Argentina se aprovecha de un error oceánico

Argentina se aprovecha de un error oceánico

Mundial Qatar 2022

Un fallo garrafal del portero australiano acaba siendo fundamental para que el cuadro de Scaloni avance a cuartos

Pío García

PÍO GARCÍA Enviado especial a Doha

La afición argentina no necesita que su equipo juegue para convertir el partido en un espectáculo atronador, con cánticos euforizantes, botes compulsivos y vigorosas palmadas. En el estadio Ahmed Bin Ali formaban los seguidores albicelestes una mayoría casi absoluta y aprovecharon la eliminatoria de octavos para lucir la garganta de las grandes ocasiones. No necesita la afición argentina ni siquiera el apoyo de su selección. La tropa de Scaloni ofreció un juego anodino, plano, sin sustancia. Sabían que el rival que tenían enfrente, Australia, era un equipo ordenado y entusiasta, pero muy menor, que podía caer en cualquier momento.

Argentina, que había salido con la intención de dominar el partido, se cansó de jugar en el minuto 20. Pudo desperezarse entonces Australia, gracias al magisterio en el medio centro de su mejor hombre, Aaron Mooy, jugador del Celtic, que hizo lo que pudo para ponerle pilas a su equipo. Incluso consiguieron arrancar dos saques de esquina que levantaron esperanzas en la afición amarilla. Cuentan los ‘socceroos’ con un central de casi dos metros, Harry Souttar, que en estos casos siempre sube al área a ver si caza alguna pelota que vuele por la estratosfera. Ni la cazó ni pasó nada, así que Argentina volvió a tomar el mando del partido al ritmo cansino que marcaban Enzo Fernández y Rodrigo de Paul. Era un dominio estéril, de una horizontalidad extenuante, y por un momento dio la impresión de que la estrategia de Scaloni consistía en hipnotizar a los jugadores australianos mirándolos fijamente hasta que cayeran todos dormidos.

Los despertó Leo. En 35 minutos de partido, Argentina no había tenido ni media oportunidad. Pero le cayó a Messi un balón en el área, rebotado tras chocar en los pies de Otamendi, y no necesitó dos décimas de segundo para ajustar un disparo matemático, con ese toque de seda que lleva perfeccionando desde los 16 años. La pelota se coló amorosamente entre el poste y los guantes de Ryan.


2
Argentina

Dibu Martínez, Molina (Montiel, min. 80), Otamendi, Romero, Acuña (Tagliafico, min. 71), MacAllister (Palacios, min. 80), De Paul, Enzo Fernández, Papu Gómez (Lisandro Martínez, min. 50), Messi y Julián Álvarez (Lautaro Martínez, min. 71).


1
Australia

Ryan, Degenek (Karacic, min. 72), Rowles, Souttar, Behich, Leckie (Kuol, min. 72), Mooy, Irvine, Baccus (Hrustic, min. 58), McGree (Goodwin, min. 58) y Duke (MacLaren, min. 72).

  • Goles:
    1-0: min. 35, Messi. 2-0: min. 57, Julián Álvarez. 2-1: min. 77, Enzo Fernández, en propia puerta.

  • Árbitro:
    Simon Marciniak (Polonia). Amonestó a Irvine y Degenek.

  • Incidencias:
    Encuentro de octavos de final del Mundial de Qatar, disputado en el estadio Ahmad Bin Ali ante 45.000 espectadores.

Aún se complicó más el partido para los australianos al comienzo de la segunda parte. La costumbre moderna de que los guardametas manejen los pies depara en ocasiones momentos hilarantes, que uno observa entre el asombro y la misericordia. Uno de sus compañeros, al que Ryan probablemente haya dejado de hablar para siempre, le cedió un balón comprometido en el área. El portero, ex del Valencia y de la Real Sociedad, acosado por Rodrigo de Paul, trató de retenerlo con un regate angustioso, con el que solo consiguió abandonar el balón a los pies de Julián Álvarez. El delantero del City agradeció el regalo y ahí pareció acabarse todo.

Emoción hasta el final

Los australianos trataron de venirse arriba, pero carecían de argumentos suficientes para poner en algún peligro al Dibu Martínez. Y, sin embargo, cuando el partido se encaminaba hacia un final sin emoción ni contratiempos, los ‘socceroos’ acertaron. Con un poco de suerte, pero acertaron. Goodwin disparó fuera del área, el balón tropezó en Enzo Fernández, despistó al portero y acabó en las redes argentinas.

A falta de fútbol, el partido ganó en emoción. El gol tuvo efectos vigorizantes para los australianos, que estuvieron a punto de empatar el partido en una acción personal de Behich, que después de meterse en el área con insolencia acabó disparando por encima del larguero.

A la afición argentina empezaron a entrarle sudores fríos, pero redoblaron sus cánticos. Los escuchó Messi y a su compás la selección argentina ofreció los mejores minutos de juego, con ocasiones desperdiciadas por Lautaro, Enzo y el propio Leo, que estuvo a punto de alojar el balón en la escuadra.

Sin embargo, los australianos aceptaron el envite y acabaron encerrando en los últimos segundos a Argentina en su área. Solo un brazo portentoso del Dibu Martínez impidió que Kuol empatara el encuentro cuando el árbitro ya estaba chupando el silbato. Argentina ya está en cuartos. Tal vez no ofrezca un fútbol de tracería, pero hay algo en esta selección que ha devuelto la esperanza a su hinchada. Y está Leo, claro. Al final siempre está Leo.

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