¿Te llevarías a casa un mueble que alguien ha dejado en el contenedor de la basura y que todavía está en el suficiente buen estado como para recibir un nuevo uso? La pregunta logra, posiblemente, respuestas bastante categóricas, pero esta reflexión es la que está en la base de un nuevo movimiento, nacido al calor de las redes sociales. Se llama stooping y consiste en justamente eso, aprovechar aquello que alguien ya no necesita.
Alguien ve algo usable, avisa a quienes gestionan la cuenta de Instagram en la que se da el aviso (el stooping va por ciudades) y se sube una foto alertando de dónde está y en qué estado. Quien lo quiera solo tiene que pasarse por allí y cogerlo.
Magali Navarro abrió en 2021 la cuenta Stooping Vigo. «En los paseos que daba todos los días por el barrio, siempre encontraba algo: una maleta, una silla, un sofá, etc», apunta. «Me sorprendía la frecuencia con la que los veía, incluso bajo la lluvia, y me partía el corazón no poder llevarlos, aunque sí pude «rescatar» algunas cosas, como plantas, libros y sillas», señala. Las redes sociales le descubrieron un potencial mundo, el de estos perfiles en los que se publican imágenes de avistamientos en contenedores y calles. «La dinámica de stooping me pareció tan sencilla como maravillosa: un grupo de personas, organizándose por puro altruismo para «rescatar tesoros» que otras desechan, ayudando a reducir los desperdicios y la contaminación y ahorrando dinero a la vez», apunta Navarro.
El perfil vigués es, de hecho, una de las muchas que operan en Instagram en España. Barcelona, Madrid, Lugo, Getxo, Valencia o Santander son algunos de los lugares en los que ya existen cuentas que apuestan por la idea —es la ‘bio’ de la cuenta santanderina— de que «basura para unos, tesoro para otros». Posiblemente, la de Barcelona sea la más popular de las cuentas españolas: tiene 23.400 followers. Están, eso sí, lejos todavía de las elevadas cifras de seguidores de stoopingnyc (unos 440.000), la cuenta de referencia en este universo.
Al otro lado del teléfono, Andrés Morales Pachón, profesor del Máster Universitario en Cooperación Internacional al Desarrollo: Gestión y Dirección de Proyectos de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) e investigador en economía circular, explica que en Estados Unidos y Canadá ya existe una cultura de dejar las cosas que no se usan para que otros las recojan. En esos países aparecieron las primeras cuentas exitosas en Instagram (Nueva York, pero también Toronto), que además dotaban de un cierto aire ‘cool’ a la práctica.
Y esto es determinante, porque ayuda a visualizar de una manera positiva lo que al final es economía circular. «Pienso que es importante atraer a la gente», apunta Morales Pachón.
Un cambio de filosofía
Aunque tenga un nombre llamativo —y en las últimas semanas viral—, el stooping no es más que una vertiente más de una nueva manera de enfrentarse a las cosas. Es decir, para reducir la huella ambiental y para que el consumo no lastre —más— al planeta, se aprovecha lo que ya existe. Se reutiliza.
«Cuando veo un mueble en buen estado en la basura, lo primero que pienso es que podría ser útil para alguien más y que es una pena que vaya a parar a un contenedor o vertedero, cuando podría seguir cumpliendo perfectamente su función», explica Navarro. Esa preocupación es la que tienen los participantes del stooping.
«Cuando veo un mueble en buen estado en la basura, lo primero que pienso es que podría ser útil para alguien más»
Magali Navarro
¿Quiénes son más receptivos a esta idea? ¿Es una cuestión de jóvenes o del público en general? «Sin ninguna duda, las nuevas generaciones», apunta el profesor de la UNIR. Tiene lógica: Morales Pachón recuerda que están más concienciados y que en las redes sociales se habla ya también de esto (hay influencers, señala, que ya abordan estas cuestiones).
Aun así, sería un error pensar que esta cuestión es solo para la juventud. Que las marcas estén cada vez más comprometidas con cuestiones como la reutilización de productos, muestra su potencial y su futuro, recuerda el experto. De hecho, cuando se le pregunta al profesor por hacia dónde irá el futuro, lo tiene claro: se va a ampliar el mercado del suprarreciclado. «No a reutilizar las cosas, sino a recuperarlas», indica. Es el conocido como ‘upclycling’, crear productos nuevos y actualizados desde otros que ya existían.
Si Stooping Vigo puede servir como muestra desde la que entender qué ocurre, el impacto de la práctica es ya bastante transversal. Su responsable asegura que ya hay «gente de todas las edades» que manda fotos y sigue los avistamientos. La respuesta de la comunidad ha sido, además, muy positiva. «Yo solo la administro, el verdadero trabajo lo hace la comunidad al otro lado», indica Navarro. «El boca a boca también ayudó mucho a que la cuenta se hiciera popular y el interés haya crecido enormemente», asegura.
Sus avistamientos tienen ya tiempos de respuesta muy rápidos. «Si se trata de algo original y bonito, independientemente de si es antiguo al nivel de ser considerado una reliquia o si es moderno al más puro estilo escandinavo, dura menos de una hora en las calles», apunta Navarro, que puntualiza, eso sí, que esos márgenes dependen mucho del tipo de mueble o producto publicado. «Pero casi todo es aprovechado y rescatado», suma.
No, no glamuriza la pobreza
Cada vez que una de estas prácticas que implican usar lo que para otros eran deshechos se hace popular —y más cuando la acompaña un nombre en inglés—, emerge un nuevo debate. ¿Es esta una vía para reducir el consumo o se está simplemente glamurizando la pobreza y el no poder acceder a ciertos recursos?
Morales Pachón es claro: el stooping no glamuriza la pobreza. «Es un poco ignorancia en cuanto a lo que se refiere a la economía circular», responde, cuando se le pregunta por qué se puede llegar a esa conclusión. De hecho, señala que es casi preferible glamurizar tendencias como estas que hacerlo con el consumismo. En la misma línea se pronuncia Navarro. «No necesariamente recuperar un mueble significa que no se tiene el dinero para comprar otro, y si fuera el caso, ¿qué tiene de malo hacerlo?», reflexiona. «Lo que no deberíamos glamurizar, opino, es el estilo de vida del «usar y tirar»», afirma.
Y sí, ahora estamos hablando de esto porque se ha puesto de moda, pero quizás ese es el primer paso para afianzar en la cotidianidad la economía circular. «Todo empieza como moda, pero luego encaja en nuestra vida diaria», apunta Morales Pachón. Hace 15 años, ni siquiera había contenedores de reciclaje en todas partes, recuerda, y ahora ya lo vemos como lo más normal del mundo.
La segunda mano supone un ahorro potencial de más de 900.000 toneladas de CO2 en España
El mercado de segunda mano en España volvió a crecer un año más hasta alcanzar los 5.200 millones de euros y volvió a ahorrar potencialmente miles de toneladas de CO2. En concreto, 922.557 toneladas. «La compraventa de segunda mano no sólo impacta en la emisión de gases, el ahorro repercute también en el uso de materias primas, especialmente plásticos y metales, acero y aluminio», señala Milanuncios en su informe anual.
Las ventas relacionadas con motor lideran el ahorro de emisiones, ya que por cada compraventa de coche de segunda mano se ahorran 2.805 kg de CO2, 193 kg de plástico, 1.319 kg de acero y 128 kg de aluminio. En el caso de los muebles, por cada silla, sofá y sillón que se vende de segunda mano se ahorran 365 kg de emisiones CO2, 19 kg de plástico y 8 kg de acero, según datos de Cierra el círculo 2023.
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