Ángel Abellán, el guionista murciano con hipocondría: «Cada día pienso que me voy a morir»

Ángel Abellán, el guionista murciano con hipocondría: «Cada día pienso que me voy a morir»

Manuel Madrid

Ya lo advierte la editora aragonesa María Hernández: «Este tebeo, para empezar, no va de ansiedad ni de autoayuda, ni de la muerte, ni de monstruos, ni de estampas de la vida de Tonyo, que tiene ansiedad y a veces se ve arrastrado por ella como si se empeñara en nadar Niágara arriba. Yo creo que va de cómo cada cual en su diversidad se adapta a sus dificultades y se maneja con ellas como mejor puede, sabe y quiere». ‘Lo que más miedo te dé’ (GP Ediciones), último trabajo del guionista Ángel Abellán (Murcia, 1988), ilustrado por el albaceteño Luis Armand, que estrenará el primer Club de Lectura de la Comiteca en la Biblioteca Regional de Murcia. El plazo de inscripciones aún está abierto. Basta con enviar un correo electrónico a ‘[email protected]’.

«Es una temática en boga, y creía que podía funcionar bien», cuenta Abellán, doctor en Tecnología de Alimentos, que admite que en la escritura de historietas funciona «como una cabra loca, sin saber dónde te lleva, aunque eso te obliga a trabajar cinco veces más de la cuenta». Tras publicar ‘Temporada de melocotones’ (Andana Gráfica, 2021), junto a Alba Flores, y ‘El rey de las polillas’ (Grafito Editorial, 2021), junto a Carlos Morote, este tercer cómic es el más autobiográfico, aunque «está muy ficcionado». Aborda cuestiones como la ansiedad, que oscila todo el rato sobre los personajes, y además lo hace con un modo de contar divertido, entretenido, emocionante y con una trama bien hilvanada.

Tras publicar ‘Temporada de melocotones’ (Andana Gráfica, 2021), junto a Alba Flores, y ‘El rey de las polillas’ (Grafito Editorial, 2021), junto a Carlos Morote, este tercer cómic es el más autobiográfico que da a imprenta, aunque «está muy ficcionado»

Un trabajo que a Abellán le gusta comparar antes con el artesano que elabora un jarrón que con el de un escritor. «Es un trabajo muy frío, escena por escena, a veces el lenguaje del cómic es más parecido al de una película». Cuenta el guionista que sus propias historias sobre hipocondría son demasiado graciosas como para darles de lado, «y además a la gente le gusta escucharlas». Recuerda un día escupió sangre en el colegio y se escapó al médico: «Yo sabía que si se enteraban mis padres se iban a enfadar, porque estaba siempre allí, pero la persona que estaba en recepción al contarle que escupía sangre se quedó muy impactada, y me dijo que me atenderían de urgencia. Mi madre me llamó, no le mentí y le dije que había ido al hospital. Ella me preguntó: ‘Ángel, ¿qué has comido de postre? Y dije yo: ‘Sandía’. En ese momento, de la vergüenza que me entró salí corriendo del hospital. Cosas de esas me han pasado muchas».

¿Cómo maneja la ansiedad? «Lo cierto es que yo cada semana pienso que me voy a morir. Esta es la realidad. Por más que yo quiera racionalizarlo, o por más que yo quiera pensar que no es así. Cuando no es por un infarto es por un tumor. Y lo peor de esto, cuando tienes hipocondría, es que los síntomas son reales. Sientes de verdad las cosas, físicamente ocurre, el problema es gestionarlo emocionalmente eso, y estar tranquilo. Pero, ¿quién me dice a mí que la siguiente vez que se me acelere el corazón y que me duela el pecho y el brazo izquierdo no va a ser la definitiva y en la que yo me quede en el sitio? Esto es lo que yo quería contar en el cómic. Por qué ocurre todo esto».

En su generación reconoce fácilmente esa angustia. En el cómic hay un personaje hipocondríaco, y otro que hace la tesis sin una beca y se ahoga constantemente, le cuesta respirar, y se presiona a sí mismo para no sentir envidia por quien triunfa

La conclusión a la que llega Ángel Abellán es que todo tiene que ver «con mis mierdas de ‘millennial’, pero también con las mierdas de ‘millennial’ de mi amigo y las de mi vecino, porque todos estamos cortados por el mismo patrón: hemos hecho una carrera, no ha servido para mucho, o estás en un trabajo que no te llena o estar ganando una cantidad de dinero que no tiene ningún sentido. Todas esas expectativas te llevan a un estado de ansiedad brutal». En su caso, por ejemplo, reconoce que se sacó el doctorado «siendo un mal estudiante, pero es que he tomado decisiones muy raras en mi vida, aunque no me arrepiento de nada».

En su generación reconoce fácilmente esa angustia. En el cómic, por ejemplo, hay un personaje hipocondríaco, y otro que está haciendo la tesis doctoral sin una beca y se ahoga constantemente, le cuesta respirar, y se presiona a sí mismo para hacer deporte todas las semanas, para levantarse pronto, para no procrastinar, para no sentir envidia por quien triunfa, etc.

