Los últimos amantes del silencio

Los últimos amantes del silencio

Transcripción


Episodio 10

Los últimos amantes del silencio

PODCAST | LOS ÚLTIMOS AMANTES DEL SILENCIO

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: ¿Qué tal? Bienvenidos y bienvenidas a nuestras historias.

JAE: Hay un punto geográfico en el que confluyen Álava, La Rioja y Burgos.

Es una zona áspera y boscosa, el fondo de un valle, en las estribaciones de los Montes Obarenes…

TXEMA RODRÍGUEZ: La escena cuando llegas al monasterio… digamos, te encuentras con una puerta enorme con un camino de grava. Así. Allí no se oye nada más que los pájaros.

JAE: No hay más ruido de otra vida que este rumor acolchado donde se adivinan gorriones, abubillas y cucos. Aquí también vive en silencio una pequeña comunidad de monjes ermitaños.

TR: Son monjes que viven en una reclusión absoluta y viven en silencio.

JAE: Y hasta aquí, en junio de 2022, llegó Txema Rodríguez…en busca de una historia periodística. Un reto…

TR: El hecho de que fuera muy difícil entrar fue un aliciente para intentarlo, ¿no?

JAE: Unas cuantas semanas más tarde, después de llamadas, cartas -por correo postal- y varias conversaciones, Txema había conseguido el permiso. Le abrirían la puerta. Pero, primero, había que llegar hasta ese triángulo recóndito, algo que no resulta nada fácil.

TR: Los últimos kilómetros sobre todo, pues es una pista forestal que está en bastante malas condiciones. Dices: «Madre mía, no sé por dónde me estoy metiendo». Y… asusta un poco pero al final llegas.

JAE: Ahora, muy pronto, sabremos exactamente dónde se llega y qué significa llegar. Antes, unos pocos datos. La historia de este lugar es larga. Comienza en 1169, cuando el rey Alfonso VIII otorga estas tierras a los monjes cistercienses, que vivieron aquí hasta 1835. Los ermitaños camaldulenses se asentaron en 1923… Osea que ya cumplen un siglo de existencia en este lugar. Txema había podido encontrar algo de información sobre esta orden. Y sabía que su vida estaba regida por la oración y el silencio. Se disponía a pasar tres días con estos monjes y responder a la gran pregunta que le rondaba la cabeza:

TR: En realidad yo creo que todo gira en torno a la cuestión del: «¿Por qué», ¿no?, sería ¿Para qué sirve esto que hacéis?, ¿rezar sirve para algo o no?

JAE: Aún no lo sabía, pero dentro le esperaba un hombre llamado Bernardo, que le ayudaría a entender ese mundo que nos parece tan lejano:

TR: Es un personaje con el que conecté enseguida. Muy hablador, como también yo creo que es la gente que se pasa todo el día sin hablar.

JAE: Una persona que se convertiría en su guía dentro del convento, pero también en su amigo.

TR: Empezó a hablarme un poco de todo, ¿no? de su vida; de su vocación, de cómo llegó allí.

JAE: Y al que acudió en busca de respuestas:

TR: Hoy en día yo creo que la mayoría de la gente cree que rezar no sirve para nada. Que es más útil jugar a la primitiva que rezar.

JAE: ¿Cómo se vive la clausura en el siglo XXI? ¿Quién se esconde del mundo? ¿Quien, entre el silencio, y el tiempo medido, reconstruye su espíritu? ¿Cómo sobreviven al silencio? ¿Cómo suena ese mundo?

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JAE: Y una pregunta más, ¿Qué mete uno en la maleta para entrar a vivir en un convento? En el caso de Txema Rodríguez, poca cosa…

TR: No hace mucho, he estado en África, en el África subsahariana, y llevé la misma maleta que llevé al monasterio. Un par de calzoncillos, pantalones, calcetines…

JAE: Pero también libros y cuadernos en los que escribir porque por delante tenía mucho tiempo libre.

TR: Bueno, a veces hago fotografías con una cámara Polaroid y entonces hago como una especie de álbum un poco sui generis sobre el sitio en el que he estado.

JAE: Porque Txema es fotógrafo de profesión, fotoperiodista más bien.

TR: Me dedico a contar historias con fotografías y con contextos.

JAE: En su serie «Crónicas mínimas» ha recorrido media España para entrevistar a personas con vocaciones muy dispares: un Aizkolari, un artesano del papel, un inventor de vinos, un arriero… Esta crónica también parecía especial… No siempre ocurre, pero esta vez sí resultaba pertinente plantearse algunas cosas…

TR: ¿Si soy una persona creyente? Sí y no. No soy ateo, ¿vale? pero tampoco creo en un Dios en concreto. Siempre me ha interesado, desde hace muchos años, todo lo que tiene que ver con la parte espiritual del ser humano. Me da igual la religión que sea.

