Vecinos de Las Torres de Cotillas denuncian una oleada de robos en casas de la huerta

Según los residentes afectados, el método que emplea este grupo de ladrones es similar en todos los casos. Suelen actuar entre las nueve y las doce de la noche, los fines de semana y cuando los propietarios están ausentes. Para asegurarse de ello, tocan los timbres de los domicilios y, si nadie contesta, entran a robar. Para evitar ser vistos en plena faena, suelen acceder a los inmuebles por la zona de huertos y, desde allí, irrumpen en los patios de las viviendas. Para entrar a las casas utilizan puntales o barras de hierro, con las que revientan rejas y parten ventanas.

Fuera, en el exterior, vigila uno de los integrantes del grupo, para ‘dar el agua’ si pasa alguna patrulla policial o si llegan los dueños de las casas. Una vez que los cacos se encuentran en el interior de los domicilios, revuelven todas las estancias en busca de joyas y dinero. Los casos denunciados en el cuartel de la Guardia Civil son casi idénticos y se ha establecido ese patrón de actuación de los sospechosos.

Gran valor sentimental

A Antonio le robaron en su casa de La Loma el 18 de marzo por la noche. Salió a cenar con su mujer y, al regresar a su vivienda, el matrimonio encontró una reja destrozada y todo revuelto en el interior de su domicilio. «Nos habían robado, tanto un dinero que teníamos como recuerdos familiares. Se llevaron una medalla y una pulsera de oro de mi suegra fallecida que mi mujer tenía guardadas; también joyas de las comuniones de mis hijas, como las medallas, los anillos y relojes, las pulseras… Son recuerdos de un gran valor sentimental». Este vecino cree que la banda se mueve por las acequias de los huertos y por zonas oscuras, alejadas de la carretera principal. Desde ahí saltan a las parcelas y entran en las casas.

«Primero se aseguran de que no haya nadie, tocando el timbre. Si nadie responde, te desvalijan. Un vecino me dijo que esa noche llamaron a su telefonillo dos o tres veces y preguntó que quién era. Salió, porque no contestaban, y fuera no había nadie. Yo, en cambio, me fui de casa con mi mujer, tocarían el timbre y, al no tener respuesta, dedujeron que estaba vacía y se metieron», relata. Antonio advierte de que los vecinos están muy preocupados, tanto los que han sufrido hurtos como los que no. «Todos están poniendo alarmas y hay un poco de psicosis, porque los ladrones van a saco, una casa con otra», lamenta.

Las semanas anteriores a ese asalto se produjeron varios casos más y los días posteriores siguió la actividad delictiva. El 2 de abril, Domingo de Ramos, entraron a casa de otro vecino. Asegura que al llegar a las doce de la noche a su casa advirtió algunos desperfectos. Se percató de que había cristales rotos en el suelo y la puerta de la cocina estaba reventada. Habían utilizado una barra de hierro para forzarla. Al entrar a los dormitorios, toda su ropa y objetos estaban por el suelo y los cajones y armarios, abiertos. «Se llevaron dinero y joyas que tenía mi mujer de su infancia», recuerda el afectado.

El último robo en una vivienda de zona de huerta se produjo el pasado fin de semana en Los Matías. El propietario salió a cenar y, al volver, pasada la medianoche, vio que la puerta de la cocina tenía una barra de hierro empotrada. «Intentaron entrar por ahí, pero no pudieron. Salí al patio y me di cuenta de que me habían quitado la reja. La arrancaron empleando un puntal de obra que tenían por aquí en el terreno y rompieron el cristal de la ventana con una picoleta que cogieron de la caseta para herramientas que tengo en el exterior de la casa», señala el dueño.

Agazapados en los huertos

El escenario dantesco ya conocido era el de las habitaciones revueltas, con cajones y armarios abiertos de par en par. «Probablemente acababan de huir cuando llegué, porque el resto de la casa, el salón y la cocina estaban bien. Buscaron dinero y joyas, cosas de valor que se echan en los bolsillos y seguir», sostiene.

Uno de los principales factores que beneficia la comisión de los asaltos en esta zona es que las viviendas están muy diseminadas. En este último robo, el afectado señala que solo tiene un vecino, pero no vive muy cerca de su casa. «La reja que arrancaron de cuajo mide dos metros de alto y tiene seis anclajes… No es ninguna tontería. Cuando usaron el puntal para arrancarla de la pared, tuvieron que hacer mucho ruido. Hicieron todo el escándalo de una vez y se ocultaron en la huerta, a esperar qué pasaba. Desde su casa, mi vecino dice que escuchó un ruido, pero se pensó que era un toldo, que se movía y pegaba golpes. Bajó a su patio, retiró el toldo y volvió a acostarse. Cuando los ladrones vieron que nadie se alarmaba, entraron a mi casa y arrasaron», relata el denunciante.