Te ayudaré a recordar

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Episodio 7

Te ayudaré a recordar

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EPISODIO 7: La confesión

NARRADORA GENERAL: Tendemos a concebir a los homicidas como personas que han crecido en el universo de la delincuencia, o en el mundo de las drogas, en los barrios más duros… Muchas veces nos guiamos por las apariencias y los prejuicios. Creemos que los asesinos están marcados, señalados. Pero no siempre es así.

Cuando en 1998 Joaquín Ferrándiz confiesa ser el autor del crimen de Sonia Rubio, su careta cae al suelo. Y su verdadero rostro sorprende a todo el mundo. Primero, a su familia. Su hermano Francisco Javier lee un comunicado ante la televisión autonómica valenciana:

INFORMATIVO (HERMANO DE JOAQUÍN FERRÁNDIZ): «En ningún momento he visto o detectado nada raro en el comportamiento de mi hermano que me haya hecho pensar que pueda tener una doble vida o una doble personalidad como manifiestan los medios de comunicación».

NG: La noticia causa también estupor en el barrio donde vivían Ferrándiz y su madre. Ni vecinos ni comerciantes de la zona se lo pueden creer. Durante estos primeros días de Ferrándiz entre rejas, a la espera del juicio, son varias las personas que entrarán en contacto con él. Uno de ellos es el fiscal Juan Salom. Le sorprende, claro, este choque entre sus modales y su instinto asesino. Cuando le llama a declarar, por fin descubre cómo «suena» Joaquín Ferrándiz:

JUAN SALOM: No daba un solo taco, no levantaba la voz. Era un hablar aterciopelado, agradable, bajito, como una persona que genera confianza.

NG: Su abogada, Rosa Edo, acude a prisión varias veces para entrevistarse con el acusado y preparar el juicio.

ROSA EDO: Es una persona muy educada, de un trato afable y fácil… Nunca sentí miedo en ninguna entrevista con él. Nunca.

NG: Más sorprendidos. El capitán José Miguel Hidalgo.

JOSÉ MIGUEL HIDALGO: Un joven muy pausado hablando, que piensa lo que dice. No es un fanfarrón…

NG: Y Vicente Garrido, el criminólogo valenciano que había ayudado a la Guardia Civil a trazar el perfil del asesino en serie:

VICENTE GARRIDO: Alguien inteligente, de buena apariencia, amable, capaz de tener una buena conversación…

NG: Ahora, finalmente, lo tiene delante y, casi casi, como si se tratara de un objeto de estudio, Garrido tratará de analizarlo, examinarlo, y desentrañar su forma de pensar:

VG: Porque Ferrándiz no quería reconocer que él, de manera consciente y voluntaria, había matado a todas esas mujeres, él buscaba una estrategia de presentación que le permitiera decir algo así como «Soy un enfermo». Entonces, a partir de ahí, yo lo que hice fue plantearle una dinámica psicológica. Le dije «Mira, si tú realmente quieres saber si has matado a esas otras mujeres, yo te puedo ayudar a recordarlo».

CABECERA

NG: El verano del 98 termina y Joaquín Ferrándiz pisa la cárcel por segunda vez en su vida. En septiembre confiesa haber matado a Sonia Rubio, pero no a las otras cuatro mujeres. Los crímenes de las tres chicas de Villarreal y el de Amelia Sandra García siguen sin resolverse.

En la toma de declaración, se han dado cuenta de que Ferrándiz parece sufrir lagunas o quizá es que juega a tenerlas… ¿Busca la confusión? Dice tener problemas para recordar los otros cuatro crímenes y la Guardia Civil se plantea la necesidad de adentrarse en su mente. Desbloquear su memoria. Abrir una puerta a la verdad.

VG: Una vez que estuvo encarcelado, sí reconoció haber matado a Sonia Rubio, pero no haber matado a las otras. Entonces ahí fue cuando viene la segunda fase de mi colaboración.

NG: El criminólogo Vicente Garrido ya había asesorado a la Guardia Civil cuando trataban de ajustar una descripción del sospechoso, un perfil criminal. Ahora Garrido recibe un segundo encargo: le piden que se entreviste en prisión con Ferrándiz para indagar en su mente. En esta nueva tarea, le apoyará la psicóloga valenciana María José Beneyto.

SONIDO PORTAZO DE UNA CELDA

NG: Charlar con alguien así parece, a priori, peligroso. Pero ellos se encuentran con un escenario muy distinto.

VG: Él era muy amable. Él no nos transmitía ningún sentimiento de amenaza en absoluto.

NG: Una mesa y dos sillas. Ferrándiz, sin esposas. Cita tras cita, Garrido y Beneyto van comprendiendo cuál es la forma de pensar de este asesino…

VG: Cuando yo le entrevisté me di cuenta que era una persona que estaba buscando un relato en el que poder integrar lo que había hecho. Es decir, él no era un monstruo.

