Éxtasis sardinero en el Tontódromo de Murcia a ritmo de pito

Éxtasis sardinero en el Tontódromo de Murcia a ritmo de pito

Si el Gran Desfile del Entierro de la Sardina supone, innegablemente, el colofón de las Fiestas de Primavera, el pasacalles matinal y la comitiva de Doña Sardina -que llegaban este año potenciados con ‘esteroides’ festivos- se han convertido para muchos murcianos y visitantes en una cita ya ineludible que impulsa el ‘tardeo’ y calienta los motores para la cita nocturna.

No eran las 11 de la mañana y ya podía encontrarse en casi cualquier esquina del centro de la ciudad a las distintas charangas, preparándose para la batalla de ritmos que se avecinaba a golpe de timbal, pito y del toque de trompetas, esas mismas que portaban mexicanos Los Panteras, que llegaban a la altura del edificio Moneo vestidos de mariachis. Difícil comenzaba a ser ya abstraerse de una fiesta que dejaba imágenes curiosas, como la de dos novicias latinoamericanas fotografiándose con los personajes de Disney que pululaban a los pies de la Catedral.

Móvil en mano, los turistas británicos captaban un gran carnaval que seguramente no esperaban, al igual que la protagonista de una despedida de soltera que disfrutaba del ambiente dos mesas más allá, en una terraza. «Bueno, a mí realmente me han secuestrado; cuando salí de Palma de Mallorca no sabía a dónde venía, pero esto está muy bien», comentaba Mavi, la novia.

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Cuando, entre gigantes y enanos, cabezudos y comparsas y unos cuantos muñecos hinchables tamaño XXL, ya prácticamente no cabía un alfiler a los pies en la plaza Belluga -convertida en una auténtica jaula de grillos-, el cortejo, en el que se integraban el Gran Pez, José Moreno, y Doña Sardina, Carmen María Conesa, echó a andar. El destino no era otro que el Tontódromo -nombre oficioso que se impone al de Alfonso X en citas tan populares como esta-, y que volvió a ser el epicentro de la fiesta sardinera.

No faltó durante el camino el tradicional reparto de regalos por parte de los sardineros. No solo para los vergonzosos niños que los solicitaban de las manos de sus papás y mamás, sino también de jóvenes y no tan jóvenes que pedían los tradicionales pitos, pero que también recibían colgantes con la imagen de la Sardina. «Este año han tenido mucho éxito todo lo que llevaba luces de colores», comentaba Juan, sardinero de pro.

Entre la versión charanguera de la carta de despecho de Shakira y la del ‘Quédate’ de Quevedo -Bizarrap, este año, se lo come casi todo-, el desfile asomaba por Alfonso X, al paso de unas viudas que no parecían, precisamente, muy apesadumbradas. Mientras, en plazas adyacentes, como la del Romea, las barras ya despachaban cerveza a pleno rendimiento y se abría la veda al reparto de pelotas, tan codiciadas en el desfile nocturno.

En el Tontódromo, donde costaba dar dos pasos, fue donde acabó de desatarse un éxtasis sardinero cargado plumas, mientras en los márgenes del Paseo la avenida se convertía en el principal bocado de avituallamiento. No desaprovechaban muchos niños la oportunidad tomarse unas instantáneas con la Sardina propiamente dicha. Al final, es su presencia la que lo desencadena todo.

«Sabíamos que iba a ser un día largo, por eso no nos fuimos muy tarde anoche a dormir», comentaba el presidente de la Agrupación Sardinera, acompañado de Moreno y Conesa. «Se me ha pasado como si hubieran sido 30 segundos, esto ha sido espectacular; podría seguir así hasta Albacete», comentaba la periodista a su llegada a la plaza Circular, minutos antes de las dos de la tarde, una Doña Sardina que lo estaba dando todo (incluido un buen número de regalos).

El fin de la batalla de ritmos acababa para ellos de la mano de una pacificadora ‘caña’, pero el fin de esta guerra, que solo cuenta con felices vencedores, acabaría más tarde junto al Río, ese en el que mora la Sardina, de la mano de un fuego purificador.

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