Paseo de Alcaraz para citarse con Djokovic

Paseo de Alcaraz para citarse con Djokovic

Cae el sol sobre París y la tarde, a la vez que se despide, recibe a Stefanos Tsitsipas y Carlos Alcaraz en una abarrotada Philippe Chatrier. Es martes laborable, pero parece domingo. Nadie quiere perderse el –hasta el momento– duelo más atractivo de la presente edición de Roland Garros. Aparece concentrado el heleno, animado y seguro de sus posibilidades, a pesar de que en sus cuatro anteriores enfrentamientos ante el murciano acabó mordiendo el polvo. Gana el primer juego y sueña con que esta vez las cosas serán distintas. Se equivoca. Y pronto lo descubrirá.

Sopla el viento como cada día desde hace semanas en la capital gala y agita las hojas de los centenares de árboles del cercano Bois de Boulogne, un gigantesco parque público que fue un antiguo coto de caza de los reyes de Francia y que se ha convertido en la zona de esparcimiento más amplia del oeste parisino. En la República francesa hace mucho que ya no hay reyes. Pero en Roland Garros, donde hasta el pasado año reinó un tirano nacido en Manacor, la corona ha quedado vacante. Se la disputan muchos, aunque todos dan por hecho que será para el veterano Novak Djokovic o para el novel Carlos Alcaraz.

Casi dos horas después ya es noche cerrada y el aire es fresco. Comparten confidencias Carlos y Virginia, los padres del número 1 del mundo. Se ríen. Se relajan. Aplauden a su hijo, un par de filas por detrás de Juan Carlos Ferrero y Albert Molina, en un palco tan repleto como el resto del estadio. El público se relame ante lo que está por venir: este viernes se verán las caras el serbio y el murciano en una semifinal con evidente sabor a final. Es lo que todo el mundo quería. El partido del año ya está aquí. Es lo que la gente deseaba, desde luego. Y es una bendición para los organizadores, huérfanos de un Nadal cuya ausencia fue un fastidio para el torneo.

El problema es que para la semifinal aún queda. Estamos en cuartos de final y la gente ha ido a la Philippe Chatrier en busca de emociones fuertes. No las tendrá, ya que Alcaraz da tal baile a Tsitsipas que los aficionados que llenan la pista central de Roland Garros acaban entregados al griego, animándole en el tercer set como si de un partido de Copa Davis se tratara, para que al menos se anote ese parcial y prolongue el encuentro. Sobre todo, por aquello de sacar partido al pago de una entrada que no es nada barata (255 euros la más económica).

La grada pasa de su asombro por el meneo de Alcaraz a su oponente en los dos primeros sets a reaccionar y alinearse con Tsitsipas, con el objetivo de que la noche se alargue un poco. Alcaraz, que no puede cerrar el partido a las primeras de cambio y permite que la tercera manga se vaya al desempate tras desaprovechar tres bolas de partido, recupera su mejor versión en el tramo final del encuentro y amarra una victoria que le mete por vez primera en las semifinales de Roland Garros.

Un nivel excelso

Se medía el número uno contra el cinco pero durante la primera hora y media del choque parecía una batalla entre un campeón imbatible y un jugador de la fase previa, pues los golpes del murciano eran siderales, siempre ajustados a las líneas, con mordiente y acierto. Esto, añadido a las dejadas marca de la casa y a un revés cada vez más afilado, provocaba que el griego no pudiera meterse en el encuentro, incapaz de ganar dos puntos consecutivos.

Falló y falló el heleno, como una escopeta de feria. Acertó y acertó el murciano, sublime durante 90 minutos de puro fuego sobre la arcilla parisina. Alcaraz solo pareció de este mundo en los últimos juegos del duelo. No le vino mal ese atasco, para alejar cualquier atisbo de euforia antes de medirse este viernes a Djokovic en uno de esos partidos que se recordarán durante toda la vida. Así, fantástico triunfo de Alcaraz (6-2, 6-1 y 7-6) para llegar a las semifinales, donde le espera un Djokovic que va de menos a más en París. Está en juego Roland Garros y el liderato de la ATP.

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