Las lágrimas de Ferrero, el hombre que forja al numero uno

Las lágrimas de Ferrero, el hombre que forja al numero uno

Novak Djokovic es humano, y así se lo intentó transmitir Juan Carlos Ferrero (Valencia, 1980) a su pupilo Carlos Alcaraz para medirse al tenista con más Grand Slams de la historia del tenis. «Si agrandamos todavía más al gigante es imposible ganarlo», destacó en la previa en un encuentro con la prensa en donde habló sobre cómo gestionaba la presión de medirse a una leyenda como el serbio, un inmenso reto que le pasó factura en las semifinales de Roland Garros tras ver cómo no pudo dar su mejor versión, mental, tenística ni físicamente.

«Hay que hacer un ejercicio mental de estar más tranquilo, más fluido e ir a por todas», expuso. Las cosas han cambiado mucho en estos últimos meses al pasar de la tierra de París a la hierba de Londres. Y Carlos tiene el don de los grandes a sus 20 años. Aunque empiece nervioso se templa poco a poco a base de confianza y concentración. Las virtudes del murciano hacen que con las directrices exactas sepa cuándo, dónde y cómo golpear. Carlitos se desmelena.

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Si el murciano es hoy la mayor estrella del firmamento tenístico es en parte gracias a Ferrero, que le ha enseñado a manejar los tiempos así como inculcado a aislarse de lo que rodea a un partido de estas dimensiones. «No tiene miedo. Su forma de pensar desde hace mucho tiempo es lo que realmente le ha hecho mejorar, subir y escalar tan rápido en este mundo tan difícil».

Ambos se conocen bien, ya que llevan trabajando juntos desde que el ex número uno del tenis mundial lo empezara a entrenar con 14 años.

«Jugaba muy bien pero había muchísimo por hacer física y mentalmente. Me motivó mucho poder construir a un jugador así desde cero», comentó Ferrero meses atrás, aceptando sin problemas que ya que no se le reconozca hoy en día por sus emblemáticas Copa Davis, sino por ser el artífice del meteórico ascenso de Alcaraz.

Abrazo del éxito

Para la gloria es condición fundamental tener un entorno que sepa gestionar todo tipo de situaciones, y en cada torneo se observa cómo el murciano acude a los ojos del de Onteniente para que le sirva de guía sobre dónde hacer daño a sus rivales, claves en las que mejorar en el juego o los golpes al resto o en el saque cuando algún jugador le pone contra las cuerdas como Novak Djokovic en esta final de Wimbledon, en la que el serbio empezó arrasando.

Lo primero que hizo para celebrar el haber conquistado Wimbledon ante el hombre que lo había logrado hasta en siete ocasiones, fue ir directo a la grada donde se encontraban sus escuderos y en los que tiene plena confianza para afrontar momentos de diversa índole. El ‘jefe de todos’ ellos es Ferrero, que no pudo contener las lágrimas cuando el murciano le abrazo después de subir corriendo al palco «Sin él no habría sido posible llegar aquí, solo puedo darle las gracias», reconoce el tenista que en el ‘All England Club’ se destapó como un fenómeno de la hierba.

«Lleva en su ADN correr y luchar por todas las bolas, es complicado frenarle. Verlo entrenar todos los días hace que supiéramos cuál era su potencial, pero lo que le ha hecho crecer a esta velocidad ha sido pensar siempre en grande», apuntó Ferrero durante la disputa de los torneos de tierra batida. El valenciano, una vez retirado, tuvo ofertas para entrenar a los mejores tenistas del circuito, y se decantó por dedicarse a un adolescente al que veía cosas muy especiales.

«Lo vi por primera vez con 12 o 13 años. Vino a la academia y entrenamos un día, era muy pequeño pero todo el mundo hablaba de él. Oficialmente fui a verle competir cuando consigue su primer punto ATP, con 14 años. Vi ese partido, en el que jugó muy bien un set y en el segundo pegó una liada de las gordas. Pero desprendía esas diferencias que puedes ver en un jugador. Con esa edad era un poco desordenado porque hacía muchas dejadas, ya con la derecha marcaba diferencias pero era un espagueti a nivel físico. No habíamos ni hablado para poder trabajar con él, pero ya me gustó», afirmó el ex tenista en el mes de septiembre, cuando su pupilo se adjudicó el US Open y se convirtió en el número 1 de la ATP más joven de la historia. El propio Ferrero había sido el último jugador en asaltar el número uno en el US Open y lo hizo además en 2003, el año en que nació Alcaraz (19 años y cuatro meses).

Entrenó durante ocho meses a Alexander Zverez cuando el alemán ocupaba los cinco primeros puestos del mundo, y lo dejó por la falta de disciplina de éste, al que criticó tener muchas distracciones fuera de las pistas de tenis. Al terminar esta relación empezó a formar con solo 15 a Alcaraz, quien tenía el campeonato de Europa sub 16 como mejor aval en su palmarés. «Para mí era una apuesta personal y de crecimiento profesional también como entrenador de trabajar con un chaval desde pequeño y prepararle bien, que mejore. Me lo propuse, se lo dije a mi familia y estaban de acuerdo y la cercanía también ayudó».

«Al principio hubo muchos entrenadores y mucha gente que cuando cogí a Carlos me decían: ‘¿Dónde vas? Si tú has sido número uno del mundo. ¿Cómo te vas a meter con un crío a viajar en coche de aquí para allá?», dijo el ex tenista el pasado mayo en El Larguero.

«Pudo entrenar a otros grandes jugadores, pero me eligió a mí», reconoció Alcaraz tras llegar a la cima del tenis mundial, consciente del sacrificio que hizo el valenciano, con quien ha forjado una buena amistad que traspasa lo profesional para ser la llave que le ha llevado de promesa a realidad.

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