Las tres vidas salvadas de Diego

Las tres vidas salvadas de Diego

El policía local de La Unión Diego Segado sujeta un desfibrilador, junto a su compañero David. / J. M. RODRÍGUEZ / AGM

Una patrulla de la Policía Local de La Unión reanimó a un hombre que sufrió una parada cardiaca; el agente Segado es la tercera vez que lo logra

Raúl Hernández

Decía el escritor alemán Charles Bukowski que se empieza a salvar el mundo salvando a un hombre por vez. Y bien, el policía local de La Unión Diego Segado ya lleva bastante camino recorrido en su labor de servicio a la sociedad. En estos últimos cuatro años, el agente ha salvado tres vidas. En esa proeza no ha estado solo, ya que en cada uno de los casos en los que logró hacerle un quiebro a la muerte que amenazaba con llevarse a la persona afectada, contó con la ayuda de un compañero y un arma infalible de resucitación, una unidad DESA (Desfibrilador Externo Semiautomático), un dispositivo médico capaz de revertir la parada cardíaca aplicando una descarga eléctrica para restablecerlo.

«La unidad siempre está en el maletero de uno de los coches patrulla». La última persona a la que sacó de una parada cardiaca fue el pasado martes a mediodía, cuando
un hombre de 92 años sufrió un infarto en la plaza Castelar del municipio.

El agente Segado patrullaba con su compañero David por la zona, cuando un operario de limpieza se acercó al coche policial y les dijo que un hombre que había perdido el conocimiento junto al parque de la plaza y necesitaba ayuda. «Aparcamos el coche y fuimos rápidamente al banco donde estaba el hombre sentado. Estaba semiinconsciente», recuerda David, el compañero de Diego.

«Cuando nos dijo el médico que se encontraba estable, fue un momento de gran alivio; nos dimos un abrazo»

«Vimos que hacía falta ponerle el desfibrilador y lo tumbamos boca arriba. El aparato soltó la primera descarga. Acto seguido, comenzamos a hacerle un masaje cardiaco, le administramos oxígeno con un Ambu (un resucitador manual) y ejecutamos las indicaciones que nos daba el DESA, que aplicó una segunda descarga», explica Diego.

Pasaron seis minutos hasta que llegó una ambulancia con personal sanitario, que lo asistió y lo trasladó al hospital Santa Lucía de Cartagena. Ahora se recupera en su casa. «Cuando nos dijo el médico que estaba estable, fue un momento de gran alivio», afirma David. «Nos dimos un abrazo entre nosotros», añade Diego.

El tiempo es crucial en estas situaciones de emergencia. Un minuto decide una vida. Diego lo sabe muy bien, porque no siempre ha habido un final feliz. Una mujer se le murió en brazos después de desvanecerse mientras hablaba con un vecino desde la ventana de su casa.

«Cuando llegamos a la casa, la puerta estaba cerrada y empleamos un tiempo vital en romperla con un ariete. Cuando entramos, empezamos con el masaje y le colocamos el aparato, pero había fallecido». A pesar del aciago recuerdo, el agente ha llegado a tiempo para reanimar a otras dos personas y ha conseguido que sus maniobras hagan que un corazón vuelva a latir. El primero fue hace cuatro años, durante las fiestas patronales de la pedanía unionense de Portmán, en el mes de julio. Estaba prestando un servicio de seguridad y vigilancia de madrugada con un compañero cuando fueron requeridos en un domicilio de la localidad. Llegó el aviso de una mujer que alertó que su esposo, un jubilado, estaba en la cama y empezó a escuchar unos ronquidos extraños y, de repente, había dejado de respirar.

«Casualmente, estábamos a unos doscientos metros de la casa y el hombre había entrado en parada cardiorrespiratoria. Estaba morado. Lo bajaron de la cama y lo colocaron en el suelo. Le colocamos el desfibrilador, que hizo una descarga, y mi compañero y yo empezamos a turnos entre los dos con los masajes. En este caso estuvimos bastantes minutos, porque la ambulancia tardó un poco más». A pesar del estado crítico en el que se encontraba, salió de aquello. «Cuando pasó un tiempo, nos invitó a un caldero en su casa a modo de agradecimiento», rememora.

«La formación es esencial»

La tercera persona que tuvo la fortuna de cruzarse con Diego estaba en un bar, cerca de la calle Mayor, estaba desayunando cuando se desmayó. La mujer que le acompañaba avisó por teléfono y Diego y otro compañero llegaron en un minuto, porque el cuartel está cerca del local. «Tuvimos que quitarle trozos de magdalena y café que aún tenía en la boca para poder administrarle oxígeno».

Lo siguiente fue seguir el mismo protocolo con el masaje cardiaco y seguir las indicaciones del DESA. También salió de ese trance. «La formación es esencial, porque te permite no dudar cuando se da un caso de este tipo. En este sentido, mis compañeros y yo nos sentimos muy tranquilos, porque hemos recibido una instrucción muy buena que nos permite estar orgullosos de nuestro trabajo», concluye Diego.

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