NG: Es el problema de la dualidad mental, la doble personalidad. El otro yo. Robert Louis Stevenson lo plasmó en «El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde». Ahora, Ferrándiz parece demostrar que la ficción literaria es, en el fondo, una dosis de realidad.

VG: Entonces yo me di cuenta que su postura era «Mira, ayúdame a comprender porque he hecho esto. Ayúdame a entender que yo, que soy una persona moral, ¿cómo puedo haber matado yo a esta chica?»

NG: Garrido diremos que acepta el guante, comprende esa necesidad, lo que Ferrándiz le está pidiendo. Entonces le plantea al asesino un juego mental basado en el recuerdo.

VG: «Piensa: ¿qué hacías en aquella época? Deja volar tu imaginación. Como si fuera una lluvia de recuerdos que aleatoriamente van apareciendo en tu mente».

NG: Las entrevistas en la cárcel se suceden. Poco a poco, se labran su confianza y penetran en su mente. Le proponen nuevas partidas, más instrucciones:

VG: Le dije «Mira, tú tienes todos los días que dedicar una parte de tu tiempo a relajarte e intentar pensar de manera libre sobre aquellos acontecimientos que tú recuerdas que estaban asociados con las fechas de los otros asesinatos».

NG: Los recuerdos empiezan a brotar, también las intenciones. Ferrándiz termina confesando ante Garrido:

VG: Creo que me reuní con Ferrándiz tres o cuatro veces y en la última fue cuando recordó a Amelia Sandra.

NG: El asesino de Sonia se autoconfirma como un asesino en serie. Pero para el criminólogo no es suficiente, también quiere buscar las razones profundas. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué lograba?

VG: Esto es una cuestión un poco ya más especulativa, porque él en realidad nunca dijo nada acerca de las motivaciones. Suponía, esas fueron sus palabras, suponía que había una motivación sexual, pero él lo quiso plantear todo como una especie de alter ego. De nuevo, Jekyll y Hyde, que de alguna manera tomaba control sobre él y mataba.

NG: Lo más parecido a una explicación está plasmado en un diálogo que Garrido publicará después junto con Patricia López en el libro ‘El Rostro del Asesino’.

VOZ VG: ¿Sentías la necesidad de matarlas? ¿Era un impulso que tenías albergado durante mucho tiempo, o era algo más bien improvisado, que te inundaba como un arrebato?

RECREACIÓN JOAQUÍN FERRÁNDIZ: Creo que necesitaba demostrar que las odiaba, que tenían que pagar una culpa…

NG: A mediados de los 90 no se utilizaban estos términos pero hoy no dudaríamos en calificar los crímenes de Ferrándiz como feminicidios.

VG: Yo no me atrevería a decir que odiaba a todas las mujeres porque él tuvo novias. Tampoco tuvo ningún problema con su madre. Nunca. Es más, su madre fue un gran aval en todo momento de él. Yo lo que creo es que él en su cabeza registraba a determinadas mujeres dentro de una especie de molde o plantilla que sí en ese caso las consideraba despreciables, por eso las podía matar. Él veía a estas mujeres como prostitutas.

INFORMATIVOS: «Las dos últimas declaraciones de Joaquín Ferrándiz frente al juez han sido definitivas, ha acabado confesando el asesinato de cinco mujeres» (traducido del valenciano). «Darles cuenta de lo que puede ser uno de los episodios más importantes de lo que hoy se conoce como asesinatos en serie en nuestro país no hay precedentes».

NG: Después de recordar sus crímenes con Garrido, Ferrándiz es llamado a declarar de nuevo ante Juan Salom, fiscal del caso. El 19 de octubre de 1998 sus palabras son definitivas. La confesión de Ferrándiz salta a la prensa. La ciudad, Castellón, ya tiene a su asesino. El alivio por la noticia se mezcla con la estupefacción. Ahora la opinión pública ya conoce que Joaquín Ferrándiz no es cualquier asesino.

JMH: Él no es una persona que cometa delitos y que le dé todo igual, no… ¿Es manipulador? Sí. ¿Es mentiroso? Sí. ¿Se adapta al entorno? Sí. ¿Siente algún tipo de arrepentimiento? No.

NG: El capitán de la UCO José Miguel Hidalgo define a Ferrándiz como un «psicópata secundario», alguien que conserva su parte emocional y controla su parte antisocial.

En 1998, cuando Ferrándiz confiesa los crímenes, Hidalgo es solo unos pocos años más joven que él. Es una coincidencia por la que le asignan un papel clave en este momento del caso. Le encargan una misión delicada, imprescindible: ser el vínculo con el asesino. Y esta es la persona que se encuentra:

JMH: El amigo de toda la vida que te irías con él al fin del mundo. Si lo conoces en la variable psicópata descontrolado, que se mueve ya en plan depredador y sexual, un peligro.

