Una operación policial desenmascara los tours por España que una docena de jóvenes hacían para pintar sus ‘tags’ en los trenes de varias ciudades
Algunos tipos de viajes están bajo el radar de la policía. En el «turismo de grafiti», los jóvenes con ansias de marcar su nombre en paredes y vagones limpios recorren España en los mismos trenes que luego rayarán con sus ‘tags’, observan sus trayectos, los espacios donde «duermen», la rutina de los vigilantes privados que rondan los andenes y vías de Renfe para que no amanezcan los vehículos con más maquillaje que el institucional. Como el que le hacen los «escritores de grafitis», como ellos prefieren llamarse a sí mismos. Detestan la palabra «grafiteros». Les suena a desprecio, asegura uno de ellos, que ni siquiera revela qué letras deja en sus pintadas.
Este lunes la Policía Nacional anunció que había detenido a 14 personas como «presuntos autores» de 98 grafitis, en Mallorca, Madrid, Barcelona, Aragón, Castilla y León, Cantabria, Navarra y Murcia. Están identificados ocho más, y les busca incluso la Interpol. Se enfrentan a la acusación de causar unos 420.000 mil euros en daños patrimoniales. Los detenidos tienen entre 20 y 25 años, y actuaban en grupos de tres y cuatro en cada una de sus incursiones, indica una fuente de la investigación. En sus ideas y venidas, duermen al raso, incluso, o en casa de otros, confiesa uno de estos escritores retirados, uno que no está bajo el radar policial.
Seguir la pista del spray no es fácil. A veces escriben iniciales, otras su diminutivo o anagramas. Todo es un ‘tag’. Esta operación se inició con los reportes de tres años de grafitis en los trenes. Con el análisis de la evidencia se comenzó a rastrear a las personas que estaban tras cada firma, rostros enmascarados en las cintas de videovigilancia. La tarea detectivesca no resultó fácil en un mundo donde el secreto y los pseudónimos son señas de identidad, y que se han abierto pocas veces al mundo exterior. Como una gran logia, la fama va de boca en boca. Sus nombres se conocen en los raros casos en que saltan a las galerías de arte, como fue el caso de Suso 33. «La identificación de los autores ha sido de gran dificultad ya que iban estableciendo su residencia en distintas localidades del territorio español, así como desplazamientos desde diferentes países europeos», indica la Policía Nacional.
Una de las curiosidades del mundo de los escritores de grafiti es que son los mismos acusados los que reúnen y guardan las pruebas de sus delitos. Ante lo efímero de su escritura, condenada a ser borrada con agua y químicos a altas presiones, la fotografían. Llevan sus ‘tags’ en el móvil, incluso imprimen las fotos, como hacía Muelle, uno de sus ídolos históricos, para atesorar un álbum que dejan en casas de amigos ajenos al mundo del grafiti, por si acaso aparece la policía. Como acaba de suceder. O como pasó en diciembre, con 28 detenidos, o en junio, donde cayeron otros 26.
En estos tiempos, además, como se comprobó en esta operación en la que participó el Centro de Inteligencia Contra el Crimen Organizado, también se grababan en vídeo. Esta vez, en enero las fuerzas del orden entraron en varios domicilios y decomisaron «útiles para realizar las pintadas, teléfonos móviles, cámaras fotográficas y tarjetas gráficas» y ahora, en una segunda fase, se realizaron las detenciones, tanto en España como en Alemania y Francia. En la operación ‘Tramontana’ el olor a pintura deja un rastro que va de las catenarias al calabozo.
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