La tienda más antigua de Mazarrón echa el cierre

La tienda más antigua de Mazarrón echa el cierre

Antonio Lorente, ya jubilado, y María Victoria Navarro posan junto al mostrador de la centenaria Casa Alejandro. / Juan Sánchez Calventus

Casa Alejandro baja la persiana tras 128 años dedicada a la venta de ajuares y telas con las que se vistieron varias generaciones

Miguel Rubio

La selecta lista de comercios centenarios de la Región sufre una nueva baja. Casa Alejandro, la tienda más antigua de Mazarrón, enclavada en pleno centro de la localidad, baja la persiana después de 128 años dedicada a la venta de tejidos y confecciones. Varias generaciones vistieron sus casas en esta tienda y de sus robustos estantes, que cubren las paredes desde el suelo al techo, salieron un sinfín de ajuares de boda. María Victoria Navarro, la actual responsable del establecimiento, se jubila definitivamente y bajará la persiana este mes de febrero. «Me da pena, porque me sirve para mantenerme activa, pero todo tiene un principio y un final. Creo que ha llegado el momento de que le dedique más tiempo a mi familia», declara a LA VERDAD.

La tienda ocupa, en régimen de alquiler, el bajo de un edificio de dos plantas y modernista fachada construido en 1895 por encargo del rico hacendado José Clares. Ese mismo año comenzó a funcionar la tienda, que en un principio también vendió artículos de ferretería. En 1936, el propietario traspasó el negocio a Alejandro Navarro, que dio nombre a la tienda, y que después siguió su hija.

Desde entonces, su seña de identidad fue el comercio de telas, confección de caballero y ropa de hogar, principalmente, de marcas señeras como La viuda de Tolrá y Burrito blanco, recuerda Antonio Lorente, el dependiente de toda la vida, ya jubilado. Con medio siglo detrás del mostrador, siempre practicó la misma receta: «Prefiero perder la venta y mantener al cliente», dice en referencia al trato exquisito y la confianza con los que ha despachado al público. «Siempre he pensado en la clientela; mi objetivo ha sido que saliera contenta para que regresara otro día». Hasta algunas modistas del pueblo confiaron en su experiencia y su buen ojo con las medidas a la hora de encargar los metros de tela necesarios para confeccionar cualquier prenda.

Pese a la competencia del comercio ‘online’ y de los cambios en las modas y en los hábitos de consumo, Casa Alejandro se mantuvo a flote todo este tiempo. Parte de su éxito se debe a una ingente relación de mercancías, desde mantas y juegos de cama a telas para disfraces de carnaval y lienzo para los cuadros. Estos días sus anaqueles de madera comienzan a vaciarse por las ofertas de liquidación, con descuentos que llegan hasta el 60%. El público que acude abandona con cierta nostalgia el centenario establecimiento después de realizar sus últimas compras.

Un edificio protegido

Con el anunciado cierre de Casa Alejandro, los nubarrones se tornan más grises sobre el futuro que le espera al inmueble donde se localiza el comercio, a unos pocos metros de dos de las principales plazas del casco antiguo: la del Ayuntamiento y la de Palacios. El señorial edificio con viviendas en sus dos plantas se encuentra semivacío y ahora la marcha del establecimiento podría contribuir a darle un aspecto todavía más desangelado.

La fachada de ladrillo aplantillado, adornada con guirnaldas, motivos vegetales y cabezas de diosas, ya presenta desprendimientos en sus balcones, y en el interior el deterioro también avanza. Destaca su escalera de mármol, con una barandilla de forja similar a la de las vecinas Casas Consistoriales, de la misma época. El inmueble, referente de la arquitectura civil de los años dorados de la minería de Mazarrón, está inventariado por su valor histórico. La ficha del catálogo fija la obligación de conservar la estructura, la fachada y la cubierta. Sus propietarios, de momento, no se plantean acometer obras de restauración.

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