Ser investigador por un día en la Semana de la Ciencia y la Tecnología de Murcia

Como si de un laboratorio al aire libre se tratara, este viernes el corazón de El Malecón abrió sus puertas a un vaivén de pequeños investigadores dispuestos a saciar sus ganas de experimentar. Un evento que acaparó la ilusión de todo aquel que siempre había soñado con colocarse una bata blanca para realizar experimentos como los auténticos científicos pero en tamaño XS.

El jardín despertó con una hilera de microscopios, probetas y todo tipo de materiales químicos dispuestos desde primera hora de la mañana a la espera de los primeros visitantes de la
Semana de la Ciencia y la Tecnología. Tras el pistoletazo de salida que se daba alrededor de las 9.00 horas, los 14.000 metros cuadrados que abarca se inundaron con una avalancha de niños, adolescentes y profesores que llegaban entusiasmados desde todos los rincones de la Región.

Algunas de las actividades realizadas durante la primera jornada. / VICENTE VICÉNS / AGM

Algunos, que repetían la experiencia como auténticos veteranos, aceleraron el paso hasta los expositores en los que tenían claro que preferían invertir su tiempo, ya que resultaba imposible acceder a todos: no había espacio sin ocupar y las colas para participar llegaban a ser muy notables. Entre los más destacados, arrasaron los relacionados con la robótica: «En cuanto ven ‘tablets’ y cosas que se mueven vienen corriendo», aseguró Raquel Turpín, monitora de un taller de programación con Lego de la Asociación Integra.

Los que llegaron con las pilas bien cargadas se dirigieron directamente hacia las zonas más ‘conflictivas’, aquellas en las que las explosiones se sucedían ante la mirada perpleja de los que preferían mantenerse en la zona de ‘confort’ plantando semillas en botellas recicladas. Sin duda, una estampa que refleja que tanto la ciencia como la tecnología tienen seguidores entre los estudiantes murcianos.

La realidad es que en el recinto no hubo descansos durante la mañana: las actividades se solapaban al ritmo en el que el megáfono, que resonaba en las inmediaciones, anunciaba el inicio de un nuevo taller. Un momento que se vivió con expectación: los asistentes reducían el ritmo para escuchar atentamente todos los detalles. Segundos después, muchos se disponían a finalizar el experimento que tenían entre manos para correr hasta el siguiente.

Una oportunidad educativa

Como prueba del gran impacto de la Secyt22, los docentes no dudaron en fijar esta excursión como una de las imprescindibles desde principio de curso. Es el caso de Juan Manuel Condado, profesor del colegio Sagrado Corazón de Librilla, que explicó que sus alumnos «están emocionadísimos, vienen encantados compartiendo sus experiencias». Además, quiso revelar el truco que consigue captar la atención de su grupo: «Es cierto que les gusta ir más donde reciben algún obsequio», aseguró.

Con la misma ilusión lo vivieron los que están a punto de cruzar la frontera de la adolescencia, que acudieron al evento esperanzados para aclarar sus ideas con respecto a los próximos cursos. Era el papel que ejerció en este primer día Fabio Amoruso, estudiante de doctorado del Departamento de Ingeniería Económica de la Universidad Politécnica de Cartagena, que animó a los que se acercaban a probar cómo era el día a día de una carrera como la suya: «Lo más bonito es que se trabaja con la naturaleza». Además, hizo hincapié en la
alta empleabilidad de la Ingeniería Agrónoma.

Tras horas de revuelo, poco después del mediodía el recinto comenzó a respirar gracias al reagrupamiento de alumnos que se disponían a emprender el camino de vuelta: una tarea que llegó a ser incluso más laboriosa que la propia ejecución de experimentos. Es así, como esta cita divulgativa saldó su primera jornada con la ilusión de aquellos que regresaban a casa sabiendo que de mayores quizás podrían convertirse en científicos de alto prestigio.