Todavía sin botas, y sí con tacones, la princesa Leonor estrechaba ayer la enguantada mano del mando militar de la Academia Militar de Zaragoza, la próxima parada de la sucesora al trono en su formación de reina. Iba con sus padres, escoltados por una comitiva encabezada por la ministra de Defensa, Margarita Robles, con tacones algo más altos que los de la nueva recluta, que aterriza del Atlantic College de Gales, donde estudió el bachillerato internacional.
La princesa acompañaba a sus padres a la entrega de los Reales Despachos de Empleo y el nombramiento de los nuevos oficiales del Ejército de Tierra. El rey Felipe VI iba de uniforme a su antigua casa de formación castrense, y la reina Letizia de impóluto blanco sin mangas. Antes estuvieron en Cataluña, en los Premios Princesa de Girona.
Esta primera visita al recinto zaragozano del Ejército de Tierra era sólo para tomarle la medida, ya que el curso empieza dentro de más de un mes, el 17 de agosto. Era un abreboca de sus próximos años militares, del que la crónica social resaltó su vestido de lunares negros de unos cien euros por pieza. A la princesa en el cuartel le espera un plan de estudios de tres años, que también incluye la Escuela Naval de Marín (Pontevedra) y la Academia General del Aire de San Javier (Murcia).
Complicidad y control
Aunque pronto más que el traje -que será uniforme- importará la templanza con que Leonor asuma los retos -como pertenecer a la tripulación del buque escuela Juan Sebastián de Elcano-, esta vez se ha hablado sobre todo de gustos y estilismo. Dicen los que saben que su tacón era «sensato», que el maquillaje era «sutil», que el «bolso pequeño» era de «cuero vegano» (sea lo que sea que eso signifique), que la melena suelta era correcta y que los lunares de la ropa se los copió a su madre, aficionada a ese estilo andaluz.
Pero por encima de la apariencia estaba la complicidad de Felipe con su hija mayor, a la que educa y comprende por compartir un destino sellado aunque no carente de incertidumbre -enmienda de la Constitución mediante-. Él también estuvo en esa tesitura a su edad, 17 años. Ella sigue con obediencia sus pasos y le pregunta en susurros. El de ayer era un acto de control del estamento militar, imprescindible en democracia, que remata una semana de actos y protocolos. A la princesa le quedan unos días de vacaciones en Mallorca. Y luego, ¡firmes!, a la rutina madrugadora de los soldados.
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