El fin del papel higiénico está cerca: las alternativas más utilizadas

La lista de la compra semanal revela la existencia de un producto que nunca puede faltar en casa: el papel higiénico. Un bien vital en la sociedad actual que se evidenció durante los días previos al confinamiento. Sin embargo, su protagonismo es relativamente nuevo, ya que aunque su origen es difuso, se estima que podría haber surgido en 1850 en Estados Unidos de la mano de Joseph C. Gayetti.

Desde entonces, este invento ha ido mejorando hasta desplegar una amplia variedad en el mercado. Los consumidores, en función de sus necesidades, gustos personales y presupuesto, disponen de un extenso repertorio en los lineales de los establecimientos. Desde la cantidad de capas o la suavidad del acabado hasta el aroma que impregna el rollo, sus características se reflejan en su coste e impacto medioambiental.

Es precisamente la cuestión ecologista la que choca con los beneficios de su uso. Y es que el papel higiénico no es una opción sostenible: tanto su producción como su degradación contamina. El proceso, que inicia con la tala masiva de árboles para su fabricación, continúa con la adición de cloro para el blanqueamiento y su empaquetamiento en bolsas de plástico. A su vez, cuando se desecha, este no se desintegra en su totalidad debido a su composición de fibras sintéticas.

¿Nocivo para la salud?

Un estudio realizado recientemente por investigadores de la Universidad de Florida ha seguido de cerca los perjuicios del uso de papel higiénico en la rutina diaria. Los resultados arrojaron unos datos impactantes. Y es que a raíz de ellos, los expertos acentúan la elevada posibilidad de que la presencia de sustancias químicas en su composición sean nocivas para la salud.

Tras analizar aguas residuales y recoger muestras del producto en distintas zonas, los investigadores hallaron sustancias perfuoradas, también conocidas como ‘contaminantes eternos’. Unos componentes (PFAS) asociados con el cáncer y con la alteración de la hormona tiroidea.

Regreso a la vieja usanza

Ante estos resultados, los científicos incluyeron unas alternativas para desvincular el papel higiénico de la vida cotidiana. Entre esos sustitutos lideran los de la ‘vieja usanza’: agua y jabón. Un combinado que promete disminuir las irritaciones que provoca la celulosa de las capas y que resulta más sostenible. Para ello, el bidet, tanto tradicional como eléctrico, se convierte en un indispensable para la higienización de las zonas íntimas.

Otra opción es el popular inodoro inteligente de Japón, que tanta expectación genera entre los que visitan el país nipón. Un retrete que emplea un chorro de agua caliente como método infalible. El papel reutilizable también se contempla como una solución alentadora para los que no están dispuestos a decir adiós tan rápido. Este producto está compuesto por algodón, por lo que se puede lavar y volver a dar tantas vidas como se quiera.

A pesar de que todavía no hay fecha fijada en el calendario para abolir su uso, numerosas organizaciones ecologistas han animado el debate. Por este motivo, cada vez son más las opciones que florecen para sustituir el papel higiénico por una opción más amigable con el medioambiente y la salud.

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