SONIDO DE UN PORTAZO, VEHÍCULOS ARRANCANDO, PASOS EN PASILLOS

NG: Empieza a compartir con él entradas y salidas de prisión, desplazamientos, tiempos de espera, interrogatorios… Incluso llegan a compartir mesa y cubierto.

JMH: Pues recuerdo la anécdota de estar comiendo en el despacho del capitán, pues un plato de lentejas con nuestro chusco de pan y una botella de agua.

NG: Siempre con un objetivo:

JMH: Llegar a conectar de alguna manera con él, no para que me contara a mí lo que había hecho, pero sí que estuviera en un punto de colaboración. No hablamos de manipulación, que sería otro concepto. Hablamos de influir positivamente en esas personas para que de una forma positiva, al final lleguen a contar su verdad, al menos su verdad, y poder llegar a esclarecer los hechos, que es lo que nos interesa.

NG: En esos ratos, Hidalgo desnuda el pasado de su sospechoso, un hombre que en la adolescencia clasificaba en un diario a las chicas que conocía como simpáticas, regulares o antipáticas.

JMH: Huérfano desde pequeño de ese entorno familiar, muy mediatizado por su madre, creo que tenía una hermana y la novia… O sea, muy feminizado.

NG: Y descubre un dato sorprendente. Sus noviazgos aplacaban el ansia homicida.

JMH: ¿Cuándo ataca a sus víctimas? Cuando no tiene pareja. Cuando tiene relaciones con ellas, no tiene ningún tipo de problema. El problema es cuando esas relaciones se enfrían, sí busca potenciales víctimas.

NG: El capitán comienza a descifrar entonces las claves psicológicas de Ferrándiz, del duelo que les plantea.

JMH: Él tiene que hacerte ver que lo que ha hecho está por encima de ti. De tus conocimientos, de tu habilidad como investigador. Al final es como una batalla intelectual de decir «estoy por encima de ti, si te lo cuento es porque yo quiero contártelo a ti».

NG: El primer objetivo ya se había logrado: Ferrándiz había confesado. También el segundo: gracias a Hidalgo, los investigadores conocen de qué manera deben tratar al asesino, cuál es el juego de poder que les propone. Ahora solo falta el paso definitivo para incriminarlo: confirmar que su relato se corresponde con la realidad, que sabe detalles que sólo el asesino podría conocer.

6 de noviembre. Cinco de la mañana. Todos madrugan en este día gélido: Ferrándiz, su abogada Rosa Edo, Hidalgo, el juez Albiñana, el fiscal Salom…Va a ser un día largo.

JS: Hicimos la reconstrucción de hechos. Yo no me fiaba de él.

NG: El asesino ya ha trazado algunos croquis sobre su recorrido criminal. Pero ahora toca revivirlo. Y contarlo todo. Primero Villareal, donde murieron las tres chicas de Vora Riu, luego la balsa de Onda en la que arrojó a Amelia Sandra. Y por último, el barranco de Oropesa donde ocultó a Sonia.

NG: Esperan que Ferrándiz colabore, eso facilitaría las cosas. Pero una vez empieza el itinerario a todos les sorprende hasta qué punto el asesino recuerda y comparte las claves y las maniobras de sus crímenes.

JS: «A esta le puse encima una cubeta de cemento que había vieja», y efectivamente se había encontrado, «a esta le puso un saco de plástico»… Siempre daba un detalle.

NG: En Villarreal, Salom se asombra ante la precisión de Ferrándiz al explicar cómo mató a las tres mujeres. El capitán Hidalgo también recuerda aquella madrugada perfectamente:

JMH: No tiene ningún inconveniente en decir «aquí tiré unas botas, aquí tiré un pañuelo, aquí tiene un jersey y aquí tiré la documentación». Y aparecen esos efectos.

NG: En Onda, la misma memoria fotográfica.

JS: Yo no sabría ir, porque los caminos que había de tierra y todos llenos de matorral, pero un matorral de dos metros de altura, aquello era una especie de laberinto.

NG: Llegan por fin a la balsa, el lugar junto al que arrojó el cadáver de Amelia Sandra. Y allí, una nueva prueba le incrimina.

JS: De repente señaló un cañizal de unos dos metros y pico de altura. Y dice «ahí tiré la rebeca roja de la víctima». Y bajó el teniente de la Unidad Central Operativa, se metió en el cañizal y salió con la rebeca roja de la víctima en la mano.

NG: Hidalgo, que lo conoce bien, reconoce ese carácter altivo con el que el psicópata está actuando. Está queriendo situarse por encima de la policía.

JMH: «Te lo digo porque no había sido capaces ni de encontrarlo en la inspección ocular. Habéis venido a la balsa y os habéis limitado a sacar la balsa. Vaciar la balsa, pero no mirar las balsas de al lado».

