Muere Ablaye, el enfermo terminal que luchó por pasar sus últimos días acompañado de su hijo

Muere Ablaye, el enfermo terminal que luchó por pasar sus últimos días acompañado de su hijo

Ablaye, durante el reencuentro con su hijo Cheikh en el Hospital Costa del Sol. / Salvador SALAS

Su caso provocó una movilización social y mediática que contribuyó a acelerar el visado para que Cheikh pudiera viajar a España a cuidarlo

Juan Cano

JUAN CANO Málaga

La historia de Ablaye Mboup tenía un final escrito que, por un momento, pareció quedar en un segundo plano. Él sabía que iba a morir pronto. Su familia también lo sabía. Y sobre todo su cardiólogo, Rafael Bravo, que se encargó de hacer público lo urgente de su caso por la enfermedad que padecía, que había entrado ya en su recta final. La cuestión dejó de ser cuándo, sino cómo.

Ablaye falleció la madrugada de este domingo 4 de diciembre a la 1.30 horas en la habitación del Hospital Costa del Sol donde permanecía ingresado hace justo un mes. Pero no lo hizo solo. A su lado estaba su hijo Cheikh, que no se ha separado de él ni un minuto desde que llegó a España. Ablaye sabía que iba a morir. Pero al menos murió como quería.

Su historia es un aldabonazo a la conciencia que tiene más que ver con la dignidad de la muerte que con la muerte en sí misma. En julio, SUR se hizo eco de la última voluntad de este senegalés de 60 años que sufría hipertensión arterial pulmonar, una enfermedad rara y muy grave que, en su caso, había entrado en una fase terminal.

Ablaye residía en un piso compartido en Fuengirola, pero, en realidad, estaba solo en España. Su mujer y sus tres hijos, a los que mantenía con lo que ganaba aquí, seguían en Senegal. Este verano, su estado empeoró y ya no se podía valer por sí mismo. Algo tan cotidiano como salir de casa o hacer la compra se volvió, para él, como escalar el Everest. De ahí su petición: que concedieran un visado especial a su hijo Cheikh para que viniera a España y lo acompañara en los últimos días de su vida.

El 3 de noviembre, el doctor Bravo, su ángel de la guarda, decidió dejarlo ingresado en el Costa del Sol porque su deterioro era extremo. Había perdido casi 10 kilos desde el verano -se quedó en 35- y le dolía hasta comer. Los problemas del visado de Cheick seguían sin resolverse, así que Ablaye estaba solo en su habitación del hospital.

SUR volvió a hacerse eco de la situación, que había pasado de urgente a inminente. Esta vez la historia de Ablaye se difundió en prensa, radio y televisión. La Asociación Nacional de Hipertensión Pulmonar escribió a la Reina Letizia y el enfermero Pablo Guardado subió una petición a change.org que firmaron casi 65.000 personas para forzar a la Administración a conceder un visado especial al hijo del senegalés.

Lo que parecía un imposible se hizo realidad. La movilización social y mediática terminó de engrasar los engranajes de la burocracia y Cheikh consiguió, por fin, la autorización para viajar a España. Aterrizó en Barajas el 20 de noviembre y al día siguiente, sobre las ocho y media de la mañana, llegó a Málaga para reunirse con su padre en el hospital. «Ahora puedo morir tranquilo, aunque esto me ha dado ganas de vivir», dijo Ablaye durante el reencuentro.

El cardiólogo Rafael Bravo (izquierda), posa junto a Ablaye, Cheikh y Mamadou y el resto del personal del hospital Costa del Sol. /

SALVADOR SALAS

El doctor Bravo asegura que, en los días siguientes, incluso experimentó cierta mejoría. Estaba feliz por tener a Cheick a su lado, aunque era un espejismo. Desde que llegó a su habitación, la mañana del 21 de noviembre, el joven no ha salido ni un minuto del hospital. Ha permanecido todo el tiempo al lado de su padre, cuidando de él.

El personal de Cardiología, que se volcó con el caso de Ablaye, consiguió sacar una cama de donde no la había y, en una suerte de tetris, la encajaron en la habitación para que padre e hijo pudieran estar juntos en esta recta final.

Ablaye empeoró esta última semana. Tenía insuficiencia renal, hepática y respiratoria, lo que le provocó un deterioro aún mayor desde el punto de vista físico y cognitivo. El sábado por la tarde lo sedaron para evitar que sufriera. Ahí se despidieron de él.

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