Alcaraz mantiene vivo su sueño en Wimbledon

Alcaraz mantiene vivo su sueño en Wimbledon

Virginia Garfia, madre del número uno del mundo del tenis, dejó pronto su Sevilla natal para afincarse en Murcia, donde su padre fue destinado. El abuelo materno de Carlos Alcaraz, el ya fallecido Manuel Román, cambió su trabajo en El Corte Inglés de Sevilla por un puesto en el de Murcia y a orillas del Segura fue criando a toda su familia. Ya instalada en la pedanía de Santiago y Zaraíche, Virginia se interesó siempre por el patinaje. En su casa tiraba más la semilla rociera, pero ella se pasaba las tardes patinando en las calles de su barrio.

Después conocería a Carlos Alcaraz González, el padre del tenista del momento que en su época podía haber sido profesional pero acabó quedándose por el camino porque su familia no tenía suficiente dinero para mandarlo a Barcelona. Le pedían 80.000 pesetas mensuales para entrar en la academia de Bruguera, después de ser subcampeón de España. No pudo cumplir su sueño. Carlos y Virginia tuvieron cuatro hijos, todos varones, y a todos les salieron los dientes entre raquetas y pelotas de tenis en el Club Tiro de Pichón de El Palmar.

Carlitos, el segundo de los cuatro vástagos, ha heredado la muñeca de su padre. Esto ya lo sabíamos. También lo de la cabeza, el corazón y los cojones, la receta que de bien chico le enseñó su abuelo paterno, uno de los fundadores del Tiro de Pichón y quien también hizo sus pinitos como jugador de tenis. Nos faltaba por descubrir que en sus genes algo queda de esa capacidad que su madre exhibía de joven para desplazarse de un lado a otro subida a unos patines. Lo está enseñando Alcaraz esta semana en el All England Club. Volaba Virginia. Vuela su hijo.

Parece increíble, pero lo cierto es que ahora mismo en el circuito hay pocos tenistas capaces de moverse tan bien en una pista de hierba como Alcaraz. Y se cuentan con los dedos de una mano los que se adaptan en tan poco tiempo a esta superficie tan tradicionalmente esquiva para los tenistas españoles. Sin embargo, el jugador de El Palmar, capaz de ganar en Queen’s cuando nadie apostaba por él, solo necesitó once partidos y tres torneos sobre la superficie, con apenas una semana de rodaje tras doce meses sin pisar el césped, para presentar su candidatura para Wimbledon.

Pico y pala

Chardy, Muller y este sábado Jarry (6-3, 6-7, 6-3 y 7-5). Ya ha superado la primera semana el de El Palmar, que se desenvuelve ya como un especialista en hierba y se cuela en los octavos de final con la ilusión de plantarse en la final. Ha sustituido el paso largo por pasos cortitos e igual patina por el fondo de la pista que danza cerca de la red en esas subidas que Martina Navratilova, nueve veces campeona en la pista central del All England Club, le pide que haga con más frecuencia. «Si ella dice que suba más a la red, yo lo hago», suelta el zagal. Genio y figura.

Llueve a primera hora de la mañana y por fin Londres parece Londres. Se cierra la pista y se jugará bajo techo. Jarry, nieto del legendario tenista chileno Jaime Fillol (querido y odiado en su país casi a partes iguales por su cercanía al dictador Augusto Pinochet en los años 70), es un cañonero que va a disfrutar con unas condiciones de alta humedad y cancha cubierta. Ni rastro del sol de la jornada anterior, ese que hace dormirse al pequeño Jaime Alcaraz en el hombro de su padre durante el partido contra Muller. En esta ocasión, el pequeño de la saga, de 11 años y a quien muchos le auguran un futuro tan brillante como el de su hermano en el tenis, tiene los ojos abiertos como platos. Como todos en el palco de Alcaraz, responsabilizados y conscientes de que Jarry llevará al límite al pupilo de Juan Carlos Ferrero. Y lo hace. El chileno juega a un gran nivel.

Pero Alcaraz tiene temple y determinación. A sus 20 años está madurando a marchas forzadas. No hay tregua en ningún momento. Jarry opone una gran resistencia desde el primer intercambio. En el primer parcial, Alcaraz rema y rema hasta conseguir el ‘break’ para ponerse 5-3 y ganar el set con su servicio. Antes de eso, el chileno desaprovecha una bola para devolverle el quiebre y alargar esa manga. En la segunda, Jarry se coloca con 3-0, pero Alcaraz reacciona con la grandeza que solo tienen los campeones y fuerza el ‘tie-break’. Se equivoca, eso sí, en los puntos decisivos y el desempate se lo lleva el gigantón chileno, quien empieza a creerse que puede dar la sorpresa en un sábado plomizo fuera y vibrante dentro de la pista.

El tercer set se volvió rápidamente favorable al murciano, más entonado y con un poso de tranquilidad que ya le dio mucho rédito en la jornada del viernes frente a Muller. Parece que lo peor ya ha pasado, pero en el cuarto set Jarry vuelve a rebelarse y se coloca de nuevo con 3-0. Dispone además de dos bolas para colocarse con ventaja de dos ‘breaks’. Sin embargo, el murciano reacciona, se coloca 4-4 y logra el ‘break’ decisivo para colocarse 6-5 y servicio para ganar. Lo celebra con rabia. Quiere más.

En octavos de final, el próximo lunes, se enfrentará al vencedor del encuentro entre el alemán Alexander Zverev y el italiano Matteo Berrettini, finalista en 2021. Sube la exigencia, pero Alcaraz no se arruga. Tiene margen de mejora. Su tenis no es perfecto. Sus desconexiones temporales en los partidos le suelen jugar malas pasadas. Todo eso es evidente. Pero en un lugar tan inhóspito como Wimbledon para los españoles sigue vivo tras una primera semana nefasta para la ‘Armada’. Alcaraz es un asidero, una ilusión y un orgullo. El murciano mantiene viva la llama. Es su sueño. Y el de todos nosotros.

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