Belén López Vázquez: la estrella inesperada de ‘Aquí no hay quien viva’

Belén López Vázquez: la estrella inesperada de ‘Aquí no hay quien viva’

Belén es la única representante de ‘Aquí no hay quien viva’ en nuestra lista de los mejores personajes del siglo XXI. Se ha impuesto a otros tótems como Juan Cuesta, Marisa, Mauri o La Hierbas. Es evidente que el reparto coral de la serie merecería un galardón conjunto, pero por algo hemos destacado a Belén. Y es que ella capitanea en cierta medida la recuperación de ‘Aquí no hay quien viva’ como serie inmortal, a ella es a quien eligen los más jóvenes como espejo de una vida precaria y con el viento de cara.

Desde hace unos años la gran familia de Desengaño 21 ha vuelto a ocupar parte de nuestras redes y nuestras vidas. No es que no triunfase en su día, pero el redescubrimiento ha sido impresionante. Éxito brutal en Netflix, aceptación en generaciones muy jóvenes, barajas de tarot, memes y clips inagotables de cientos de horas de buena televisión, y lo mejor: extensos reportajes e incluso libros donde podemos aprender cómo diablos fue posible este milagro empaquetado como costumbrismo urbano. Esos guionistas al borde del infarto, que tenían que llenar de la noche a la mañana el doble de capítulos por temporada, el doble de metraje por capítulo. ¿Y de qué los llenaban? Me atrevo a decir que de una síntesis de lo mejor del carácter español en toda su diversidad.


El break para el coffee, uno de los momentos más celebrados por los nuevos fans.


RC


Pero en el personaje de Belén descargaron los guionistas toda su furia. Un esfuerzo constante por sobrevivir picoteando entre todos los posibles trabajos que había en España en ese momento, todos horrendos. Aceptando su clase y situación, sin amilanarse —que no sin quejarse—, Belén va haciendo un recorrido legendario por un triste país precario y cutre, siempre sabiendo que merece algo mejor. Un viaje del héroe que no termina jamás, sino que eternamente vuelve a comenzar: Belén López Vázquez es el Sísifo de la España del pelotazo inmobiliario. De hecho, aprovechando la química de la serie, Malena Alterio protagonizaría en 2011 una película con Fernando Tejero sobre este tema, ‘Cinco metros cuadrados’.

Esa relación con Emilio, que daría para tratado de sociología o para resumirlo en la mil veces repetida «Vete un poquito a la mierda», es otro punto ineludible. Belén es consciente de la incompetencia de su amante, de poder aspirar a más y de la imposibilidad de un futuro feliz juntos (importante la precariedad de ambos aquí). Y a la vez, los encuentros sexuales explosivos e imprevisibles, fruto de la desesperación y con intención de no repetirse nunca. Una relación, por parte de Belén, paradójicamente adulta. Momento estelar: la fila de coches pidiendo treinta y siete Big Macs para una boda falsa y sin amor.

Vemos fracasar a Belén en todo, pero manteniendo una cierta dignidad. La impostora en todos los trabajos, sin parar de intentarlo, pero nunca yéndose con el rabo entre las piernas. La crítica implícita a los ‘items’ que hay que cumplimentar para ser feliz: «No tengo casa, no tengo novio, no tengo nada». Y por eso nos impactan sus pequeñas victorias, por ejemplo cuando consigue comprarle el piso a Concha, qué sensación de triunfo, qué inesperado regalo para un personaje que nunca gana. Qué merecido, qué alegría, qué digno, por una vez.

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