La ciencia de los desodorantes

La ciencia de los desodorantes

José Manuel López Nicolás

Hace unos días la OCU analizó la eficacia de varios productos destinados a combatir el mal olor procedente del sudor. Los resultados causaron cierto revuelo debido, principalmente, al desconocimiento existente sobre los diferentes artículos presentes en las superficies comerciales para luchar contra el sudor.

En primer lugar hay que dejar claro que el sudor es necesario para regular la temperatura corporal, proteger a la piel frente a la sequedad, eliminar toxinas, etc. Lo que debemos es manejarlo lo mejor posible de forma que no desprendamos un olor desagradable. Para ello debemos conocer cuál es la composición del sudor y qué factores influyen en nuestro olor corporal.

Más del 90% del sudor es agua y el 10% restante está compuesto por sales minerales y materia orgánica procedente de nuestro metabolismo. También es conocido que el sudor al ser secretado es un producto que carece prácticamente de olor. Sin embargo, este sudor inodoro es transformado en mal olor por las bacterias que viven cómodamente en las axilas gracias a que nuestro organismo les proporciona todo tipo de nutrientes, además de un ambiente cálido y húmedo. El metabolismo de estas bacterias excreta sustancias químicas, sobre todo ácidos grasos de cadena corta como el ácido butírico (también responsable del «aroma» de muchos quesos), el ácido caproico o el ácido (E)-3-metil-2-hexenoico (principal responsable del mal olor del sudor).

¿Cómo se pueden controlar los efectos desagradables del sudor? Hay tres alternativas: eliminar periódicamente las bacterias que se generen, sudar menos para que no proliferen o tapar el olor con algún otro aroma que lo enmascare. Pues bien, para alcanzar estos tres objetivos el mercado nos ofrece tres alternativas: desodorantes, antitranspirantes o enmascaradores. Citaré las principales diferencias entre ellos.

Los desodorantes tienen una triple acción: i) combatir la población bacteriana que da lugar al mal olor gracias a la acción antimicrobiana de bactericidas como el triclosan o algunos quelatos metálicos; ii) impedir que la zona se reseque con la presencia de algún ingrediente en su composición que proteja la pérdida de humedad (es el caso de glicoles, glicerina, polietilenglicol o alcohol esteárico); iii) proporcionar un buen olor gracias a la presencia de algún agente aromático como el geraniol, citral, linalool o limoneno.

Por otra parte, la función de un antitranspirante es reducir parcialmente la cantidad de sudor secretado al exterior mediante el uso de sales de aluminio o de zinc principalmente. Aunque durante años se ha hablado del poder astringente de estos compuestos (que haría que los poros de la piel por los que surge el sudor se contrajeran) las últimas investigaciones indican que la acción de los antitranspirantes es debida a la formación de un precipitado entre el aluminio o el zinc y la proteína superficial de la piel que bloquea los poros. Dicho precipitado se elimina rápidamente por lo que la acción del antitraspirante es temporal.

Finalmente, el enmascarante, también conocido por ‘body spray’, camufla el olor mediante la presencia en su composición de un perfume bastante intenso. Sin embargo, este producto no regula ni el sudor ni la población bacteriana.

Una vez aclarada la función del sudor en el organismo, su composición y el mecanismo de actuación de los diferentes tipos de productos presentes en el mercado para regularlo, es necesario señalar que todos los productos destinados a combatir el sudor son seguros. Aunque existen feroces campañas publicitarias que intentar alarmar al consumidor por la presencia de aluminio o parabenos en desodorantes, antitranspirantes o ‘body sprays’, no hay evidencias científicas de que estos ingredientes sean peligrosos.

No me gustaría acabar este artículo sin referirme a los desodorantes de nueva generación, aquellos que prometen prolongar su efecto durante mucho más tiempo que los desodorantes tradicionales. Para ello intentaré responder a uno de los eslóganes más famosos en el mundo de la cosmética: ¿por qué hay desodorantes que «nunca te abandonan»?

Muchos de estos productos emplean un sistema denominado ‘motion sense’ que, según se lee en su publicidad, permite que el efecto del desodorante perdure más tiempo. ¿Es eso posible? Sí, gracias a la presencia en su lista de ingredientes de unas moléculas llamadas maltodextrinas que van a ser claves para que el desodorante no nos abandone.

La maltodextrina es un polisacárido con capacidad encapsulante obtenido por la hidrólisis parcial del almidón presente en el arroz, las patatas o el maíz. Desde el punto de vista químico las maltodextrinas están formadas por unidades de D-glucosa unidas que poseen una gran solubilidad, una alta capacidad para unirse a moléculas huésped y, sobre todo, tienen un bajo costo comparadas con otros materiales encapsulantes.

Proceso de liberación controlada

Pues bien, gracias precisamente a su capacidad encapsulante, las maltodextrinas son capaces de atrapar en su interior diversas sustancias aromáticas también presentes en la composición del desodorante como es el caso del geraniol, linalool y otros muchos compuestos que proporcionan un agradable olor. Pero si las maltodextrinas atrapan a los aromas presentes en el desodorante… ¿por qué el efecto de estas fragancias perdura durante más tiempo? La respuesta la encontramos en el proceso llamado ‘release’ o de liberación controlada.

Cuando añadimos el desodorante sobre nuestra piel las microcápsulas formadas por el tándem maltodextrinas/agente aromático se adhieren a nuestro cuerpo. Posteriormente, y a medida que vamos desarrollando nuestra actividad diaria, estas microcápsulas se van rompiendo por la fricción con la piel y los compuestos olorosos se liberan de forma constante y gradual dando lugar a que el olor agradable perdure en el tiempo. De esta forma se prolonga la eficacia del desodorante durante un período superior al que se alcanzaría si los aromas no estuviesen encapsulados en maltodextrinas… y este es el motivo por el que hay desodorantes que casi nunca nos abandonan.

Estimados lectores de LA VERDAD, en artículos anteriores les he mostrado como la pseudociencia está muy presente en la publicidad de los productos cosméticos. Afortunadamente, también hay gente que, desde los laboratorios de I+D+i de la industria cosmética, hace un trabajo serio y riguroso. Señalemos a los primeros y aplaudamos a los segundos.

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