Los últimos supervivientes de la Edad del Hielo se refugiaron en la Península

Los últimos supervivientes de la Edad del Hielo se refugiaron en la Península

Reconstrucción de un cazador-recolector gravetiense inspirada en los hallazgos de Candide Arene, Italia. / Tom Bjoerklund

Un estudio paleogenético masivo confirma que varias zonas del territorio funcionaron como refugio climático durante el máximo glacial hace unos 25.000 años, y descartan que en Italia ocurriera lo mismo

Del mismo modo que ahora el clima se calienta, en otras épocas se enfrió. Y en algunas muchísimo, en los periodos conocidos como glaciaciones. ¿Cómo respondió a estas situaciones el ser humano en la prehistoria? La paleogenética, que es el estudio del pasado a partir del material genético conservado de restos orgánicos antiguos, está empezando a dar algunas respuestas. Un análisis genómico de este tipo a gran escala, que se publica en el último número de la revista ‘Nature’, revela los movimientos de algunos grupos de cazadores-recolectores durante el Paleolítico Superior, que acabaron ‘refugiándose’ en la Península Ibérica y algunas zonas del sur de Francia durante el máximo glacial, esto es, cuando el clima frío era más extremo. La investigación ha concluido que, a diferencia de lo que se creía hasta ahora, los humanos desaparecieron de la península italiana, una zona que tradicionalmente había sido entendida como refugio climático.

Un equipo internacional formado por investigadores de la Universidad de Tubinga, el Centro Senckenberg de Evolución Humana y Paleoambiente, la Universidad de Pekín y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, en colaboración con otros 125 científicos de diversos países, ha reconstruido los movimientos de «nuestros antepasados de la Edad de hielo» a partir del mayor conjunto de datos de genomas de cazadores-recolectores prehistóricos europeos analizado hasta ahora: los de 356 individuos de diferentes países europeos y centroasiáticos en un arco temporal que abarca de hace 35.000 a 5.000 años. En el estudio se incluyeron por primera vez los genomas de personas que vivieron durante el Último Máximo Glacial (LGM), la fase más fría de la última Edad de Hielo, hace unos 25.000 años.

Los investigadores han comprobado –«sorprendentemente», según destacan–, que las poblaciones de distintas regiones asociadas a la cultura Gravetiense, que se extendió por todo el continente europeo hace entre 32.000 y 24.000 años, no estaban estrechamente relacionadas entre sí. Sí que estaban vinculadas por una cultura arqueológica común –usaban útiles similares y producían un arte mueble parecido, del mismo modo que nosotros usamos los mismos destornilladores y martillos que los nativos de Madagascar–, pero no estaban ’emparentados’ directamente.

El Gravetiense es una cultura prehistórica del Paleolítico Superior europeo con unos útiles muy específicos y que es conocida por sus estatuillas, generalmente esculpidas en marfil o piedra caliza, como la célebre Dama de Brassempouy. Debe su nombre al yacimiento de La Gravette, situado en Dordoña, Francia. En nuestro entorno, en el Cantábrico, el Gravetiense era hasta hace poco un periodo no muy bien conocido, presente en yacimientos como Cueto de la Mina (Asturias), Cueva Morín y El Castillo (Cantabria), Bolinkoba y Antoliñako Koba (Bizkaia), o Amalda y Ametzagaina (Gipuzkoa).

El caso es que los grupos etiquetados como gravetienses se extendieron por Europa hace unos 32.000-24.000 años. Pero a pesar de compartir todos ellos sus rasgos culturales, las poblaciones gravetienses del oeste y del este/sur de Europa eran genéticamente diferentes. Y además la población occidental –la que vivió en las actuales Francia y Península Ibérica– sobrevivió durante el Último Máximo Glacial, mientras que las poblaciones gravetienses orientales y meridionales –actuales Italia y República Checa– desaparecieron.

Confirmación genética

Los descendientes de los grupos gravetienses occidentales permanecieron en el suroeste de Europa durante el periodo más frío de la última Edad de Hielo (hace entre 25.000 y 19.000 años) y después se extendieron hacia el noreste, al resto de Europa. Así que «con estos hallazgos, podemos apoyar directamente, por primera vez, la hipótesis de que durante el Último Máximo Glacial la gente encontró refugio en la región climáticamente más favorable del suroeste de Europa», resalta Cosimo Posth, de la Universidad de Tubinga & Senckenberg Centre for Human Evolution and Palaeoenvironment, uno de los autores del artículo publicado en ‘Nature’, ‘Palaeogenomics of Upper Palaeolithic to Neolithic European hunter-gatherers’.

Hasta ahora se había dado por hecho que la península italiana también fue otro refugio climático para los humanos durante aquella fase de clima frío extremo. Sin embargo, los investigadores han encontrado pruebas de todo lo contrario: las poblaciones de cazadores-recolectores gravetienses y «que vivían en el centro y sur de Europa ya no son detectables genéticamente después del LGM». En su lugar, se asentaron en estas zonas personas con un nuevo acervo genético. «Descubrimos que los individuos asociados a una cultura posterior, la Epigravetiense, son genéticamente distintos de los habitantes anteriores de la zona», explica He Yu, coautor del estudio. «Presumiblemente, estas personas procedían de los Balcanes, llegaron primero al norte de Italia en torno a la época del máximo glaciar y se extendieron por todo el sur hasta Sicilia».

Los genomas analizados muestran también que los descendientes de estos habitantes epigravetienses de la península itálica se extendieron por el resto de Europa hace unos 14.000 años, sustituyendo a las poblaciones asociadas a la cultura magdaleniense. El equipo de investigadores describe una sustitución genética a gran escala que pudo deberse, en parte, a cambios climáticos que obligaron a la población a emigrar: «En aquella época, el clima se calentó rápida y considerablemente y los bosques se extendieron por todo el continente europeo. Esto puede haber impulsado a los habitantes del sur a ampliar su hábitat. Es posible que los habitantes anteriores emigraran al norte a medida que disminuía su hábitat, la estepa ‘mamut’», detalla Johannes Krause, coautor del estudio.

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