79 religiosos custodian los seis conventos de la sede episcopal

79 religiosos custodian los seis conventos de la sede episcopal


Jesús Nicolás

Lunes, 1 de mayo 2023, 00:04

La capital de la Vega Baja siempre ha arrastrado tras de sí la fama de beata, de ciudad de curas y seminaristas. Hasta una célebre canción del tenor oriolano Pedro Terol convino en bautizar a la sacra sede episcopal de los alicantinos como ‘Orihuela del Señor’. Un cariñoso apelativo del que cabría pensar que, en estos laicos tiempos que corren, habría perdido parte de su devota esencia. Pero lo cierto es que, pese a la falta de vocaciones, los claustros oriolanos dan muestra de la robustez del clero regular de la ciudad, seguramente, con más iglesias por habitante de España. 83 religiosos, monjes y monjas todavía custodian los templos cerrados a la vida contemplativa.

Y eso que el siglo pasado se vieron perder comunidades como la mercedaria, cuyo templo se erigía sobre el actual Museo de Semana Santa, o la capuchina, que da hoy nombre al barrio ubicado entre el Rabaloche y San Francisco. Precisamente de esta última barriada procede la última comunidad masculina formada por ocho franciscanos hoy encargados del cuidado del convento de Santa Ana.

Entre las cinco comunidades restantes, tres de ellas son de clausura y otras dos de vida activa. La más numerosa, con diferencia, es la carmelita con nada menos que 40 hermanas. Le siguen las dominicas (12), clarisas (6) y agustinas (6). También estarían las siete monjas de la Congregación Pro Ecclesia Sancta. Últimas en instalarse en Orihuela, aceptaron en 2018 hacerse cargo del monasterio de Las Salesas, que estuvo cinco años vacío.

Mención aparte tienen las otras religiosas de la ciudad que, lejos de residir en grandes monasterios, lo hacen en colegios para los que realizan tareas docentes. En el colegio Nuestra Señora del Carmen son cinco hermanas, en el Jesús María son ocho (cinco en la sede de San Agustín y tres en la de San Isidro), en el San José Obrero están cuatro hermanas teresianas y en el Santo Domingo, residen cuatro discípulas de Jesús.

Oración, estudio y trabajo

Todas ellas regidas por un estricta agenda donde prima el tiempo para la oración, el estudio y el trabajo, buena parte de los conventos sacan adelante su labor caritativa y su sostén económico gracias a iniciativas como la repostería. Tal es el caso de las dominicas. Las moradoras del monasterio de la Santísima Trinidad son, además, famosas por sus ‘tortadas’. «Gustan muchísimo. Yo creo que lo que más valoran es que son artesanales. De hecho, en un libro de cuentas del año 1617 consta que nuestras predecesoras compraban grandes cantidades de harina y almendra», cuenta sor María Luisa.

No obstante, se muestra preocupada por elevada edad de la mayoría de las hermanas. «Hay baja natalidad en las familias y la sociedad ha perdido la vista de las nociones de pecado y de Dios. Y así es muy difícil que los jóvenes se acerquen. La gente se ahoga en lo inmediato», explica como posibles razones la dominica.

Aun así, dice, no duda de que un convento hace un gran bien a la sociedad. «En lo humano, somos un ejemplo de que personas diferentes podemos vivir felices y en paz. Y, en lo social, servimos a la sociedad en su conjunto, sean creyentes o no».

Así también lo cree el padre Fernando Cuenca. Cabeza de los franciscanos oriolanos, dice que, a pesar de esa secularización socia, nunca ha dejado de percibir ese cariño hacia ellos. «Al mismo tiempo que se levantaba Santo Domingo para los que tenían acceso a la cultura, se construyó nuestro convento, que siempre ha tenido un alma humilde, de estar abierto a todo el pueblo».

Un espíritu que, además, mantienen intacto gracias a la alianza que les une tener el honor de cuidar de la imagen del Patrón, Nuestro Padre Jesús. «Su procesión siempre ha sido la de los huertanos y, aunque no haya ya tantos, ese vínculo de unión sigue muy vigente en las pedanías y en los pueblos cercanos».

El obispo devuelve el Seminario Mayor al monte San Miguel

Más allá del clero regular, el secular parece también gozar de buena salud, máxime cuando el obispo, José Ignacio Munilla, ha decidido unificar la sede del Seminario Mayor en Orihuela tras su marcha en los años 60. Una decisión que, explicó el prelado, responde a que el monte San Miguel es el lugar «más adecuado para la vida comunitaria en los parámetros en que la Iglesia nos pide que sean educados los candidatos al sacerdocio». La familia seminarista de la Diócesis arrancó este curso con 50 miembros. De ellos, 17 forman parte del Seminario Menor en Orihuela, donde cursan desde la ESO a Bachillera. A estos habría que sumar 25 jóvenes, más próximos a la ordenación, que hoy estudian a caballo entre Orihuela y el Teologado de Alicante. Su procedencia, además, es dispar: Mutxamel, San Vicente, Tibi, Orihuela, Desamparados, Alicante, Elche, Callosa de Segura, Alfàs del Pi, Villena, Aspe, Catral, Castalla, Albatera, San Juan, Elda y Callosa d’Ensarrià.

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