Tal como hizo hace 50 años Víctor Erice con Ana Torrent, Estibaliz Urresola ha encontrado en una niña de Basauri el alma de ‘20.000 especies de abejas’
Resulta inevitable recordar los ojos de Ana Torrent tras ver a la pequeña Sofía Otero en ‘20.000 especies de abejas’. Víctor Erice encontró hace cincuenta años en la mirada de una niña de seis años toda la sorpresa que encierra la infancia mientras la pequeña protagonista de ‘El espíritu de la colmena’ asiste a la proyección del ‘Frankenstein’ de James Whale. Erice siempre ha defendido que esa escena es la mejor que ha rodado nunca. La sombra de aquella obra maestra, clarividente parábola de la represión durante el franquismo, se proyecta sobre la ópera prima de Estibaliz Urresola, que, como bromea la propia directora, podría titularse perfectamente ‘El espíritu de la colmena’, pero el cineasta de Carranza le robó el título.
Al igual que Ana Torrent, Sofía Otero nunca se había puesto antes delante de una cámara. Fue la primera niña que Urresola probó en un casting al que acudieron más de quinientas pequeñas. La directora tenía claro que necesitaba una actriz y no un actor, porque Aitor/Cocó/Lucía se siente una niña y como tal quiere ser tratada, aunque haga pis de pie y la lleven a los vestuarios masculinos de la piscina en el pueblo. Sofía consiguió ese primer día de casting precisamente el papel de una de las crías que juegan en la piscina. Inteligente, alegre y extrovertida, esta basauritarra que tenía ocho años en el rodaje (ahora nueve) conquistó a Urresola por su capacidad para improvisar y entrar en los juegos. Después de hacer quinientas pruebas, la directora cayó en la cuenta de que tenía en ella la misma mirada que buscaba Erice, la de la inocencia, el descubrimiento y el desamparo.
Nunca antes en los 73 años de historia de la Berlinale el premio de interpretación había recaído en alguien tan joven. Desde hace dos ediciones, el festival alemán concede un solo premio de género neutro para las mejores actuaciones, sin distinción entre hombres y mujeres; hay un Oso de Plata para la interpretación protagonista y otro para la de reparto. Esa característica que acabarán adoptando todos los festivales internacionales de categoría A adquiere una mayor trascendencia en ‘20.000 especies de abejas’, la crónica de la reafirmación de identidad de una niña en la que más que transformarse ella, que parece tenerlo muy claro, lo hacen los que tiene a su alrededor. Aitor/Cocó/Lucía, el nombre que aparece en su DNI, cómo le llaman los demás y cómo quiere ser llamada, está presente en el 90% de las escenas del filme. No sufre una transición, sino que adquiere a lo largo de la película las herramientas para expresar quién es. La que se ‘transiciona’ es la familia.
Ley trans
Hasta cuatro largometrajes han abordado la transexualidad en esta edición de la Berlinale. El filósofo burgalés Paul B. Preciado se sirve de la novela de Virginia Woolf en ‘Orlando, mi biografía política’ para tender puentes entre el presente y el pasado; el thriller alemán ‘Bis ans Ende der Nacht’ une a un policía infiltrado en una red de narcotráfico y una mujer trans; el documental colombiano ‘Transfariana’ empareja a una prostituta trans y un guerrillero de la FARC encarcelado; y Estibaliz Urresola nos recuerda en su ópera prima, que llegará a los cines el 21 de abril, que la mirada de los demás es esencial en la construcción de la idea de quiénes somos. De la misma manera que una piedra arrojada a un estanque provoca una ola que llega a la orilla, la onda expansiva de una realidad candente en nuestro país gracias a la Ley trans explota en las pantallas.
Hace medio siglo, Víctor Erice robó el título de ‘El espíritu de la colmena’ de un libro sobre la vida de las abejas escrito por el poeta y dramaturgo Maurice Maeterlinck, que aludía a ese instinto enigmático y poderoso de los insectos que los hombres no podían comprender. Aquella familia de Erice en estado de letargo, ahogada en un hermetismo terapéutico, encuentra su eco en los aitas de Lucía, que asisten al desmoronamiento de su relación. Las abejas para Urresola son un símbolo de la diversidad, las creadoras de esa cera maleable con las que el personaje de Patricia López Arnaiz crea esculturas tras haber recuperado su vocación de artista y el instrumento sanador del que se sirve la tía apicultora a la que da vida Ane Gabarain. Las abejas como especie amenazada y como elemento básico en el folclore y la religiosidad vasca, de ahí la presencia de las ‘argizaiolas’ o cerilleros de difuntos en castellano, con las que se vela a los muertos.
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Enlace de origen : La mirada inocente de Sofía, la flamante ganadora del Oso de Plata en Berlín