Muerte e ilusión en la monarquía británica

Muerte e ilusión en la monarquía británica

El féretro de Isabel II. / REUTERS

La gran procesión civil en torno al féretro de Isabel II se sella con calma y satisfacción histórica

El movimiento de un papel puede provocar una conmoción nacional. Esa tesis, inspirada por el efecto mariposa investigado en la teoría del caos, describe los eventos ocurridos en los últimos diez días en el Reino Unido. Todo comenzó poco antes del mediodía del 8 de septiembre, cuando Nadhim Zahawi entró en la Cámara de los Comunes del Parlamento de Westminster y entregó un papel a Liz Truss.

Zahawi es Canciller del Ducado de Lancaster, uno de los antiguos títulos que en el Parlamento, la Casa Real, la Justicia, el Ejército o las universidades confunden a propios y extraños. Sus funciones son similares a las de un ministro de la Presidencia. Liz Truss es primera ministra (y primera Lord del Tesoro, más otros títulos). Isabel II le había encomendado la jefatura del Gobierno dos días antes de fallecer.

El papel informaba a Truss de la inminente muerte de la reina. Fue pasado de los escaños del Gobierno a los de la oposición, a la vicelíder del Partido Laborista, Angela Rayner. Los diputados entendieron que algo grave estaba ocurriendo. El debate sobre las medidas anunciadas por el Gobierno para paliar los efectos de un extraordinario aumento de los precios de la energía se disipó.

Detienen a un hombre por saltarse el perímetro de seguridad y tocar el féretro de Isabel II

El desenlace es que, en Westminster Hall, a unos cincuenta metros de la cámara baja donde corrió aquel papel, decenas de miles de británicos están caminando en dos filas silenciosas en torno al catafalco que contiene el féretro de la reina fallecida. Algunos inclinan su cabeza o rezan una breve oración, otros visten camisas deportivas de manga corta. Han hecho cola durante más de doce horas.

Rematan con su caminar los dibujos de niños depositados en los jardines de Holyroodhouse, a la espera de la llegada del féretro de la reina a Edimburgo. O el público escuchando en pie y en silencio el himno nacional de la Orquesta Sinfónica de Londres, dirigida por sir Simon Rattle, como preludio de un concierto de música francesa. Comparten el civismo en estas aglomeraciones sin ruido.

La cola que se extiende en las riberas del Támesis es el colofón de los rituales diseñados por la corte, la gran procesión civil en una semana de cortejos fúnebres y desfiles militares. Investigadores de conducta grupal de la Universidad de Sussex han sondeado a varios cientos de personas en la larga cola y han descubierto que el sentimiento de «calma y satisfacción» es más prevalente que el duelo.

El fallecimiento de una mujer de 96 años no podía causar sentimientos de desgarro como los provocados por la muerte súbita de la princesa Diana, madre de dos hijos, a los 36 años. La duración y estilo de su reinado convirtió a Isabel II en la imagen universal de una reina. Y, aunque «la monarquía es anacrónica», según afirma ‘The Economist’, «prosperó con Isabel II». Su muerte en un evento histórico que atrae a las audiencias.

Declive popular

«Esto no se lo deseo a nadie», dijo el rey Carlos III, según ‘The Times’, a una mujer que se compadeció de sus circunstancias, cuando saludaba a personas congregadas para saludarle en el exterior del castillo de Hillsborough. Allí se organizaron, en Irlanda del Norte, los actos políticos de condolencia y reconocimiento mutuo del nuevo monarca y las instituciones locales.

Esa confesión espontánea del rey desacredita a los aduladores, que son quizás el mayor peligro para la monarquía en una sociedad tan transparente. Frente al alud de anécdotas sacarinas o infantiles para confirmar la humanidad de la reina y de su hijo, el rey reconoció la carga de compaginar el duelo por el fallecimiento de su madre con una cadena incesante de actos para subrayar la continuidad de la Corona.

En billetes, buzones, hasta en el himno de Reino Unido: donde antes estaba la reina ahora aparecerá Carlos

Los rituales mortuorios culminarán este lunes con un funeral, en la abadía de Westminster, al que acudirán dignatarios de todos los continentes, y el posterior entierro en el castillo de Windsor. Áreas próximas a la abadía estaban abarrotadas este sábado, lo que sugiere que puede alcanzarse la cifra de 750.000 espectadores en el centro de Londres, sugerida por los organizadores.

Eficacia real

El rey labró durante su largo tiempo como heredero una imagen de hombre quejoso, pero en el inicio de su reinado ha actuado con eficacia, reconociendo a su paso por Hillsborough que emular a su madre requiere aceptar un exigente papel de mera representación. Los últimos días habrían aumentado la popularidad de Carlos, que en 1994 era descartado como futuro rey tras confesar su adulterio con Camila.

Pero, según la serie de encuestas del Centro Nacional de Investigación Social, la monarquía es menos popular que entonces. La suma de británicos que creen que es muy importante y bastante importante ha pasado del 66% en 1994 al 55% en 2021. Los que consideran que no es muy importante y que no es importante, y tendría que ser abolida, han pasado en las últimas tres décadas del 33% al 43%.

La conmoción nacional ha sumergido en el anonimato a Liz Truss, una mujer con prisa para implementar sus ideas y emprender con su Gobierno un cambio radical con respecto a los gobiernos conservadores que le precedieron. Un excolega de Gabinete dice de ella que «cree que el Estado es malevolente, que bloquea cosas y es en general un lastre, que debería ser más pequeño y apartarse».

Un país dividido por el ‘Brexit’ tiene al fin un Ejecutivo de ‘brexiters’ radicales, para guiar al reino por la crisis energética y la guerra en Europa, en un contexto de deuda, pobre crecimiento y desigualdad. El fallecimiento de Isabel II y el acceso de Carlos III han permitido el despliegue de simetrías marciales y evocado la pose imperial. El duelo familiar quizás comience ahora. El país regresará también a su áspera realidad.

Enlace de origen : Muerte e ilusión en la monarquía británica