Las bibliotecas desaparecen poco a poco de los colegios

Las bibliotecas desaparecen poco a poco de los colegios

Cada cinco años, la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo (IEA, por sus siglas en inglés) hace público el Estudio Internacional de Progreso en Alfabetización Lectora o PIRLS, que así se conoce por su nombre en inglés Progress in International Reading Literacy Study. Este 2023 se presenta la quinta edición del informe que en sus últimos resultados concluyó que «el alumnado con biblioteca escolar alcanza valores de rendimiento superior». «Son el corazón de los colegios», aseguran los expertos.

Sin embargo, la presencia de estas cada vez es más testimonial y a pesar de que el artículo 113 de la Ley Orgánica 2/2006 de Educación establece que «la obligatoriedad de creación de bibliotecas escolares por parte de las autoridades competentes».

Un mal que se da especialmente en los centros de primaria de España, según los últimos datos disponibles en el archivo del Ministerio de Educación y Formación Profesional. En el curso 2019-2020, justo previo a la pandemia provocada por la Covid-19, casi siete de cada diez centros educativos tenían abierta su biblioteca escolar, muy lejos del anterior estudio del año escolar 2015-2016 cuando el porcentaje de funcionamiento era casi del 86%.

La cifra también se reduce casi cinco puntos porcentuales en los recintos donde se imparten conjuntamente estudios relacionados con la primaria y secundaria obligatoria. Una tendencia preocupante y que, todavía, no recoge las restricciones que se aplicaron tras la llegada de la Covid-19 en febrero de 2020 y que, en primera instancia, conllevó el cierre de los centros escolares y tras la reapertura se acotó el uso de espacios comunes. «Hoy en día, el modelo dista mucho de satisfacer las necesidades de la educación para el siglo XXI. Es más, las bibliotecas escolares no están en las agendas políticas y el fundamento y apoyo legislativo está obsoleto», apuntan en un artículo publicado en The Conversation Eduardo de la Cruz Palacios, bibliotecario en la Unidad de Recursos de Información Científica para la Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y Miguel Ángel Marzal García-Quismondo, profesor de Gestión de la Información y del Conocimiento, Universidad Carlos III.

Esta normalidad se aleja de los objetivos marcados por la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA por sus siglas en inglés): «Las bibliotecas representan un eslabón esencial en la cadena entre quienes recopilan o producen pruebas y quienes deben utilizarlas para tomar decisiones». Estos espacios «permiten a todos los miembros de la comunidad escolar convertirse en pensadores críticos y usuarios efectivos de la información en todos los formatos y medios», añaden en su manifiesto firmado por la IFLA y también por la Unesco.

La caída en Cataluña

A pesar de su obligatoriedad, marcada en ese artículo 113 de la Ley Orgánica de Educación de 2006, las bibliotecas escolares en España no ha aumentado, sino que ha descendido 6 puntos porcentuales. Un retroceso que se observa en numerosas comunidades autónomas es especialmente llamativo el caso de Cataluña y las Islas Baleares. «Varias investigaciones han demostrado que estos espacios mejoran la comprensión lectora y el aprendizaje de los alumnos», asegura Cristina Novoa, ex asesora técnica docente de bibliotecas escolares en la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia.

Según los datos del Ministerio de Educación, ambas regiones apenas alcanzan el 54,8% en Baleares y el 56,8% en Cataluña. «Los gobiernos deberían reconocer el papel de las bibliotecas de todo tipo en el apoyo a una mejor formulación de políticas de desarrollo sostenible y garantizar que las utilizan plena y eficazmente», apunta el manifiesto de la IFLA. Sólo en Cataluña, los centros han perdido una de cada cuatro de estos espacios. «No hay recursos suficientes», apunta Novoa.

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En la actualidad, los recursos que se destinan llegan a través de las federaciones de padres y madres de alumnos. Menos de la mitad de los centros educativos españoles, según los datos del curso 2019/2020, poseía una partida específica para las bibliotecas escolares. «El dinero del Ministerio de Educación dejó de llegar en 2011 y entonces cada comunidad inició su propio camino, pero con muy pocos euros», añade. El descenso en el presupuesto que cada centro maneja de una forma u otra, los pocos euros que llegan se destinan a la compra de fondos, audiovisuales o libros, para el centro. «Pero no se hace un programa específico».

«El dinero del Ministerio de Educación dejó de llegar en 2011 y entonces cada comunidad inició su propio camino, pero con muy pocos euros»

Cristina Novoa

ex asesora técnica docente de bibliotecas escolares en la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia

La mayoría de centros con biblioteca cuenta entre 2.001 y 5.000 el número de fondos. «¿De qué sirve tener estos números si no hay gente, para mantener estos espacios se necesita un equipo específico», denuncia la ex asesora de la Xunta de Galicia. El 28,4% de las bibliotecas escolares son atendidas por equipos de más de 5 personas; el 51,9% cuenta con un equipo de 2 a 5 personas y el 18,6% restante por una única persona. En el 95,7% de los centros su profesorado participa en el equipo de la biblioteca.

Este trabajo lo tiene que hacer una persona o un equipo para fomentar actividades y que no solo sea un lugar de fomento de la lectura, también ha de ser, por ejemplo, sitio para la educación en medios», explica la experta. Es llamativo el caso de los centros privados, en los que en el 11,1% de los casos se incorpora personal técnico especializado al equipo de biblioteca pero disminuye significativamente el porcentaje de profesorado en el equipo. En el 53,1% de las bibliotecas su coordinador/responsable tiene formación específica en labores de biblioteca y el 44,9% ha recibido formación en el último año.

«Es un problema de recursos», vuelve a advertir Novoa. Una merma que no solo se ve reflejada en la falta de personal, sino también en el horario de apertura de estos espacios. Si en el curso 2015/2016, cuatro de cada diez bibliotecas en los centros escolares abrían 5 horas o menos en una semana, un lustro después el número supera el 50%.

Las bibliotecas escolares llevan consigo la responsabilidad de servir a la educación, siendo el primer contacto bibliotecario de las nuevas generaciones. «Es el momento de revertir esta situación», comenta Novoa.

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