JAE: Con esa inquietud partió hacia allí. Con un par de mudas, cuadernos y una grabadora. Sigue contando esta historia Andrea Morán y con ella y Txema Rodríguez entramos al monasterio…

PADRE ALFONSO: Muy buenas. Ya viene preparado con todo, ¿Qué tal?

TR: ¿Cómo estás?

PA: Bien. Gracias a Dios. Sí, sí, sí.

ANDREA MORÁN: El Padre Alfonso recibió a Txema tras tocar la campana. Algo que tenía claro el periodista es que quería vivir de la misma forma que los monjes, ajustándose a sus horarios y a sus comodidades (o a la falta de ellas):

TR: Unas habitaciones pequeñas con una cama muy sencilla, una mesita muy pequeña donde puedes comer, una silla y un pequeño armario y una estufa y ya está. Y un crucifijo.

AM: Las celdas del monasterio son austeras. Y la rutina, estricta.

TR: A las 03:30 de la madrugada te levantas, a las cuatro empiezan, empiezan las oraciones que duran tres horas.

AM: El día comienza muy temprano y en el convento se desayuna, se come y se cena en soledad, en la celda. Los monjes sólo coinciden para rezar. El silencio es el hilo conductor necesario para que se produzca esa comunicación con Dios, con el más allá. No puede haber ninguna interferencia…

TR: Es como una especie de nirvana, ¿no? una especie de estado de iluminación.

SONIDOS CAMPANAS LLAMANDO A LA ORACIÓN

AM: En varias franjas del día, el rumor de la oración se abre paso… El Padre Alfonso le explicó a Txema las instrucciones para el rezo. A él todo aquello le pareció una compleja maquinaria logística.

TR: Lo más difícil en realidad fue poder seguir las oraciones porque utilizan un montón de libros distintos. No rezan en latín, rezan en castellano.

AM: A él aquello le pareció una compleja maquinaria logística…

TR: Claro, es que como son muchas horas, te da tiempo a sentir muchas cosas. Para empezar, sentía frío al principio porque la iglesia aquella era fría a las 04:00. Hay momentos también de silencio, momentos de concentración.

AM: Cada uno reza de forma distinta… Hay monjes que son más expresivos, más entregados…

TR: Y hay monjes que son como mucho más introspectivos, que están así como en un estado de abandono.

AM: Entre esos monjes, uno de ellos rezaba con una sonrisa. Era el padre Bernardo.

TR: Entonces después de no sé que rezo porque me pierdo, hay tantos rezos ahí… allá a las 17:00 de la tarde o así, pues vino a donde estaba yo y nos sentamos. Ahí estuvimos hablando. de alguna forma conectamos muy bien…

TX: Esto ya está grabando. Empezamos, dinos: ¿Cómo te llamas, quién eres?

PADRE BERNARDO: Yo para los amigos y familiares soy Nacho. Nacho Martínez. Pero me cambié el nombre al ingresar en la vida monástica. Me puse Bernardo, Bernardo María…

AM: Nos podemos imaginar al padre Bernardo como el arquetipo de monje: con un hábito blanco y la cabeza rapada…

TR: Con una larga barba blanca, digamos. Tiene ese aspecto un poco como Gandalf y calvo; pero ellos son calvos porque, digamos, en esta orden tienes que llevar la cabeza afeitada.

AM: A Txema le llamó la atención su mirada tan dulce…

TR: La falta de contacto con el mundo exterior hace que todo allí sea como un poco más naif, ¿no? Es decir, más infantil, más inocente.

AM: También la forma tan clara que tenía de explicarle el significado de la oración:

PB: La oración no produce nada, no produce nada, pero es el mayor negocio que el hombre puede hacer.

AM: Lo compara con una pareja de enamorados, cuando se buscan el uno al otro para hablarse… Le puso como ejemplo un matrimonio que con el paso de los años ya no necesita de las palabras para comunicarse…

PB: Están juntos, no se dicen nada, pero están tan a gusto.

AM: Txema lo percibió desde el inicio: Bernardo, de 66 años, no es un monje como el resto. Tiene más responsabilidades, de hecho es la persona que se ocupa de recibir a los novicios… Y tampoco su historia es corriente.

TR: Es una historia de una vocación religiosa desde niño.

PB: Pedí la entrada a los 15 años. Tuve que esperar porque era muy joven, entré con 19.

TR: Quería ir al convento mucho antes de lo que legalmente se podía.

AM: Lo consiguió al fin el 21 de noviembre de 1975. Justo al día siguiente de la muerte de Franco.

PB: Estaba viviendo España un acontecimiento histórico, ¿no? Y entonces, pues yo también estaba viviendo, para mí, un día histórico que era mi ingreso, después de cuatro años largos de espera.

