Desfile de reyes para bendecir al nuevo coronado

Desfile de reyes para bendecir al nuevo coronado

Cuando la invitación llegó al palacio de los Grimaldi en Mónaco, el príncipe Alberto no dudó un segundo. Fue la primera cabeza coronada del viejo continente en confirmar su presencia en el gran día de Carlos III. Un acontecimiento así es único, vino a decir Alberto II, quien ayer estuvo acompañado por la princesa Charlene, con gesto serio, solemne. Nunca antes, de hecho, un nuevo monarca británico se había rodeado de iguales para su coronación. No hay nada escrito en el férreo protocolo británico al respecto, pero las instantáneas que han dejado la historia hablan de que los reyes y reinas no eran bien recibidos en las coronaciones del monarca británico. El motivo, que el protagonista de la jornada superara en rango a cualquier otro de los asistentes, que nadie pudiera hacerle sombra al nuevo rey. Nadie se la hizo. Imposible ante tanta pomposidad.

La coronación de Carlos III ha roto moldes. El eterno aspirante al trono británico quiso que los primeros espadas de la realeza de todo el mundo fueran testigos de un momento para el que llevaba preparándose 70 años y 214 días. En pocos países se celebran actos de estas características para dar la bienvenida a un monarca. Y salvo en Reino Unido, en ningún otro se dejan pasar varios meses desde que el heredero asume el trono hasta que se coloca la corona. Y nunca hasta ahora su consorte había acaparado tal protagonismo como ayer hizo Camila.

Para encontrar una imagen parecida a la que dejó este sábado la Abadía de Westminster hay que retrotraerse una década y trasladarse a Amsterdam, a la coronación de Guillermo, o a octubre de 2019 en Tokio, a la entronización de Naruhito. Uno y otro se hicieron acompañar, como ahora Carlos III, de miembros de la realeza: el rey de los Países Bajos, de príncipes herederos en su mayoría; el emperador de Japón, de cabezas coronadas y aspirantes al trono. Los otros monarcas de nuevo cuño, Felipe VI de España y Felipe de los Países Bajos, juraron su cargo ante los parlamentos de sus respectivos países en actos sobrios y sencillos.

Si hasta el funeral de Isabel II, en septiembre pasado, nunca antes un acto oficial había logrado reunir a tantos reyes para despedir a la matriarca, la coronación de Carlos III no le quedó a la zaga. Lo que se vivió en Westminster fue una explosión de color, sofisticación y joyas de leyenda.

Chatones de Victoria Eugenia

Brillaron con luz propia las mujeres de la familia real británica, incluida la benjamina, Charlotte. Ella cerró un cortejo que tuvo su punto álgido cuando la realeza europea pisó el azul que alfombraba la abadía. Para entonces, el resto de invitados ya llevaban casi una hora ocupando asiento. La reina Letizia, con un Carolina Herrera rosa chicle y pamela de la sombrerería Balel, hizo un guiño a la monarquía británica al lucir los pendientes de chatones de la reina Victoria Eugenia. El Rey vistió el uniforme de capitán general del Ejército de Tierra. Accedieron al templo tras los reyes de Tailandia, Maha y Soamsawali.

Tras ellos, el resto de miembros de las familias reales europeas, con Carlos Gustavo de Suecia, que este año cumple medio siglo en el trono, y su heredera Victoria. También los reyes Guillermo y Máxima de los Países Bajos (en el templo coincidieron con las princesas Amalia y Beatriz); los reyes Felipe y Matilde de los belgas, esta vez sin la princesa Isabel, quien la noche previa había acompañado a su padre a la recepción de Buckingham; Abdalá II y Rania de Jordania; y los ‘felices’ reyes de Bután, Jigme y Jetsun.

La reina Ana María, viuda de Constantino de Grecia, se hizo acompañar del príncipe Pablo y Marie-Chantal. Margarita de Dinamarca y Harald de Noruega, los monarcas más veteranos de Europa, estuvieron representada por los príncipes Federico y Mary, y Haakon y Mette-Marit. Tampoco faltaron los grandes duques de Luxemburgo, Enrique y María Teresa; el príncipe heredero de Japón, Fumihito de Akishino, y su esposa, la princesa Kiko; los príncipes herederos Luis y Sofía de Liechtenstein; los príncipes Alejandro y Katherine de Serbia; así como la princesa Margarita de Rumania y su esposo Radu Duda, grandes amigos de Carlos III. Un despliegue de coronas sin precedentes en el gran día del Rey de Inglaterra.

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