Carlos Alcaraz, roto y derrotado

Carlos Alcaraz había retomado su camino hacia la gloria de una manera increíble. El tenista de El Palmar hace cosas que están solo al alcance de los elegidos. Ha estado cuatro meses sin competir, ha hecho cosas fuera de la pista que no tocaban y ha tenido que lidiar con una fama para la que ni él ni nadie puede estar preparado. A sus 19 años, con la cabeza limpia y su físico presuntamente reparado, cogió a un avión junto a ocho miembros de su equipo y cruzó el charco con el objetivo de reencontrarse y volver a sentirse libre sobre una pista de tenis. Carlitos, con altibajos, ha mostrado un buen nivel y ayer quería convertirse en el primer jugador que encadena el título en los torneos de Buenos Aires y Río de Janeiro.

Cambió el país y la ciudad. No la superficie, una tierra batida en la que el murciano ha confirmado en un tiempo récord que es el claro heredero de Rafa Nadal, siempre que las lesiones le respeten. Tampoco varió el rival, un Cameron Norrie que ha jugado a buen nivel en esta gira sudamericana sobre arcilla y que a buen seguro anoche no habría levantado la copa de campeón en Río de Janeiro de no ser por la inoportuna lesión de su oponente en el segundo set. Hubiera perdido, como cayó hace siete días antes en la final de Buenos Aires. Pero ganó. Y Alcaraz, un señor de 19 años, le felicitó con toda la deportividad que Norrie no tuvo al reclamar como mala una bola que había sido claramente buena con 5-5 en el tercer set y
Carlitos jugando muy mermado.

En la pista Guga Kuerten del Jockey Club Brasileiro todo el mundo soñó con que este zagal de Murcia que ya es universal lograra un imposible y repitiera el título que logró en ese mismo lugar un año antes. Tenía que hacerlo a la pata coja, ya que sintió un pinchazo en el segundo set y no podía correr. Pero es que casi lo hace. Carlitos bate récords de precocidad y devora registros que ni siquiera los mejores de la historia fueron capaces de lograr.

Novak Djokovic aprovechó su ausencia en Australia para
quitarle el número 1, pero dos semanas de competición inmaculadas (siete triunfos seguidos hasta que vino la derrota de anoche en Río) apretaron de nuevo las cosas. El serbio sintió el aliento del murciano en el ranking, por mucho que diga que su verdadero rival es Rafa Nadal. Y tuvo suerte de que el milagro no se consumara anoche en Río de Janeiro, ya que Carlitos, a la pata coja, llevó el encuentro al límite en la tercera manga. Y si hubiera ganado hoy tendría los mismos puntos que Djokovic en la clasificación de la ATP. Faltó poco.

El guion perfecto

Todo iba sobre ruedas para el murciano. Se repuso a un inicio irregular, con muchos errores no forzados, para apuntarse un primer set en el que fue mejor que Norrie. 20 errores hizo Alcaraz en esa primera manga, pero la mayoría de ellos llegaron en los primeros juegos, esos que suelen ser de tanteo para el murciano. Le gusta explorar antes de golpear. Y eso a veces abulta su estadística negativa. Pero fueron pasando los minutos y el pupilo de Juan Carlos Ferrero, ausente en Río de Janeiro, fue soltándose y dominando a un Norrie que hacía lo que podía. 71% de primeros para Alcaraz y 52% para Norrie. Sufría el británico y acabó cediendo un set que ponía las cosas de cara a Alcaraz (7-5).

Se deprimió el tenista nacido en Johannesburgo y entró de la peor manera en el segundo set. Perdió su saque y fue zarandeado como nunca antes por un Alcaraz crecidísimo. 3-0 en 5 minutos para el murciano. Pero entonces ocurrió algo inesperado: Alcaraz sintió un pinchazo muscular por encima de la rodilla, torció el gesto y miró a su palco. De estar prácticamente celebrando el título a empezar a sufrir.

Comenzó a perder puntos Alcaraz, quien dejó de correr y ya no compitió en un segundo set en el que solamente estuvo preocupado por su dolor en el muslo. Le pusieron un vendaje que después se quitó, habló mil veces con su agente, Albert Molina, quien le pedía tranquilidad y cabeza. No se serenaba el número dos del mundo, quien buscaba respuestas en su box. Pero no las encontraba. El doctor Juanjo López bajaba a primera fila para averiguar qué le estaba sucediendo a Carlitos. En el lío, ganancia para Norrie. El británico se llevó el segundo set (6-4) y todos dimos por hecho que el tercero no tendría historia. Con Alcaraz cojo, aquello debía ser pan comido para el número 13 del mundo. Pero no lo fue.

Lucha titánica

No se retiró Alcaraz, animado por su equipo. Rostros serios, gestos de preocupación e incertidumbre por el futuro. Ese era el escenario en el box del murciano. Pero mientras tanto: tenis. Y del bueno. Apenas podía moverse por la pista Alcaraz, quien empezó a acortar los puntos y dio todo un recital de derechas y dejadas. Se enredó Norrie, muy agobiado por si sonaba la flauta y tenía que masticar una derrota (otra contra Carlitos) frente a un rival lesionado. Pudo forzar el desempate Alcaraz, quien levantó primero tres bolas de break y después un punto de partido. Pero estaba cojo. Era imposible salir vivo de una final que se llevó Norrie porque cualquier otro desenlace habría sido prácticamente de ciencia ficción.

Fue titánica la pelea del joven jugador de El Palmar. Luchó con la rabia de verse tan limitado en lo físico, pero fue creyendo poco a poco en sus posibilidades y en su enorme catálogo de golpes. En el noveno juego fue capaz de salvar varias bolas de rotura con dejadas imposibles y tiros ganadores impresionantes, pero no pudo repetir ese milagro en el undécimo, a pesar de ser capaz de levantar un 0-40 con golpes impresionantes. Ahí se dio cuenta Norrie de que iba a ganar. Y ganó. Una lástima.