AM: Fue entonces cuando decidió cambiar de nombre:

PB: Para mí era muy significativo cambiar de nombre. Era expresión de empezar una vida nueva, una vida nueva.

AM: El padre Bernardo estuvo durante años en varios conventos y desde el inicio siempre mostró una tendencia hacia la vida de clausura, una sin comodidades… Tanto es así que ni siquiera este régimen tan severo es suficiente para él…

TR: El sueño de Bernardo es lo que ellos llaman la reclusión absoluta.

PB: Que es estar en una celda sin salir nada, hacer toda la vida en la celda. Le llevan la comida y él en la celda… pues sigue el mismo horario fundamental de la comunidad. Vive en obediencia pero en reclusión.

TR: Los estatutos de la Orden lo permiten, qué es decir que tú ya quieres quedarte en tu celda y no salir de allí nunca más hasta el día que te mueras.

AM: Pasar el resto de tu vida solo, en una celda, sin tener contacto con nadie y apenas sin salir de una habitación…

TR: Yo con él hablaba mucho de eso, porque me parece una cosa muy loca. Y él me decía que eso le daba igual. Es feliz estando en soledad y en silencio.

AM: Lo que no entendía Txema es que Bernardo entiende el silencio de manera distinta…

PB: El silencio y la soledad monásticas no son como lo que pueda sospechar el mundo. Es una soledad, pero es compañía. El silencio monástico es un silencio que es un diálogo. No es un vacío, no es mutismo.

AM: Su aislamiento, por tanto, es necesario para lograr una mayor cercanía con Dios, con el más allá. Pero hubo una época concreta en la que el estilo de vida de Bernardo no fue tan austero… Pero en el convento anterior en el que estuvo Bernardo, la disciplina no era tan respetada y eso a él le resultaba problemático. La situación le desató una crisis espiritual:

TR: Una crisis de vocación y decide salir del convento y el aterriza en Madrid ya con bastantes años y sin saber nada del mundo. Virgen, lo dice que: «Yo allí, virgen, entero y virgen».

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: Después de años perteneciendo a la vida religiosa, Bernardo salió al mundo exterior. Allí se encuentra un torbellino de estímulos, de ruido, también de alicientes y de nuevas soledades.

PB: En una calle Preciados, en una Puerta del Sol o en una Gran Vía se puede uno sentir sólo en el sentido de que a nadie le importas.

JAE: Enseguida retomamos la historia

PAUSA

JAE: Tras 26 años formando parte de la comunidad religiosa, el padre Bernardo -Nacho, Nacho Martínez- decide dejarlo todo atrás y reintegrarse en la vida civil.

PB: Como estas personas que pueden estar inmersos en la masa del mundo pero anodino

TR: tú también estuviste inmerso en la masa del mundo…

PB: Sí, por eso hablo, por eso hablo de tiempo. Estuve diez años exclaustrado y sé lo que es estar en una gran ciudad.

JAE: Quien charla con él es el periodista Txema Rodríguez. Y quien sigue contando esta historia de silencios, renuncias y descubrimientos es Andrea Morán.

ANDREA MORÁN: Fue en 2001. Bernardo colgó el hábito y se plantó en la capital.

PB: Esa sociedad de ruido, de contaminación acústica, detrás de este bombardeo de imágenes, tanta propaganda, tantas sugerencias…

AM: Se lo cuenta a Txema, que está haciendo un reportaje sobre él, aunque frente a la grabadora Bernardo está más cómodo hablando con distancia de ese otro mundo que conoció de primera mano:

TR: Supuso un reto personal muy fuerte el adaptarse a esa vida, buscarse un trabajo, aprender un trabajo, porque en realidad él no sabía hacer nada.

AM: Cuando Bernardo decide cambiar de vida, prácticamente solo conocía las cuatro paredes del convento. Así que al llegar a Madrid se encontró con una ciudad dura e inhóspita. Empezó a trabajar como jardinero y poco a poco, como haríamos cualquiera de nosotros, fue construyendo una vida que llamaríamos «normal»:

TR: Pues tener su pisito, tener sus amigos, sus amigas, ir al cine…

AM: Su vida religiosa nunca se extinguió del todo:

TR: Creo que me dijo que sí, que hubo una vez, un domingo que no fue a misa, que fue su único. Digamos, ahí tocó fondo espiritualmente.

AM: Y tampoco ocurrió nada extraordinario que rompiera el equilibrio. Pero este duró 10 años: la fuerza de su vocación regresó.

PB: Y entonces sentí una llamada muy fuerte, muy fuerte y muy clara.

TR: Él dice que era muy feliz, pero que a pesar de ser muy feliz, tuvo que renunciar a eso porque la llamada de Dios era más fuerte.

PB: Era una venida sin retorno, era una experiencia que ya sabía dónde me metía y entonces, sabíamos que me iba a quedar aquí.

