El pasado fin de semana estuve en nuestro querido pueblo de La Aparecida, lugar recomendado para realizar una singular ruta gastronómica por sus ventas: Los Blayas, El Carpi y Lo Abasto. En ellas se puede disfrutar de la cocina típica de nuestro campo, al igual que de las buenas carnes a la brasa o de los extraordinarios arroces; y, cómo no, de los embutidos de matanza, con buen pan de campo acompañado de cigalas de nuestro campo (habas tiernas) y langostinos de bancal (pésoles), que están en plena temporada. Y todo ello, regado con buen vino de la tierra, elaborado con cepas autóctonas de uva merseguera.
Pero La Aparecida también tiene otras singularidades para disfrutarlas en esta época, sin ir más lejos su ermita de Nuestra Señora de los Dolores, que data del siglo XVII. Estando tan cerca de nuestra Trimilenaria, tan solo a 7,5 kilómetros, es una oportunidad para visitarla. Es una iglesia de nave única, de planta rectangular y de época barroca. En ella, la Asociación Belenista El Buen Pastor, que preside mi amigo Paco Pastor, montaba su gran Belén Monumental, pero al crecer tanto en los últimos años, ahora se monta en el patio detrás de la iglesia.
Este año, en el belén la ubicación para escenificar el nacimiento es en el entorno de la Batería de Cenizas. El motivo es dar a conocer los entresijos de nuestra costa cartagenera, flanqueada por numerosas fortificaciones militares. Aprovechan, a su vez, para homenajear a un militar artillero y compañero belenista, Juan Forte, que nos dejó este año.
Pero como cada año el belén crece en todo y este año no podía ser menos, han ampliado luces en más edificaciones y rincones. En la zona romana, han representado escenas de nuestro anfiteatro romano. Aunque el paso más importante que han dado este año ha sido junto con la Fundación Prometeo: adaptar el belén para personas con visión reducida o nula. Lo han llamado ‘Con los ojos del corazón’ y mediante códigos QR y textos en Braille explican a estas personas el mensaje que se desea transmitir en las escenas bíblicas del belén.
En la visita al belén me encontré a mi buen amigo Domingo Andreu, ‘Txomín’ para los amigos y también conocido en algunos círculos como ‘El Cantonal’. Después de la visita, fuimos a tomarnos a El Carpi unos pulpos al más puro estilo de San Antón. Antonio los elabora de verdadero lujo y, acompañados de unas buenas cañas desbordantes de espuma, hacen un maridaje perfecto. Ya de vuelta en Cartagena, fuimos a El Pani, para darnos un homenaje degustando sus elaboraciones tan exquisitas, que se pueden tomar en su agradable terraza. Allí celebramos los 50 años de Exclusivas Andreu.
Del barrio de La Concepción
Domingo nació en el barrio de la Concepción, aunque pronto sus padres se trasladaron a la calle Concepción, en La Puerta de la Villa, la que desemboca en la Plaza San Ginés, por donde realiza su Vía Crucis la Cofradía del Socorro. El primer negocio familiar de sus padres fue la Sombrerería Andreu, en la castiza calle de Los Cuatro Santos. Allí realizaban los gorros de los granaderos «morrión». Eran vecinos del doctor don José Romero Font, conocido cariñosamente como ‘Mariscal’. Era toda una institución entre los marrajos y los granaderos.
Domingo estudió en el Patronato y ayudaba en los negocios familiares. Su padre, gran emprendedor, se trasladó a la calle del Carmen y montó una alpargatería. Con 12 años y sus estudios primarios terminados, Domingo se colocó de botones en las oficinas de Cervezas Azor en la calle Mayor, durante dos años, hasta que su padre se quedó con la Casa de Comidas Calín, en la calle Canales. Allí empezó su vinculación con la hostelería, si bien antes su abuela ya había tenido la Venta La Esperanza, en El Valdelentisco. El joven Txomín empieza de ayudante de cocina y camarero con su padre, sirviendo menús por 13 pesetas: una ensalada, un primero, un segundo, postre, pan y vino. Dio más menús que marineros había en la ciudad, por eso en cuanto pudo cambió de profesión. Con 16 años entró a trabajar como facturero con un gran empresario cartagenero que fue presidente de la Cámara de Comercio, don Francisco Hernández Madrid, en Almacenes de Alimentación y Fábrica de Nata Galupe.