NG: La tercera parada surge de manera imprevista.

JS: Le comentó el juez de instrucción «ya que estamos aquí, pues vamos también a lo de Sonia».

NG: Y así la comitiva judicial llega a Oropesa, donde comenzó todo.

JS: Allí sí que corría, corría más, parecía que le dolía más aquello… Como fue el primer asesinato, quizá fuera eso. Entonces ya nos dirigió directamente a los árboles por donde se encontró y dijo «aquí le puse a tiempo una rama seca y no sé qué y no sé cuánto». Lo reconocía todo perfectamente.

NG: En todo el recorrido siguen explotando al máximo el factor psicológico. Hidalgo continúa en su rol policial de persona próxima, de confianza. Y puede sorprender pero la última parada se pensó para sellar ese ánimo de cordialidad, ese sentimiento de grupo. Fue en un restaurante…

JMH: Comemos todos juntos, que también es un síntoma de hacerle ver que se encuentre bien, que se encuentre a gusto dentro de esa comitiva judicial para que colabore. Lógicamente, bueno, no se le dijo nada al señor del restaurante, pero fue como uno más dentro de la mesa, con las precauciones para que no se fugara.

NG: La puerta de su celda se vuelve a cerrar. Joaquín Ferrandiz pasa en prisión las Navidades del 98. El año se extingue y el caso parece haberse resuelto con pruebas suficientes para encarar con garantías el juicio. Todos han quedado marcados. Todos se llevan lecciones que les acompañarán siempre.

JMH: La paciencia, el actuar bien desde el principio, el no dar nada por supuesto. El utilizar los perfiles criminales…

NG: Hidalgo intenta asimilar quién es realmente Chimo, el nombre de pila que aún hoy utiliza para referirse al sospechoso. Y no ve alma en él.

JMH: Ahora lágrimas no se le caen. Lógicamente es más fácil que te dé un abrazo -dentro de ese egocentrismo que tiene o de esa esa máscara que se pone hacia los demás- que no el verle derramar una lágrima porque no tiene ese sentimiento.

NG: El criminólogo Vicente Garrido reflexiona sobre las estrategias internas del asesino.

VICENT GARRIDO: Él podía haber dicho «No, yo no he matado a nadie más». Realmente no había pruebas claras contra él. Pero yo creo que él comprendió que matar a una mujer no iba a suponer una pena mucho menor. Y es verdad. En el código español de aquella época no había prisión permanente revisable.

NG: Puro y frío cálculo de conveniencia. En aquella época, la ley no contemplaba grandes diferencias entre matar a una mujer o matar a cinco.

JS: Leí y releí infinidad de veces el sumario y el montón de tomos que tenía aquello la releí una y otra vez y no había ningún punto de conexión que ligase a Ferrándiz con Vora Riu y Amelia Sandra. Si él no llega a decir «lo he hecho yo», esos asesinatos seguirían impunes hoy día.

NG: Por su parte, el fiscal Salom respira después de tres años de sufrimiento, desde aquel día en que la hermana de Sonia Rubio llamó a su puerta. Nunca vio en Ferrándiz un signo de arrepentimiento:

JS: Confesó pero ver que una persona está arrepentida de lo que ha hecho no lo vi nunca. Durante el tiempo que lo he conocido, no vi el menor rastro, detalle que apunte en ese sentido.

NG: A Rosa Edo, la abogada, le queda un convencimiento.

ROSA EDO: Él decidía cuándo y cómo decía las cosas. A lo largo de la instrucción pudo guardar silencio, pero no contó en ningún momento mentiras. Todo lo que pudo llegar a decir o no decir fue siempre verdad.

NG: Ahí estaba la verdad. Su verdad. La que Ferrándiz quiso contar. Pero faltaba algo más…

INFORMATIVOS: «Las víctimas: cinco mujeres, cinco vidas que se apagan en manos de una misma persona» (traducido del valenciano)

NG: Para las familias de las cinco víctimas, las heridas aún sangran. Quieren justicia. Necesitan ver a Ferrándiz ante el juez. Necesitan que escuche su dolor. Y que pague por lo que hizo:

RE: Fue un juicio muy pesado. Fueron muchos días, muchas horas de trabajo para llegar allí.

INFORMATIVOS (JUEZ): «Quítese el acusado las gafas, por favor, las gafas…»

NG: Rosa tiene el deber de defender a un monstruo que oculta su mirada…

RE: Hubo momentos duros, no todo el mundo entendía que se defienda a un asesino…

NG: Salom, el de lograr la máxima pena…

JS: No quería recordarlo. Y allí estaba, así, tapándose los oídos.

NG: Un nuevo duelo está a punto de librarse, esta vez en la sala de vistas. En el banquillo, el mayor asesino en serie de España.

FIN

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