AM: Cuesta comprender cómo alguien abandona una vida que le es cómoda, que le hace feliz, pero así fue…

TR: Él lloró mucho cuando volvió al convento porque no quería, pero que no podía hacer nada porque sentía esa, bueno, esa obligación moral o personal de ser fiel a su a su vocación.

AM: Al haber conocido este, nuestro mundo, y vivir ahora en aquel, el de la clausura, Bernardo tiene una percepción única sobre la sociedad y los estímulos que nos rodean, su impacto…

PB: El hombre de nuestro tiempo es un hombre que ha perdido la llave de su interioridad.

AM: Desconfía de los teléfonos móviles y de la aparente conexión que nos ofrecen…

PB: El hombre de nuestro tiempo pues está muy impactado por los medios de comunicación, el internet, el móvil. Ahí hay un gran cuelgue.

TR: Es consciente de la amenaza que supone para la vida contemplativa. Es decir, si yo estoy en la celda y recibo un whatsapp, un vídeo… primero te distrae de tu objetivo y luego hace que tu mente se vaya a otro tipo de cosas.

AM: En este convento, de hecho, los móviles están prohibidos…

PB: Yo les he dicho a los novicios: «Están prohibido los móviles eh» y el día que descubra un móvil, echo yo al novicio a la calle. Puedo resultar muy duro pero es que es así. Un móvil es una ruina. Es una ruina.

AM: La desconexión es absoluta. El periodo de prueba son 6 años bajo estas normas para ser oficialmente aceptado. Pero siendo sinceros, no hay cola de espera para entrar al convento…

PB: Digamos todo este tipo de vocaciones están atravesando un momento bastante delicado.

AM: Pero siempre hay personas que se acercan al yermo a solicitar el acceso. Bernardo es la persona encargada de evaluar a los candidatos.

PB: Nosotros exigimos, antes de tomar el hábito, un informe psicológico. No es que la psicología tenga todas las respuestas… pero sí que es algo necesario.

AM: Sabe que hay personas que llegan aquí atraídas por lo que consideran una solución a sus problemas vitales.

PB: Una cosa es buscar y otra cosa es huir. En la huida no hay llamada divina, no hay vocación. Es la búsqueda donde hay vocación.

AM: Creen que en esa huida hallarán la respuesta a sus insatisfacciones, pero los monjes no se fían.

PB: Yo pienso que la búsqueda es otra cosa. Puedes tener mucho éxito en el mundo porque eres rico, porque eres guapo, simpático… puedes poner ahí todo lo que quieras, pero sin embargo, Dios se te manifiesta y te llama y a pesar de todo eso, pues lo dejas todo.

AM: Eso mismo le ocurrió a él…

JOSÉ ÁNGEL ESTEBAN: En la última tarde en el convento, Bernardo y Txema dan un último paseo por el jardín… La luz de la tarde comienza a languidecer.

PB: Y que son muy insípidas, muy duras, tienen la carne muy prieta.

JAE: Allí, revisando el estado de las cerezas, Txema hace un repaso mental de todo lo conversado, de las conclusiones de este viaje…

TR: Ahí dentro es cierto que si te transformas de alguna forma. Te da una perspectiva distinta de las cosas. Ves que son felices, no tienen ningún tipo de preocupación. Más que la de comunicarse con Dios.

JAE: La pregunta de por qué esta gente vive así, qué les impulsa, qué sentido tiene, queda de algún modo respondida…

TR: Siempre que uno se enfrenta entre comillas a la religión, al final llegas siempre a esa línea que es la fe. Entonces, bueno, está claro; yo no tengo fe y ahí hay una división. Y de alguna manera, quiero creer, quiero creer que lo que hacen sirve.

JAE: Desde su encuentro, el Padre Bernardo y Txema se intercambian a menudo cartas por correo postal. Las del monje son una especie de filigrana, con dibujos en los márgenes y una caligrafía redonda y primorosa. Sigue esperando que le concedan la reclusión absoluta y continuar su vida en la celda del yermo. Txema ha vuelto a otras historias.

JAE: Esta ha sido una entrega más de Fuera del Radar, el podcast narrativo que se mueve más allá de la noticia. Gracias, por supuesto, a Txema Rodríguez por estar allí, por hacerla sonar, a Andrea Morán por editar y narrar y a Amalia Yusta por la producción técnica en Valencia.

JAE: Fuera del Radar es un Podcast narrativo producido por los periodistas de las cabeceras regionales del grupo Vocento. La coordinación general es de Andrea Morán Ferres, Carlos García Fernández y Luis Gómez Cerezo han hecho la edición, la producción técnica es de Iñigo Martín Ciordia, el diseño sonoro y la mezcla de Rodrigo Ortiz de Zárate y la dirección y producción ejecutiva de José Ángel Esteban.

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