¿Se han preguntado alguna vez cuándo comenzamos a besarnos? Los investigadores suelen diferenciar dos tipos de besos: el amistoso y entre familiares, que sería universal, es decir, se da en todos los lugares y épocas; y el de índole romántico y sexual, característico de las sociedades jerarquizadas por el criterio que sea: económico, religioso…. Según los expertos, este último tiene la función de evaluar a la pareja con las señales químicas que se transmiten en la saliva y el aliento -de forma inconsciente, se entiende- y comenzar la excitación que allana el camino para la relación sexual -esto ya de forma consciente-. Especialistas de las universidades de Oxford y Copenhague han llegado a la conclusión de que el primer beso de tipo sexual del que se tiene registro ocurrió en Mesopotamia hace unos 4.500 años, un milenio antes de lo que se pensaba hasta ahora.
«Se han conservado cientos de tablillas de arcilla que contienen claros ejemplos de que los besos eran parte de la intimidad en aquellos tiempos», asegura, Troels Pank Arboll, experto en historia de la medicina en Mesopotamia. El trabajo se publica este jueves en la revista ‘Science’. Precisamente esta práctica pudo ayudar a la transmisión de algunas enfermedades como el virus del herpes tipo 1, que se propaga mayoritariamente por contacto bucal y causa infecciones en la boca y la faringe.
Besarse no es un comportamiento exclusivo de los seres humanos. Los bonobos, llamados también chimpancés pigmeos y conocidos por su intensa actividad sexual, se besan en los labios con este propósito. Los chimpancés también lo hacen, pero de forma platónica como parte de su equilibrio social. Ambos son los primates más cercanos a nosotros, lo que podría ser una pista para suponer que nuestros ancestros también lo habrían hecho. Se suele citar también a los ‘amantes de Ain Sari’, una escultura datada hace 11.000 años, como la primera referencia a un abrazo sexual.
La Antigua Mesopotamia, ubicada en las actuales Irak y Siria, es la cuna, junto a Egipto, de las ciudades-estado y de la escritura. Esta nació precisamente por las necesidades de los gobernantes de llevar un registro de las cuentas estatales, especialmente de los impuestos que necesitaban cobrar. Se escribía sobre unas tablillas de arcilla que utilizaron tanto los sumerios como los acadios. En el caso de los primeros se refieren a los besos en un contexto sexual, asociados a una práctica que se hacía después de tener relaciones. Entre los segundos, se dan casos tanto de estos últimos como de los primeros -los amistosos-, describiendo una exhibición de sumisión o respeto a través del acto de besar los pies o el suelo.
«En muchos de estos textos se hace evidente que besarse era algo que las parejas casadas hacían y era algo que los no casados deseaban cuando estaban enamorados», explican en su artículo. En concreto, en uno se describe cómo una mujer casada casi pierde los papeles por el beso de un hombre; en otro, una mujer soltera jura que evitará besar y tener relaciones con un hombre al que menciona. «Aparentemente, la sociedad trató de regular dichas actividades entre personas solteras. Y estaba mal visto hacerlo en público», subrayan.
Transmisión de enfermedades
Pero los ósculos de índole sexual pudieron tener una contrapartida inesperada, la transmisión de enfermedades. Se han encontrado evidencias en restos fósiles de la presencia de virus como el de Epstein-Barr -causante de la mononucleosis o ‘enfermedad del beso-, el parvovirus humano B19 -conocido también como la ‘enfermedad de la bofetada’ debido al sarpullido rojo que aparece en las mejillas- y el mencionado herpes tipo 1 (HSV-1).
Precisamente este último se ha propuesto como la causa más probable de una enfermedad que en los textos mesopotámicos se llamó ‘bu’shanu”, palabra que deriva del verbo apestar. «Es interesante subrayar las similitudes entre el bu’shanu y los síntomas que causa el virus del herpes simple. El ‘bu’shanu’ se localizaba fundamentalmente en o alrededor de la boca y la faringe, uno de los síntomas más característicos de la infección del (HSV-1)», explican. «Si la práctica de besar estaba muy extendida y bien establecida en una variedad de sociedades antiguas, sus efectos en términos de transmisión de patógenos probablemente debieron ser más o menos constantes», concluyen.
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