante. Lo recibió con dos largas cambiadas Rafaelillo, que de pie firmó un vibrante saludo por delantales, con el toro apretando hacia los adentros. Brindó el murciano a Antonio Ferrera. Arriesgó Rafaelillo en un comienzo de rodillas, junto a tablas. Se puso muy de verdad en la primera tanda, y al tercer muletazo le marcó el victorino el varetazo en el muslo.

Un imposible

A partir de ahí la faena fue un toma y daca. Rafaelillo se jugó la vida sin trampa ni cartón ante un toro que acortó las embestidas y persiguió para coger en los remates. Una prenda, ante el que Rafaelillo no solo se puso, sino que lo hizo para torear bien, todo un imposible. Aun así, robó muletazos componiendo la figura, dando la distancia, de uno en uno, de enorme mérito. No se dejó dar un pase de pecho el astado, que en esos finales de tanda tuvo tan medido al torero como un sastre. Faena que se puede definir con la frase del abuelo de Carlos Alcaraz:«Cabeza, corazón y co…». Tiró sin puntilla al toro de una casi entera, tardó mucho el presidente en conceder la oreja, se pidió la segunda, y no quiso darla. Un error. No todo en el toreo es dar pases bonitos, también es de aficionado valorar el esfuerzo, la entrega, el valor y la capacidad de un torero para emocionar ante un toro que le quiso quitar la cabeza. Tuvo que dar dos vueltas al ruedo, con la oreja, que solo él sabe lo que le costó, guardada en el chalequillo.

Salió Ferrera en el sexto a ganarse la puerta grande. De salida, lidió con solvencia a un toro bajo, pero que lució dos perchas, que, como toda la corrida, no regaló nada, sin terminar de pasar, pero sin la aspereza del anterior. Firmó Ferrera, con tal material, naturales de buen trazo, con contenido artístico, en una labor bien estructurada dentro de las complicaciones de la res. Un pinchazo y una estocada que asomó no fue óbice para que el público pidiera la oreja. Quería ver a los dos héroes a hombros.

l pintor Pepe Lucas y otros amigos de Rafaelillo como José María Mainat (camisa de verde), con el diestro. / Nacho García / AGM

Tarde de muchos regresos

La corrida del 135 aniversario del coso de La Condomina tuvo muchos alicientes, y así, con ese deseo de vivir la fiesta a lo grande, se tomaron muchos aficionados el festejo. La vuelta de Rafaelillo a torear en la plaza donde tomó la alternativa en 1996 siendo un chaval, y, sobre todo, después de la cogida tremenda de Pamplona y de la pandemia. El reencuentro, después de 20 años, con una ganadería ‘top’ como Victorino, que, como dijo el ganadero y presidente de la Fundación Toro de Lidia en LA VERDAD, «ojalá ahora me tire 20 años seguidos viniendo». Y también se celebró el regreso a Murcia de Antonio Ferrera, «un hermano» para Rafaelillo, que, estando convaleciente en Navarra, apareció en la habitación del hospital y no se separó de su lado hasta que le dieron el alta. Muchos motivos para disfrutar de la tercera corrida del ciclo murciano, para volver a ver los burladeros con corazones en un puño y por ver a esos míticos astados de Victorino rivalizar con los dos diestros. Murcia, con la fiesta nacional, un año más.

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