Andrés Martínez Bastida: «El sudeste español es el Silicon Valley de las tecnologías agro»

Andrés Martínez Bastida: «El sudeste español es el Silicon Valley de las tecnologías agro»

Decano del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de la Región de Murcia

Ginés S. Forte

Con frecuencia, por su denominación similar, se ha confundido en el sector a los ingenieros agrónomos, de los que Andrés Martínez Bastida es el decano del Colegio Oficial de la Región de Murcia, con los ingenieros técnicos agrícolas.

–¿Aún ocurre?

–Creo que no es un problema solo nuestro, la sociedad en general no tiene claro a qué se dedican realmente muchas de las profesiones. No es una cosa que nos preocupe, porque los que nos contratan sí tienen claras las diferencias y saben cuándo necesitan un perfil u otro. La titulación que habilita para ejercer como ingeniero agrónomo es la suma de un grado concreto y el máster en Ingeniería Agronómica. A partir de ahí, hay un sinfín de opciones académicas que dependen de cada universidad, que aportan unos conocimientos, pero que no dan acceso a profesiones reguladas.

«Perdemos capacidad de planificación, los acontecimientos nos desmontan ahora en dos días»

–Aclare qué diferencia a un ingeniero agrónomo de un ingeniero técnico agrícola

–La primera diferencia y más obvia es que el nivel académico para ejercer como ingeniero agrónomo es el de máster y el nivel para ejercer como técnico agrícola es sólo de grado. Son unos dos años más de formación reglada. Y antes nuestra formación era justo el doble que la de los técnicos agrícolas. A partir de aquí se puede explicar la otra diferencia, que es que los técnicos agrícolas sólo pueden ejercer dentro de su especialidad, mientras que los ingenieros no tenemos esta limitación. Para que se entienda: la formación de los ingenieros es generalista, mientras que la de los ingenieros técnicos va dirigida a una especialidad concreta. Esta diferencia conlleva en la práctica que coordinemos proyectos, equipos o empresas por nuestra visión trasversal y holística. Es una visión que hoy en día es más necesaria que nunca, porque los sistemas productivos cada vez son más complejos y tienen más interconexiones.

–Hace un año conocimos que las empresas agrarias acusaban la falta de ingenieros agrónomos para cumplir con las nuevas normas ambientales. ¿Cómo está la situación ahora?

–Creo que se ha podido salvar la situación. Se ha podido responder en un tiempo récord a más de 3.000 empresas y agricultores del Campo de Cartagena en relación a los informes de medidas cautelares solicitados por el organismo de cuenca. Ha supuesto una punta de trabajo extraordinaria. Pero estas cuestiones han venido para quedarse. La normativa comunitaria es cada vez más exigente y, a la vez, las sustancias activas disponibles para luchar contra plagas y enfermedades es cada día menor. Esto lleva a que se deba atender el sistema productivo de una forma muy planificada, sistémica y eficaz. Para hacerlo se necesita tecnología y gestión, que son las dos cosas a las que nos dedicamos los ingenieros. Todo gira en torno a adelantarse a los problemas, a no emplear más agua, energía o insumos de los estrictamente necesarios, a orientar la producción al mercado y adaptarse a él. Esto es algo que muchas empresas venían haciendo porque mejoraba su cuenta de resultados, y ahí están. Ahora lo tendrán que hacer todas para cumplir con las normas. Por tanto, si lo hacen, bien, cumplirán y además serán más competitivos.

«La sensibilización medioambiental es irrenunciable, pero sin pensar que vivimos en un Belén viviente»

–Con todo ello, ¿va a incrementarse la demanda de ingenieros agrónomos en la Región?

–Vivimos un pico de demanda de todas las empresas del sector agroalimentario y medioambiental, y, evidentemente, de su amplísima industria auxiliar que, además, lidera internacionalmente sectores como el de agronutrientes y bioestimulantes, el de riego, el de invernaderos o la industria agroalimentaria. Los que están aquí nos necesitan para ser más competitivos y cumplir las normas, y los que exportan, necesitan que su tecnología se implante y emplee adecuadamente. Tampoco podemos olvidar que la tecnología va a más, hay una revolución tecnológica que lo está cambiando todo, y que los ingenieros agrónomos estamos para implantarla y para gestionarla, para sacarle el máximo rendimiento. Es decir, podemos tener los mejores sensores del mundo, pero si la información que nos aportan no está bien analizada e interpretada, la inversión no nos servirá para nada.

–¿Cómo se encuentra la tecnología agraria de la Región?

–La Región de Murcia es una potencia a nivel internacional. En el ámbito agroalimentario somos nosotros lo que innovamos, desarrollamos la tecnología y la implantamos en cualquier parte del mundo. El sudeste español es una especie de Silicon Valey de tecnologías agroalimentarias: o las vendemos a otros o nos las copian. Es algo que se puede comprobar en las principales ferias del sector a nivel internacional.

–¿Vamos a poder seguir manteniendo este liderato?

–Claro que sí. El liderazgo nace de la adversidad. Es verdad que son muy injustos los palos en las ruedas que nos están poniendo continuamente, porque cada vez que nos recortan recursos o nos imponen nuevas condiciones se produce un régimen transitorio que castiga muy duramente a la clase trabajadora. Pero también es verdad que, con el ánimo emprendedor y animoso que tenemos los murcianos, más pronto que tarde salvamos la situación con nuevas tecnologías y conocimientos. Pero mientras eso llega, el paro y la precariedad provocan situaciones tremendamente injustas. Por ejemplo, que nos recorten el Trasvase produce paro aquí y subida de precios en los mercados de destino (la fruta y la verdura fresca se vuelven más inaccesible para la población más humilde). Pero esto impulsa a la vez provoca un incremento de inversión en I+D+i que asumen las empresas e institutos de investigación y universidades de nuestra región.

–¿Qué es lo que más les demandan las empresas?

–Las empresas necesitan ingenieros multidisciplinares. Ahora se tiene que saber hacer de todo. Ya no se habla de economía circular, ahora estamos en la integración de biosistemas, que es la ingeniería del ahorro, de las sinergias, del aprovecharlo todo. La demanda de proyectistas (los ingenieros que hacen proyectos de construcción y obra civil) en estas cuestiones está creciendo muchísimo. También se pide capacidad comercial, que es algo que no aborda la formación. Somos muy buenos en tecnología, pero la empresa requiere un espíritu comercial. Creo que eso serían los dos rasgos más comunes.

–¿Qué le preocupa del sector como agrónomos?

–Nos preocupan los cambios súbitos, no conocer qué va a pasar a medio plazo. Se ha perdido la capacidad de planificación, porque los acontecimientos son tan globales que nos desmontan todo en dos días, véase la Covid o la invasión de Ucrania. En el ámbito interno, creo que todos sabemos los vaivenes de los caudales trasvasados; la estrategia europea ‘De la granja a la mesa’, que está ahí con sus exigencias pero sin plantear herramientas para alcanzarlo, y una cuestión que no podemos obviar es el cambio climático, que va a más. Se está planteando un escenario en el que el ya de por sí espasmódico clima mediterráneo se está volviendo más impredecible, lo que nos obliga a desarrollar e implantar medidas de adaptación y mitigación. Por último, tenemos la creciente sensibilización medioambiental de la sociedad, que entendemos que es muy positiva e irrenunciable, pero nos preocupa la meta sensibilización, que es lo de pensar que vivimos en un Belén viviente. Son conductas que causan crisis de comunicación y de reputación total y que resultan absolutamente injustas e injustificadas.

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