La oposición al centro de toxicómanos del barrio murciano de San Antolín salta a las calles

La oposición al centro de toxicómanos del barrio murciano de San Antolín salta a las calles

Lectura del manifiesto de la protesta, celebrada ayer en la plaza donde se prevé ubicar el centro, en el barrio de San Antolín. /Guillermo Carrión / agm

Lectura del manifiesto de la protesta, celebrada ayer en la plaza donde se prevé ubicar el centro, en el barrio de San Antolín. / Guillermo Carrión / agm

Un grupo de vecinos se concentra junto al colegio San Andrés para exigir otra ubicación para el servicio; La Huertecica espera abrirlo el mes próximo

Pedro Navarro

‘NIMBY’. Este acrónimo inglés que responde a la expresión ‘Not In My Back Yard’ -traducida en español como ‘no en mi patio trasero’-, se refiere al rechazo que genera en determinados sectores de población la instalación de ciertas actividades en su entorno inmediato, las cuales son percibidas por los vecinos -con razón o sin ella- como necesarias a la vez que peligrosas o molestas. Conclusión: ‘mejor que se lo pongan a otro al lado’.

Esta expresión describe así perfectamente lo que está ocurriendo durante estos días en el castizo barrio de San Antolín, donde, tal y como adelantó LA VERDAD, un grupo de residentes se están organizando en contra de la instalación de un centro para la atención, deshabituación y reinserción de personas con problemas de drogodependencia. Este movimiento de oposición dio un paso más en la tarde de este miércoles y saltó de los corrillos, reuniones y grupos de WhatsApp vecinales a la calle. Así, dos centenares de personas, convocadas por la asociación vecinal y por las Ampas de los colegios del barrio, se concentraron en la plaza Sardinero Ángel García Bañón para mostrar su disconformidad con el proyecto, acción que piensan repetir semanalmente

Es justo en este punto donde se ubica el local de 800 metros cuadrados -rotulado todavía con el símbolo de la Asociación Española contra el Cáncer- en el que la ONG La Huertecica planea ubicar la principal base de operaciones en Murcia de sus proyectos sociales. En principio, será a partir del mes próximo, según fuentes de la organización, cuando se ponga en marcha en las nuevas instalaciones, por una lado, un nuevo proyecto municipal con fondos europeos que facilitará alojamiento nocturno -así como trabajo para la empleabilidad e inserción- a 13 personas sin hogar con un uso problemático de sustancias, enfermedad mental o patologías crónicas.

Por otro, se trasladarán al mismo lugar los servicios diurnos -incluido el reparto de metadona-que se prestan a toxicómanos y personas en situación de calle en el local que La Huertecica ya ocupa en la calle Navarra, en el vecino barrio de San Andrés. «Tras hacerse públicas nuestras quejas la semana pasada, nadie se ha puesto en contacto con nosotros para escuchar nuestras reivindicaciones y por eso hemos pasado a convocar esta protesta», señalaba este miércoles a LA VERDAD Antonio Ortiz, portavoz de la asociación de vecinos.

«Esperamos que la situación se calme cuando empecemos a funcionar y se vea que es positivo», defienden en la ONG

Puede parecer que, en un entorno como el de la estación de autobuses, la instalación de este centro supone para los residentes «la gota que colma el vaso, ya que es una zona que presenta problemas previos como situaciones de exclusión, cierta inseguridad o el propio trapicheo y consumo de drogas en la calle, tanto que a veces parece un polvorín a punto de estallar», asegura el representante vecinal. Pero Ortiz destaca que «ninguna cuestión ha movilizado tanto al barrio recientemente como esta». «Insistimos en que el entorno de un colegio como el San Andrés no es el mejor lugar para ubicar esta actividad, ya que muestra conductas que no son ejemplares para los menores y creemos que tendrá un efecto llamada para elementos indeseables», concluía.

«Intransigencia»

Por su parte, desde La Huertecica reiteraron este miércoles que esperan que «la situación se calme cuando empecemos a funcionar y vean que este tipo de centros no suponen ningún problema, por más que haya gente dispuesta a incendiar la situación». Estas son las previsiones de Diego Cruzado, principal responsable de esta organización, al que ha sorprendido la «intransigencia» mostrada por ciertas personas. «Estamos dispuestos a explicar nuestros proyectos a quien sea y las veces que haga falta», aseguró.

De hecho, Cruzado se muestra convencido de que «iniciativas como esta contribuyen a estabilizar la situación en zonas convulsas, ya que ayuda a que se mejoren los comportamientos en el entorno». Defiende, asimismo, que solo hay que preguntar a la gente que vive en los alrededores de la calle Navarra para darse cuenta de ello. «No podemos quejarnos de que tenemos drogodependientes en la calle causando problemas y luego no apoyar soluciones razonables», zanjó.

«He consumido, vengo aquí en busca de ayuda y nunca hay problemas»

La vida no ha tratado bien a Mario. A sus 47 años, vive en la calle y está tratando de abandonar de una vez por todas el consumo de base, o lo que es lo mismo, residuos de cocaína, mezclados con otras sustancias químicas que se suelen fumar. «Aquí no hay nunca problemas de ningún tipo y los chicos nos prestan una gran ayuda: nos dan algo de comer, nos lavan la ropa y nos dejan ducharnos; ojalá poder tener un recurso adecuado para dormir, en Santa Catalina solo pude estar una semana», señalaba a la salida del centro de La Huertecica en la calle Navarra. «La verdad es que esta es una zona multicultural tranquila; veo a los usuarios esperando a las 9 de la mañana a la puerta, pero después poco más», reconoce Marcelo, vecino de este entorno.

Aumentan los hurtos junto a la estación de autobuses

«Nos encontramos con un triángulo complicado si juntamos el colegio, el futuro centro de deshabituación y el entorno de la estación de autobuses de San Andrés», defendía el portavoz de la asociación de vecinos de San Antolín, Antonio Ortiz. Este recuerda que la inseguridad ha crecido en el entorno de la calle Bolos desde el verano, «tras irrumpir en la zona pandillas de menores de origen magrebí, que han estado cometiendo robos». «Hace tres semanas le quitaron el móvil a mi mujer de la mano y sé de otra vecina a la que le arrancaron el bolso al tirón».

De hecho, fuentes de la Delegación del Gobierno reconocen «un ligero incremento de hurtos en la zona, sobre todo de patinetes y tirones para robar móviles», aunque también subrayan que no se trata de hechos delictivos de carácter violento. Ante esta situación, indican las mismas fuentes, «se han aumentado considerablemente las patrullas de vigilancia, incluida las de agentes de paisano». El pedáneo del Distrito Centro Oeste, Diego Avilés, explica que ante las denuncias vecinales, inició contactos con las fuerzas policiales y «la situación se ha logrado controlar». Así, al menos, se han reducido los numerosos e «intimidantes» grupos de jóvenes en el entorno, pero los delitos siguen produciéndose.

«El problema se empieza a reproducir de nuevo», defiende Julio Ayala, dueño de un comercio. «Yo he presenciado peleas y robos hace apenas 10 días y vislumbrábamos enfrentamientos con la familias gitanas de la zona», señalaba Flor, una vecina. «Yo vi ayer como se llevaban una maleta ayer al tirón», relataba otra joven.

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