Fin de ciclo de Ciudadanos en la política española. La formación naranja confirmó hoy que no concurrirá a las elecciones generales del próximo 23 de julio tras el fracaso electoral del 28-M –que les ha hecho pasar de ser tercera fuerza municipal a novena al sumar apenas 300.000 votos– y el adelanto electoral anunciado por Pedro Sánchez. Así lo decidió el Comité Nacional del partido y corroboró el secretario general de los liberales, Adrián Vázquez, quien sostiene que la decisión no implica la disolución de la formación y que responde al objetivo de «rearmarse orgánica e intelectualmente» para volver al ruedo electoral en las elecciones europeas de 2024.
«El espacio liberal no ha sido lo suficientemente atractivo», señalaba Vázquez, quien comparecía junto al resto de miembros del Comité Permanente en la sede de los liberales. El también eurodiputado aseguraba que, a pesar de la decisión adoptada, «no se rinden» respecto al futuro del partido porque «saben que no hay espacio electoral pero sí espacio político para las ideas de centro liberales» –descartando así cualquier tipo de sinergía o inclusión en las filas del PP–.
El descalabro de los naranjas en las elecciones celebradas el pasado domingo ha sumido al partido en el peor de los escenarios que manejaba la cúpula, cuya intención inicial siempre pasó por concurrir a las generales –que se iban a celebrar en diciembre– y convocar incluso un proceso de primarias para escoger el candidato. La reunión de ayer se alargó más de lo previsto y hubo debate al respecto. La expresidenta de los naranjas, Inés Arrimadas, o la exvicealcaldesa Begoña Villacís –quien no logró representación en el ayuntamiento de la capital el 28-M– eran algunas de las voces que abogaban por el parón electoral, mientras que otros miembros del Comité Nacional, formado por el núcleo duro del partido y los presidentes autonómicos –50 miembros en total–, plantearon sus dudas acerca de que esta fuese la mejor opción. Pero el máximo órgano deliberativo de los liberales llegó finalmente a la conclusión de que el actual clima no favorece sus opciones de lograr un buen resultado y que Alberto Núñez Feijóo, líder del PP, acabará concentrando el voto contra Pedro Sánchez.
Los liberales optan así por centrar sus esfuerzos en los casi 400 concejales que mantienen desde el pasado fin de semana, así como en los diputados regionales que conservan en Castilla y León, País Vasco y Cataluña. El grupo parlamentario en el Congreso, con el anuncio del adelanto electoral y la disolución de las Cortes, ya ha iniciado su proceso de desmembración. Vázquez anunció que los trabajos que la formación llevará a cabo en las próximas semanas –celebrarán un «gran encuentro» en julio en el que se determinarán los pasos a seguir– irán enfocados al rearme de cara a las elecciones europeas que tendrán lugar en 2024. Un ciclo distinto al actual en el que los liberales confían en ser capaces de volver a encontrar su nicho electoral, al igual que han hecho otros partidos liberales en Europa.
Y es que la formación que actualmente lideran Patricia Guasp y Vázquez ha pasado en los cuatro últimos años del casi todo a prácticamente nada. Los liberales nacieron hace 17 años como partido únicamente catalán para plantar cara al independentismo, consiguiendo por primera vez en 2012 tener grupo parlamentario propio con nueve escaños –el triple de los que habían obtenido en 2006 y en 2010–. En 2017 lograron la proeza de ganar al independentismo las elecciones tras el 1-O, –aunque no llegaron a intentar formar gobierno–. Y el ciclo electoral de 2015, por su parte, les catapultó y en las autonómicas lograron el 6,55% de los votos y 1.516 concejales, mientras que en las generales de ese año –las primeras a las que concurría– obtuvieron 40 escaños en el Congreso. Esos comicios se repitieron en junio de 2016 y el partido entonces liderado por Albert Rivera perdió ocho escaños, pero fue decisivo para facilitar el segundo ejecutivo de Mariano Rajoy. En las siguientes generales, las de 2019, llegó a disputar al PP la hegemonía de la derecha, cuando se convirtió en tercera fuerza en el Congreso y se quedó a tan solo 218.000 votos del sorpasso.
Antes de eso, en las andaluzas celebradas en Andalucía en 2018, Cs consiguió entrar por primera vez en un gobierno de coalición regional de la mano del PP, poniendo fin a más de tres décadas de gobiernos socialistas. Y en las autonómicas de 2019 mejoró su resultado de 2015 y consiguió gobernar en coalición con los populares en Andalucía, Madrid, Murcia y Castilla y Léon y en ciudades como la capital española. Ese fue el momento en el que pudo alcanzar un pacto con el PSOE a nivel nacional y constituir un gobierno en La Moncloa con Sánchez, pero tal cosa nunca se produjo. Algo que los naranjas pagaron caro en la repetición electoral del 10 de noviembre de 2019, cuando pasaron de 57 a 10 diputados y Albert Rivera, que podría haberse convertido en vicepresidente meses atrás, dimitió como líder. El bagaje del partido desde entonces resulta demoledor y Cs ha fracasado en las urnas cada vez que ha acudido a ellas.
La fallida moción de censura con la que PSOE y la entonces cúpula de Ciudadanos trataron de desbancar al PP del poder en la Región de Murcia en 2021 aceleró el declive en el plano autonómico. El fracaso de ese movimiento propició elecciones en Madrid y los liberales, que formaban parte del ejecutivo junto a los populares, perdieron su representación en la asamblea de la comunidad. Una realidad que se replicó en los comicios celebrados más tarde en Andalucía o Castilla y León y que ha acabado por confirmar el 28-M, donde han desaparecido de casi todos los territorios después de haber llegado a estar presentes en todas las cámaras regionales –a excepción de Galicia–.
La cita electoral de Andalucía del pasado año, precisamente, provocó que se acelerara el proceso de refundación, algo que acabó provocando un cisma interno. Las acusaciones cruzadas entre las candidaturas se sucedieron y el tándem Guasp-Vazquez se impuso finalmente a la lista que lideraba Edmundo Bal, portavoz adjunto en la Cámara Baja. La nueva etapa iba a estar marcada, sostenían los nuevos líderes, por no tener una política de pactos preferenciales con ningún partido. Pero casi medio año después y tras no ser capaces de remontar el vuelo el pasado domingo, el partido se decanta ahora por una ausencia histórica en la cita con las urnas el 26-J para concentrar el voto en el PP –tal y como defienden la mayoría de voces naranjas aunque no haya sido verbalizado por la dirección nacional–.
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