Argentina entra en combustión

Argentina entra en combustión

Mundial Qatar 2022

La selección albiceleste llega a la final de la Copa del Mundo tras derrotar con contundencia a Croacia

Pío García

Hay algo inexplicable en las victorias de Argentina. Sus triunfos se resisten a los análisis tácticos y ya ni siquiera dependen por completo de Messi. Una energía secreta parece dominar a sus jugadores y les impulsa a conquistar territorios impensables con una fe de cruzados. Acaban de alcanzar la final de la Copa del Mundo y lo han hecho siguiendo un camino extraño, que empezó con una derrota frente a Arabia Saudí y ha acabado con la demolición de Croacia. A veces juegan bien al fútbol y a veces no, pero se diría que no hay una relación directa entre sus victorias y el modo en que los futbolistas se despliegan por el campo. Se benefician de una fusión nuclear continua, alimentada por su hinchada, que les hace avanzar aunque sea a trompicones, superando obstáculos cada vez mayores.

No hubo ejemplo mejor que el segundo gol argentino, obra de Julián Álvarez. En el minuto 39, el joven jugador del Manchester City recogió un balón huérfano en el centro del campo y avanzó con él pegado al pie con el convencimiento de quienes participan en una misión divina. No fue un gol sutil, de arte y elegancia, como aquel que marcó Maradona contra Inglaterra, sino un gol sucio, de entusiasmo y rebotes, que Julián acabó empalando con ferocidad.


3
Argentina

Dibu Martínez, Molina (Foyth, min. 86), Romero, Otamendi, Tagliafico, Paredes (Lisandro Martínez, min. 62), De Paul (Palacios, min. 74), Enzo Fernández, MacAllister (Correa, min. 86), Messi y Julián Álvarez (Dybala, min. 74).


0
Croacia

Livakovic, Juranovic, Lovren, Gvardiol, Sosa (Orsic, m. 46), Brozovic (Petkovic, min. 50), Modric (Majer, min. 81), Kovacic, Perisic, Kramaric (Livaja, min. 72) y Pasalic (Vlasic, min. 46).

  • Goles:
    1-0: min. 34, Messi (p), 2-0: min. 39, Julián Álvarez. 3-0: min. 69, Julián Álvarez.

  • Árbitro:
    Daniele Orsato (Italia). Amonestó a Livakovic, Kovacic, Romero y Otamendi.

  • Incidencias:
    Primera semifinal del Mundial disputada en el estadio Lusail. Casi lleno.

La primera parte acabó dos a cero y durante los primeros treinta minutos nada hacía prever que fuera a terminar así. Hubo fases de dominio alterno, pero Croacia había demostrado tener más capacidad para el juego combinativo, sobre todo por la banda izquierda. Brozovic implantaba su ley en el centro del campo y Perisic se acercaba cada vez con mayor peligro al área que defendía el Dibu Martínez. A los argentinos todo eso les daba igual. Ellos entran a los partidos como si supieran que ganarlos fuera cuestión de tiempo; normalmente, el que tarda Messi en aparecer cerca del área. Quizá los croatas pensaran lo mismo y por eso quedaron tan sorprendidos cuando Enzo Fernández lanzó un pase largo, con ventaja para Julián Álvarez. El delantero del City tocó la pelota antes de que Livakovic lo arrollara en el área. El penalti lo tiró Messi. Harían bien los jugadores españoles en grabarlo y verlo todos los días antes de acostarse.

Genialidad de Messi

En la segunda parte, los croatas se dispusieron a asediar el área argentina. Son jugadores de gran calidad técnica y probada puntería, pero se toparon con una Argentina enfebrecida, a la que no le importa dominar los partidos porque vive en un estado de exaltación permanente. Messi quiere ganar este Mundial y lo demostró en el minuto 69, cuando recogió en la banda derecha un balón y se lo llevó cosido al pie, hostigado por Gvardiol. El croata de la máscara había sido hasta ayer uno de los mejores defensores del torneo. Las estadísticas aseguraban que solo le habían regateado una vez. Messi lo enceló, se lo llevó y lo burló con un gesto torero. Una vez humillado Gvardiol, que incluso dio un poco de lástima, el mejor jugador del mundo decidió que ese gol, que ya estaba hecho, lo tenía que marcar Julián Álvarez.

El partido había acabado, aunque todavía quedaban veinte minutos por delante. Scaloni aprovechó el tiempo para dar algunos minutos a jugadores que aún no habían debutado en el Mundial. Salieron Dybala, Correa y Foyth. En el minuto 81, también se marchó Luka Modric, aplaudido incluso por parte de la afición argentina, y ese cambio vino a certificar el final de una prodigiosa generación croata. Modric saludó a sus compañeros y se sentó en el banquillo, cabizbajo, siempre elegante. Lo había derrotado una Argentina furiosa, dueña de una fuente secreta de energía que la está propulsando hacia la tercera estrella. Esa que anhela desde 1986. Esa que coronaría la portentosa carrera de Leo Messi y lo sentaría, entonces sí, a la derecha del Diego.

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