Todos los Santos pasan calor en los cementerios de Murcia

Todos los Santos pasan calor en los cementerios de Murcia

Una mujer y un hombre depositan flores en la tumba de un familiar, este martes, en Murcia./Javier Carrión / AGM

Una mujer y un hombre depositan flores en la tumba de un familiar, este martes, en Murcia. / Javier Carrión / AGM

Miles de vecinos acuden al camposanto municipal durante la festividad del 1 de noviembre, bajo un sol más propio del mes de junio y que motivó varias atenciones médicas a personas mayores

Pedro Navarro

Fiar todo a la memoria no es garantía de precisión, pero la sensación entre los miles de murcianos que paseaban este martes por la calles del
Cementerio Nuestro Padre Jesús de Espinardo era que la festividad del Día de Todos los Santos de 2022 ha sido una de las más calurosas de los últimos tiempos, en la línea de lo que el termómetro ha venido dictando a lo largo de este año. «Está siendo un día precioso, más que de primavera, de verano», constataba el obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, desde el altar improvisado en el camposanto municipal para oficiar la tradicional misa de cada 1 de noviembre.

Y es que no eran ni las 10 de la mañana y comenzaba a requerir cierta valentía el uso de otra prenda que no fuera de manga corta. Así, conforme avanzaba la mañana, las chaquetas pasaban del torso al brazo y las silletas comenzaban a rotar en torno al arbolado, al ritmo del avance de un sol de justicia. «¿Cuándo vuelve a dar la sombra aquí?», preguntaba una vecina mirando al corrillo que los miembros de su clan familiar habían formado al resguardo de unos cipreses. Instantes antes, un miembro de Cruz Roja había irrumpido a la carrera en la enorme necrópolis, mapa en mano, en busca de la ubicación desde la que acababan de recibir un aviso. «Hemos atendido ya a varias personas mayores que han sufrido indisposiciones motivadas por este calor», explicaba un sanitario del 061, al pie de una ambulancia aparcada junto a un bloque de tumbas.

Rigores climatológicos aparte, esta gran ‘ciudad de lo muertos’ volvió a sentirse, un año más, más viva que nunca, con la irrupción de ríos de familias que acudieron al camposanto para compatibilizar ese doloroso sentimiento de pérdida que nunca acaba de apagarse con el del cariño hacia los que se marcharon y el de la alegría de poder compartir su recuerdo con sus seres queridos. A ello siempre ayuda una amplia presencia de niños y jóvenes que, lejos de comprender la muerte en toda su dimensión, viven este día como una fiesta que celebran entre juegos con sus hermanos o primos, o dibujando sobre una hoja de papel apoyada en una lápida. Los que se marcharon comparten espacio por un día con los que acaban de llegar.

Pero también contribuyen los distendidos corrillos que se forman en los laterales de las diferentes calles, sobre todo cuando uno se producen aquellos encuentros con amigos y conocidos que esta tradicional visita facilita año tras año. «Qué alegría verte», le confesaba Carmen, a sus 90 años, a su prima Teresa, con la que se había topado por sorpresa. La nonagenaria, vecina del barrio de La Paz, no ha dudado en tomar el autobús para visitar, un año más, el lugar de descanso eterno de sus padres, su hermana y su cuñada. «Mi pobre marido está enterrado en Valladolid», apostillaba.

Este ambiente relajado se ha visto favorecido, asimismo, por el hecho de que la pandemia de coronavirus empiece a convertirse en un lejano recuerdo, de manera que, desaparecidas las restricciones sanitarias, también lo hicieron las mascarillas y volvieron los besos y los abrazos. «Nosotras no hemos dejado de venir en pandemia; el lunes estuvimos limpiando y hoy nos toca un largo recorrido, ya que a nuestra edad ya hemos periodo a bastante gente y los tenemos por aquí desperdigados», explicaban las hermanas Carmen y Purificación. Apenas a unos metros, Álvaro, a sus 27 años y con una estética muy moderna, decidía venir con su hermano a visitar la tumba de su abuelo, pese a que su madre se encuentra estos días fuera. La tradición sigue calando.

«Por fin hemos encontrado buscando en el directorio a un amigo de mi padre, que no sabíamos donde estaba, porque lo había movido de zona, y hemos venido a traerle flores», explicaba María. También fueron movidos de zona, pero hace décadas, los republicanos represaliados por el franquismo en Murcia que se encontraban enterrados en una fosa común en una zona apartada del cementerio. Al monumento bajó este lunes José Martínez, como cada año, a rendir tributo a su difunto padre. Junto a él hacía lo mismo Carmen Romero, sobrina de Ginés Campo, alcalde de Alhama de Murcia en la II República que también fue ejecutado por el régimen tras la Guerra Civil. Frente a ellos se encontraba el ramo de rosas que el alcalde de Murcia, José Antonio Serrano, acababa de depositar instantes antes en recuerdo de estas víctimas.

Tampoco faltaron en esta jornada de esparcimiento las visitas de más de un curioso al cementerio musulmán, atraídos por las particularidades de una cultura funeraria ajena a la católica. También guardan ciertas diferencias las tradiciones fúnebres de la lejana China. Precisamente este lunes tuvo lugar la inhumación, en un nicho del camposanto murciano, de los restos de un ciudadano originario del gigante asiático. «De vez en cuando se produce alguno, y las familias suelen venir ataviadas con sus ropas tradicionales, es muy llamativo», explica una de las empleadas del cementerio. Era este uno de los tres entierros que acogió este martes el cementerio de Nuestro Padre Jesús.

Concluida la jornada, y si no se había hecho uso del servicio especial de autobús, tocaba el momento de sacar el coche de unos parkings del cementerio, tanto exteriores como interiores, llenos hasta la bandera, para lo que los visitantes no tuvieron otro remedio que armarse de paciencia, seguir las indicaciones de los agentes de la Policía Local y, como no, enchufar el aire acondicionado: 28 grados a la sombra no es lo que uno espera habitualmente para arrancar noviembre.

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