Las razones por las que Luis Rubiales no dimite

Las razones por las que Luis Rubiales no dimite

Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol. / REUTERS

El reemplazo del honor por la ley, el capital social del presidente y otros factores juegan a su favor

Alberto del Campo Tejedor

ALBERTO DEL CAMPO TEJEDOR Catedrático de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide

El presidente de la RFEF es ya uno de los personajes más impopulares y bajo sospecha de España. Sea en la barra de un bar o en las redes sociales, la gente lo tiene clarísimo. Tampoco duda una mayoría de periodistas. Los escándalos de Rubiales son inaceptables: el compadreo con su amigo Piqué para que este se endosara una cuantiosa comisión por la Supercopa o las acusaciones de haber grabado ocultamente conversaciones privadas con altos cargos del Gobierno, son solo algunos de sus desmanes.

Los audios que sigue revelando ‘El Confidencial’ muestran a un tipo que hace y deshace a su antojo y que ignora que su cargo no le permite hacer comentarios de forofo, como «a ver si nos cepillamos a los palanganas estos», refiriéndose al encuentro que el Real Madrid disputaba contra el Sevilla. Si, para colmo, el partido acaba con victoria del equipo de sus amores, con una discutible intervención del VAR y la anulación de un gol al equipo sevillista, no hay que ser muy listo para atar cabos.

¿Cómo logra resistir Rubiales? Una de las razones tiene que ver con la escasa cultura de la dimisión en este país, derivada del debilitamiento de otra cultura, la del honor. En Japón, por ejemplo, sigue vigente cierta moral que se remonta a los samuráis medievales. El cobarde o el corrupto debe quitarse la vida a sí mismo, rajándose el vientre. El ‘harakiri’ tiene su versión menos sangrienta: la dimisión de todo cargo público, a la menor sospecha. El sujeto queda mancillado, pero salvaguarda la dignidad de su familia, sus allegados o su partido.

Las instituciones contemporáneas han sustituido el control de la sociedad civil (con mecanismos como la pérdida de estatus que supone el deshonor), por los especialistas jurídicos: la ley y los tribunales. La Fiscalía Anticorrupción investiga a Rubiales desde hace meses. Como los procesos judiciales se dilatan en el tiempo, la presunción de inocencia del sujeto investigado parece que es suficiente para que no asuma ningún tipo de responsabilidad. Es como si la ley fuera el único instrumento con legitimidad para garantizar la convivencia y, además, no fuera lícito señalar al deshonesto hasta que no tengamos una resolución judicial. Al sujeto sospechoso le basta con negarlo todo, puesto que, además, sabe que, si dimite, se entenderá como un indicio de culpabilidad. Todo el que ejerce un cargo lo sabe: lo mejor es aguantar el chaparrón.

En todo caso, la ley no reemplaza a la ética. Cobrar un sueldo bruto al año de 675.000 euros, recibir una ayuda extra de la Federación para poder disfrutar de un piso de lujo en Madrid o no tener la prudencia de abstenerse a la hora de comentar sus filias y fobias, incluso en privado, puede ser legal pero no es lícito o, por lo menos, resulta incompatible con la ejemplaridad. Por otra parte, un nivel de sospecha que sea alarmante erosiona la institución que uno representa: la mujer del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo.

Claro que Rubiales no es tonto. Se sabe en el epicentro de una guerra sucia. Conoce quiénes son sus mayores enemigos, comenzando por Javier Tebas, el presidente de LaLiga. Pero ha tenido la habilidad de crear su propio ejército de incondicionales, entre otros Alejandro Blanco, el presidente del Comité Olímpico Español, y el grueso de los que conforman el máximo órgano de gestión de la RFEF: presidentes de Federaciones autonómicas y representantes de los estamentos de clubes, árbitros, entrenadores y futbolistas.

La antropología lo llama «capital social», un tipo de poder que se mantiene con dádivas y reciprocidades. Como han demostrado las conversaciones con Piqué, Rubiales es un hacha en algo tan hispánico como el «tú por mí y yo por ti». En la última Asamblea General de la Federación, celebrada en junio, el 95% de sus miembros aprobaron las cuentas del año anterior. Nadie pidió la palabra para solicitar explicaciones al presidente. Sospechoso.

Creo que hay aún otra razón no menos hispánica que explica que Rubiales se aferre al sillón: la cultura del «aquí están mis pantalones». Ante el acoso, aún hay quien valora que el sujeto muestre actitudes desafiantes y testosterónicas, que enlazan particularmente bien con la personalidad y las actitudes de un ex–futbolista. Rubiales es un magnífico ejemplar de macho ibérico.

12 de octubre, fiesta nacional. ¡Pero cuánto hay que cambiar aún en este país!

Enlace de origen : Las razones por las que Luis Rubiales no dimite