Portada y contraportada del cómic publicado con una ayuda del Gobierno de Aragón. /

GP EDICIONES

«Todo eso le lleva a un estado de ansiedad que se manifiesta de forma diferente y que al final viene a ser lo mismo», explica Abellán. «Es muy común que estas cosas exploten en la adolescencia, o en el momento en que dejas la universidad… Yo de pequeño era muy despistado, se me daba mal estudiar, y eso me llevaba a muchas situaciones de estrés y a preguntarme por qué yo no soy tan eficiente como el resto de mis compañeros o amigos, generando situaciones de comparación con todo el mundo. Pero yo creo que cuando explotas es en la juventud, cuando las expectativas que tenías en la vida se te caen, y eso se te puede hacer cuesta arriba. Yo estuve sufriendo mucho tiempo, tal vez dos años, sin saber que era hipocondríaco. Yo tenía miedo incluso a dormir, por si no despertaba».

Tardó en saber lo que era el Trastorno de Ansiedad Generalizada y la hipocondría, «pero cuando lo supe lloré de alivio, porque yo no estaba loco». ¿Cómo influyen entonces las noticias inquietantes sobre el mundo en personas así? «Yo he tenido mucho tiempo para estudiarme a mí mismo, pero lo que más te afecta, por ejemplo, son cosas como una relación que no ha ido bien, un amigo que te ha decepcionado… Yo he aprendido a llevarlo. Un día, después de mucho trabajo de psicólogo, me dije: ‘Hoy voy a ir al cine y no me voy a salir de la sala. Porque el cine produce mucha ansiedad y es fácil que te provoque un ataque de pánico. Era una película muy ruidosa, de Spielberg, y cuando empezó yo quería irme. Empezaron las palpitaciones y la sudoración, me puse pálido, pensé que me iba a morir, y no pensé que el cine fuera mal sitio para morirse, porque es lo que más me gusta del mundo. Y me quedé, y cuando mis pensamientos empezaron a fluir, todo empezó a suavizarse. Necesité años para llegar a ese punto».

«No eres perfecto»

Conocerse en estos casos es fundamental, y el cómic no es precisamente un manual para superar estos trastornos. «Lo que pretendo es que la persona que lo lea se sienta acompañada, y si me preguntan por eso yo solo puedo decir que entenderse es básico, y es difícil. Porque a veces los problemas que crees tener no son reales, debes entender que no eres perfecto, incluso arrepentirte de cómo eres y mirar hacia adelante. Ahora bien, hace tres semanas tuve un pico de estrés y mi angina empezó a inflamarse, y me desperté de madrugada fatal, y empezó a pasar todo de nuevo por mi cabeza, y pensé que otra vez me iba a morir. Fui al médico, y lo cuestioné, y ahí me di cuenta de que estaba empezando otra vez con la misma dinámica. Hay que tomarse las cosas con un poco de humor».

Un tebeo que, insiste la editora, «no está hecho solo para gente ansiosa, sino para toda clase de gente lecto-devoradora de cómics, con ansiedades y sin ellas. Vayan, asómense y métanse dentro».

Ángel Abellán mientras hacía su tesis doctoral. /

LUIS ARMAND

Pese a todo, Ángel Abellán percibe a veces cómo hablar de estos asuntos incluso llega a ser desagradable, o se lo toman a mal. «Mucha gente no sabe cómo reaccionar, y yo tengo que reírme también de mis cosas». ¿El cómic tiene que hacer reír? Piensa que no. «Los tebeos que más me gustan no tienen pinceladas de humor. El cómic tiene que, como un libro o una película, hacer reír, llorar, aterrorizar o revolver el estómago. Incluso se pueden decir cosas importantes, y ahí tenemos ejemplos como ‘Persépolis’ [novela gráfica autobiográfica escrita e ilustrada en blanco y negro por la iraní Marjane Satrapi, que cuenta la Revolución Islámica con los ojos de una niña y su vida posterior en Europa] o ‘La casa’, de Paco Roca [los tres hermanos protagonistas de esta historia volverán un año después de la muerte de su padre a la casa familiar donde crecieron. Su intención es venderla…]. Alguien que los lea dice que esto es pura literatura».

Abellán está feliz por inaugurar el Club de Lectura de la Comicteca con su cómic. «Es algo maravilloso poder compartir la lectura. Es algo que no cura. Pero sí que consuela mucho. Reduce mucho el dolor». Hoy, con 34 años, piensa en la próxima década y no se agobia: «Solo quiero que me sigan llamando para escribir tebeos y publicar mis historias. No me hace falta nada más. Bueno, sí, casarme con Araceli». Y vivir muy cerca de la Biblioteca Regional, «mi lugar favorito de Murcia». Después de la pandemia, que no le dejó ninguna secuela, afirma, solo confía en que con el tiempo pueda aprender a gestionar mejor su ansiedad.

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