Levantar un hospital donde no había nada y hacerlo funcionar en 48 horas para poder atender a miles de heridos en una zona devastada y sin servicios. Esa fue la tarea con la que el enfermero murciano Francisco Robles, responsable de enfermería del cribado de cáncer de colon de la Consejería de Salud, partió el pasado 9 de febrero hacia Turquía. Lo hizo como voluntario, atendiendo a la llamada del equipo de respuesta médica en emergencia Start, creado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid). Los acontecimientos se desarrollaron a toda velocidad, como demanda la actuación ante una catástrofe natural. El día 6 Francisco recibió un mensaje de texto en su móvil solicitándole que confirmara su disponibilidad, pocas horas después de que los terremotos de hasta 7,8 quebraran la normalidad turca. Dos días después estaba ya en la base de Torrejón de Ardoz para subirse a un avión con destino a Turquía. «Me fui con el corazón en la mano, porque tengo una hija de un año, pero sentía la necesidad de ayudar», reconoce el enfermero, que tiene 37 años.
La maquinaria de Start movilizó a un completo equipo de 82 personas hasta la ciudad de Alejandreta (Iskenderun en turco), una de las que se han visto más afectadas por los seísmos pese a situarse a 150 kilómetros del epicentro. El grupo debía encargarse del montaje, la puesta en funcionamiento y la gestión del hospital durante los primeros 15 días de crisis. El murciano ha ejercido allí como director de enfermería, realizando labores de coordinación en el dispositivo, que cuenta con cirujanos generales, enfermeros, traumatólogos, anestesistas, ginecólogos, pediatras, médicos de Urgencias, especialistas en radiología, ginecólogos, matronas, auxiliares de enfermería, una farmacéutica, un epidemiólogo, una psicóloga y un psiquiatra; además de efectivos de bomberos, logistas del Servicio de Urgencias Médicas (Summa) y cocineros.
Francisco ha sido así, junto a la directora médica, una de las piezas claves para la gestión del equipo, que se ha visto sometido a un ritmo de trabajo frenético. Los voluntarios llegaron el viernes 10 al aeropuerto y el lunes por la mañana ya disponían de un hospital plenamente funcional allí donde no había nada, en mitad de una explanada. Para lograrlo, todos, independientemente de su función, participaron en el montaje del centro con las cerca de 80 toneladas de material para cuyo traslado fueron necesarios ocho tráilers. El hospital resultante cuenta con 20 camas más otras cuatro pediátricas y tiene capacidad para atender a hasta 200 personas al día. También cuenta con su propia máquina de rayos X y material de laboratorio, pero en lo que destaca es en su capacidad para acoger actividad quirúrgica. Solo Italia y Francia disponen de un recurso transportable de este nivel en toda la Unión Europea.
La enésima sacudida
Los primeros días, la labor se centró en brindar atención primaria a la población, pero todo cambió el 20 de febrero, cuando un
nuevo terremoto de 6,4 grados provocó el pánico en la población y una avalancha de heridos. «Fue muy cerca de la zona donde nos encontrábamos», recuerda. En ese momento, el perfil de los atendidos cambió por completo. A las puertas del hospital llegaron cientos de pacientes en estado grave trasladados desde distintos puntos de la ciudad. Francisco lo recuerda con angustia. «Algunos habían llegado a saltar desde un tercer piso por miedo a que colapsara su edificio. También hubo heridos en accidentes de tráfico, por atropellos y muchísimos ataques de ansiedad, porque la gente revivió otra vez el terremoto», explica. «Yo no sabía qué hacer, ni qué podía pasar». El temblor fue la consumación de una amenaza que la tierra llevaba días repitiendo. «Notábamos réplicas todos los días –asevera Francisco–, sobre todo a la hora de dormir. Por suerte no estábamos en Alejandreta como tal, sino a unos kilómetros, en un descampado lejos de edificios que pudieran caer». Aunque dormir no ha sido, precisamente, una de las actividades predominantes. «Ha habido días que he terminado de trabajar a las doce y otros a las tres de la mañana, según lo que fuera necesario para sacar adelante el trabajo», destaca. En algunas jornadas, llegaron a recibir hasta 400 pacientes, el doble de su capacidad.
El pasado viernes, Francisco dio el relevo al segundo turno de voluntarios, donde también se escucha el acento murciano, con cuatro integrantes procedentes de la Región. Se trata de la enfermera Magdalena Martínez, el auxiliar de Enfermería Antonio Hernández, la ginecóloga Andrea Manzano y Amparo Cerón, que se ha hecho cargo de la dirección médica para los próximos 15 días.
Francisco reconoce que la Consejería ha dado «todas las facilidades». «En esos momentos de estrés e incertidumbre, que la administración te de carta libre para poder ayudar es de agradecer».
El pasado viernes, Francisco llegó a Murcia tras dos intensas semanas de trabajo. «Me ha cambiado la forma de ver y valorar la vida. Es muy difícil digerir las situaciones de algunas familias, cuando ves que lo han perdido todo, que no tienen casa, ni coche, ni ropa. Absolutamente nada», señala.
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Enlace de origen : El enfermero murciano que viajó a Turquía para levantar un hospital en 48 horas