El Lunes Santo tiene una luz especial en Cartagena incluso cuando no luce el sol. Será porque el día está bendecido por la Virgen de la Piedad, que es marraja de pura cepa pero también reúne bajo su inmenso manto a procesionistas californios, resucitados y del Socorro. A todos ellos los hermana por igual con todo aquel devoto que sale a su paso en el día de la promesas.
Anoche fueron miles los que declararon públicamente su fe ante Ella. Ojos humedecidos por la emoción, labios que bisbiseaban plegarias y manos que dibujaban la señal de salvación de los cristianos. Era lo que abundaba por todas las calles, atestadas de gente desde un par de horas antes de comenzar la procesión. Sobre todo en la puerta de Santa María de Gracia, que era un hervidero también con antelación. El público trataba de coger un buen sitio para verla salir e incorporarse inmediatamente tras la línea de seguridad que siempre forman los policías locales.
La procesión de las promesas de la Santísima Virgen de la Piedad fue una emoción continua desde que salió de Santa María de Gracia con un minuto de adelanto sobre la hora anunciada, las nueve, hasta que se recogió a la una de la mañana en el mismo templo. Como es tradición, cientos de cartageneros que ven en Ella a la Patrona de Cartagena siguieron sus pasos en cumplimiento de ofrendas, de penitencia o de agradecimiento. De todo hubo.
Numerosos grupos de nazarenos llenaron de color morado las calles del centro de Cartagena entre los tercios de granaderos y penitentes
El desfile comenzó con los guiones marrajos sobre la rampa, por delante del grupo de acompañamiento del estandarte de la cofradía y de la primera de las cinco legiones de nazarenos. Con una noche extraordinaria, ya sin restricciones sanitarias, familias enteras salieron a acompañar a la Virgen ataviadas con el hábito morado.
Los granaderos más jóvenes desfilaron emparedados por dos grandes grupos de nazarenos, abriendo camino a los penitentes del Santo Cáliz y su carro bocina. Y tras ellos seguían saliendo a borbotones más nazarenos que llenaban con su presencia calles enteras. La del Cañón, por ejemplo. Después desfilaron el tercio de penitentes del Santo Cáliz con el antiguo carro bocina y los granaderos en esa parte introductoria de la procesión. Porque el protagonismo de la noche corresponde a la Piedad. El primero de sus tercios que vieron los espectadores fue el que acompaña al trono insignia, que es una obra de orfebrería que representa la cúpula de la basílica de la Caridad sobre el escudo de la agrupación: un corazón con seis puñales clavados. Desfiló con la música interpretada por la banda Nuestra Señora de la Soledad, de Molinos Marfagones.
Después lo hizo el considerado tercio titular, el que viste de gris sobre azul, acompañados por la Sociedad Santa Cecilia de Pozo Estrecho y abriendo camino al trono en el que un centenar de hombres portan sobre sus hombros a la Virgen y al Señor tallados por José Capuz en 1925. Como es ya habitual, el altar iba profusamente adornado con rosas blancas que cuajaban sus cartelas y realzaban el campo de velas, protegidas por tulipas de color azul, sobre el que se asienta el grupo escultórico.
Mendoza, en el recuerdo
Antes de ponerse en marcha, el grupo de portapasos que tiene como presidente a José Jesús Guillén rindió un sencillo y cálido homenaje a uno de sus hermanos, José Luis Mendoza, que fue presidente de la UCAM hasta su muerte en enero. El trono lleva desde ayer una pequeña placa en su recuerdo y algunos de sus hijos, así como su hermano Vicente, director general de la institución, participaron en la procesión como homenaje.
Un repique de campanas anunció a las diez de la noche a todo el público que la Virgen ya estaba en la calle y se disponía a recoger las plegarias de sus hijos un año más. Algunas le llegaron cantadas, en forma de saeta, como la que interpretó en la Puerta de Murcia la flamenca onubense Mari Ángeles Cruzado, última ganadora del certamen nacional que organiza la Agrupación de Portapasos de la Piedad.
En su peregrinar por Cartagena, acompañada también por las marchas procesionales ‘Plegaria’ y ‘Virgen del Tura’, interpretadas por la banda Sauces, la Virgen de la Piedad se encontró en la Serreta con la Patrona de la ciudad. Sus portapasos cumplieron en ese lugar con la tradición y depositaron a los pies de la Caridad el famoso ramo de rosas negras en cumplimiento de una costumbre iniciada en 1947 en memoria de aquellas señoras valientes del Molinete que velaron por Ella en años de ira. Aquel recuerdo permanece vivo. Tanto como el de la bendición anual de la Piedad a sus promesas.
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