Los últimos de La Plasa en Torrevieja aguardan tiempos mejores

Los últimos de La Plasa en Torrevieja aguardan tiempos mejores


Jesús Nicolás

Domingo, 14 de mayo 2023, 10:00

Un cambio radical en apenas cinco años. Así describen los propios comerciantes la transformación que ha sufrido el tradicional mercado de abastos de Torrevieja, de estar casi al completo a sobrevivir con apenas lo justo: una frutería, una pescadería, una charcutería-carnicería, una panadería, un puesto de congelados, otro de encurtidos y un bar. De hecho, en estas últimas semanas, es raro el viernes que, tras salir de la Junta de Gobierno, el concejal-secretario, Federico Alarcón, no da a conocer la baja de algún puesto que, a la espera de la ansiada reforma esta próxima legislatura, están vetados al emprendedor.

Una rutina de desangelados pasillos, de rótulos de recuerdos de antaño, que, sin embargo, todo sea dicho, no mina un ápice el ánimo de los últimos de La Plasa. En su mayoría, personas de callo, con bagaje en lo que a captar clientela con su charla y su sonrisa perenne se refiere. Ellos han sabido adaptarse a los tiempos aunque sin poder evitar recordar con añoranza aquel bullicio y esas peleas por hacerse con el último rincón del pasillo en ya lejana era de antes de los supermercados.

«Habrá que pasar el trance, pero seguro que será para mejor»

Adelaida

Vendedora de encurtidos

Cuatro generaciones nada más y nada menos lleva con la persiana levantada la familia de Ana María Andreu. Con la marcha de sus únicos compañeros de gremio a principios de este año, los únicos que siguen brindando a turistas y locales los verdeles, sardinas y langostinos más frescos de la bahía salinera es Pescados Calderón. «Antes venía todo el mundo al mercado, los centros comerciales han hecho esto polvo». Si sigue, dice Andreu, es «porque esto me gusta mucho. Yo he trabajado siempre aquí, he sacado a mi familia adelante con esto, pero ahora a los autónomos nos tienen liquidados. Salimos adelante sin la ayuda de nadie», se queja.

Por eso, esta pescadera no ve otra alternativa a que el esfuerzo que ellos hacen por renovarse también se vea reflejado en un edificio mucho más atractivo. «Hay que hacerlo nuevo, con otro estilo y otra clase. Que haya también aparcamiento para que la gente pueda venir porque el que hay abajo es caro y está fatal». A su juicio, abunda, no se dan facilidades. «Tú sales y aparcas ahí fuera y te han denunciado».

Y aunque que venga más gente es sinónimo de más competencia, ellos lo tiene claro. «Tiene que haber más puestos para que la gente pueda elegir. Mucha gente me dice qué bien por ser la única pescadera. Pero yo quiero que haya variedad y cada uno defienda su producto». Así, se muestra ansiosa por que el nuevo proyecto sea un revulsivo que devuelva la chispa perdida a La Plasa. «Si queda como han enseñado está precioso»..

No muy lejos de ella está, en el pasillo paralelo, su compañera Adelaida. 43 años hacía este mes esta veterana vendedora desde que entró a La Plasa a trabajar. «Yo guardo muchos recuerdos porque desde bien joven he estado fuera vendiendo helado, luego estuve dentro vendiendo flores y huevos y luego ya me casé con el que estaba justo enfrente de mi puesto y empecé con las aceitunas».

Años en los que, reconoce, las costumbres han cambiado. «Antes su padre venía a por las anchoas en salmuera –recuerda de la mano de una sus clientas más fieles–. También gente de Campoamor, que era donde estaban los chalés de la gente más pudiente».

«No puedo ser la única pescadera, tiene que haber muchos puestos para que vuelva la gente»

Ana María Andreu

Pescadera

Conocedora de la antigua plaza (la anterior a los años 90) afronta el «trance» de un nuevo cambio con mucha esperanza. «Esto se va a quedar muy bien, pero, claro, hay que pasarlo», dice sin perder la sonrisa. «Ahora que es del Ayuntamiento, habrá que pasar la calentura. Hay mucha gente que quiere entrar a trabajar».

Así lo ha previsto el Consistorio que espera encajar la única pieza que queda del puzle, ese 1% de la propiedad, cuyo titular está en proceso de embargo, y que el Ayuntamiento, a través de Suma, espera que revierta en propiedad municipal. Solo entonces La Plasa, tal como han previsto, podrá transformarse en ese espacio abierto en cuya planta baja confluirá el mercado tradicional de siempre con el nuevo gastromercado. «Lo que pretendemos es que tú puedas comprar un producto en el interior y que te lo cocinen en cualquiera de los de los establecimientos del exterior. Todo en un espacio transparente y abierto donde las terrazas se adentran sobre el edificio», explica el alcalde, Eduardo Dolón.

Respecto al mientras tanto de la obra, el regidor reconoce que no hay nada cerrado. «Hemos estado avanzando en conversaciones sobre qué podríamos hacer, si finalmente se ubicarían en alguna zona o establecer alguna indemnización. Lo que sí que pretendemos es que la reforma de la fachada del edificio coincida con la del mercado, y, para cuando eso esté hecho, continuar trabajando en los pisos superiores con el mercado ya abierto».

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