Domingo cumplió 18 años y marchó al servicio militar a Cádiz, con destino de escribiente en la Lancha de Desembarco LSM-1. Se licenció y de nuevo fichaje por parte de Pedro Manzanares ‘Pusi’. Con una Vespa, empezó a vender conservas. Hasta que lo fichó Meriñan, un gran almacén de bebidas y licores. Coincidió su incorporación con el gran desarrollo turístico de toda la costa y provincia marítima de Cartagena; visitó y llenó de bebida todos los locales y hoteles de la época: La Belle Epoque, El Molino de Los Urrutias, Cafetería Paranza, la primera que se montó en La Manga, Las Panderetas, Los Botijos, Montepiedra… en las Destilerías Meriñán fue el delegado del Norte de España. Hasta que le llegó la hora de montar su propia empresa en el 1972.
Este año cumple 50 Exclusivas Andreu Representaciones y Distribuciones, con grandes marcas: Aquila Rossa, Ginebra Rives y Licor Chartreuse, del que el humorista Gila hacía los anuncios. Cervezas Spaten fue su introductor. Hostecar, en el año 1981, le otorgó el primer premio como proveedor. Le gustaba el mundo político y en defensa de su tierra, con el PCAN, formó parte del grupo fundacional en la etapa de Julio Frigard.
Como gran experto en vinos, junto con el gran cocinero y amigo Alfonso Ortega, montaron la primera enoteca de la Región, en nuestra calle San Francisco. Todo le viene de cara a Txomín y el Grupo Zamora le da la distribución y representación, en sustitución de un mítico representante local, don Rafael Sánchez. Decide cerrar la enoteca y junto con su hermano Juan Francisco, que se queda al frente de Exclusivas Andreu, potencian la empresa. Domingo lo nombra delegado desde Huesca hasta Huelva e introducen los vinos del grupo. Pilotando la empresa, Juanfra ha introducido todas las marcas de Zamora Company. Es un profesional muy estimado y querido en el mundo de la hostelería comarcal.
Exquisiteces en El Pani
Txomín pasó a la reserva y, como buen cocinillas en su residencia de costa, realiza extraordinarios encuentros con amigos. En ellos se disfruta de la buena mesa y los buenos vinos de su potente bodega, sin olvidar las tertulias del Columbus y en el Casino. Durante la charla en El Pani, degustamos con, un reserva de Ramón Bilbao, unos dados de muestra de la empanada Revoltosa, una exquisitez de Paco Pani, para continuar con unas marineras estilo de la casa, que no te dejan ver la rosca de la carga que llevan.
El siguiente plato fue unas croquetas de ibérico 5 estrellas. Nos llevó una ensalada Julia, en honor a la jefa, que lleva palmito, alcachofa, tomate y uva, entre otras delicatessen. Sabrosísima. Los montaditos tienen mucho nivel: un Malasombra (hueva, aceite y jamón) y un Cuarentuno (lomo plancha, beacon y queso). Tuvimos que repetir de la calidad que tiene.
Y no podía faltar el de calamares, de cum laude. Terminamos con un trozo de tortada cartagenera y una tarta de queso con tocino de cielo, que solo la hace el jefe para momentos muy especiales. Menudo festival de cartagenerismo y cartageneros de los de verdad, en tan especial mesa de El Pani, con los hermanos Andreu. Termino con esta reflexión: «No existe ninguna tecnología que pueda suplir… la calidez de un abrazo, el afecto de una caricia, el fulgor de una mirada». Qué verdad es.
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Enlace de origen : 50 años de la dinastía Andreu de Cartagena