…para pasar un verano en el aeropuerto

…para pasar un verano en el aeropuerto

Son inmensas mis ganas de este viaje. Qué maravillas por descubrir, qué aires, sabores y colores encontraré. Con la mochila de peregrino, me encamino tranquilamente a coger mi vuelo. Voy con tiempo de sobra, así que aunque sea noche cerrada puedo tomarme mi tiempo y vagabundear. (1)

No tengo la fortuna de vivir cerca del aeropuerto, me toca ir al centro de la ciudad y de ahí a la terminal. Pero todo me sonríe. Al menos de momento. (2)

Llegué. De hecho… tengo tres horas hasta la apertura de la puerta de embarque. Bueno, voy a buscar un asiento cómodo. Escojo exactamente el mejor. Pasa una tripulación, alegre. Una chica saca algo de una máquina expendedora. Un hombre pasa con un carrito y una fregona. Me pongo a leer. (3)

El libro parecía más largo, pero ya me lo he fundido. Parece que todavía queda un buen rato. Tengo un cansancio colosal. ¿Qué es eso? Allí hay un hombre. Mala pinta. ¿Por qué pone esa cara? Se va. ¡Se deja la maleta! Madre mía, qué inconsciente. Espera. Esa maleta… ¿se está moviendo? ¡Se está moviendo! (4)

He decidido seguir a la maleta por la terminal, que es inmensa. ¿Qué pretende esta pieza de equipaje? Se desliza sin pausa, casi sin fricción: quiere mostrarme algo, llevarme a alguna parte. ¡Espera! Se ha detenido. No puede ser. Me ha llevado al mismo sitio, pero ahora hay otro sospechoso hombre en mi asiento. Sin disimular, me mira. No para de mirarme. Qué falta de elegancia. (5)

He encontrado un nuevo asiento, peor, claro, y una columna me protege de la mirada insistente del que me ha suplantado. Me asomo y ahí está, como un robot vigilante. ¿Qué quiere? «El vuelo…Vladivostok…retraso…dos a tres horas…disculpen…». No puede ser. ¿Cuánto llevo ya aquí? Está amaneciendo, pero lleva amaneciendo un buen rato. Otra vez pasa una tripulación, el hombre de la fregona, la máquina expendedora. Me asomo. Sí. Ahí está. Otra vez la mirada inclemente. (6)

Llevo cinco días en el aeropuerto. Habré ido al baño alguna vez, pero diría que no me he movido. Tengo la vista fija en la columna. El tipejo tampoco se ha movido. Esta competición no la voy a perder. No sé dónde está mi mochila, ni dónde está mi libro, ni si mi vuelo salió o no. Pero sé que estoy quemando esta columna con la mirada. No puedo perderle ni un segundo. Aquí echaré raíces. Solo puede quedar uno. (7)

Créditos


  • Guion y locución

    Carlos G. Fernández


  • Grabación de estudio

    Íñigo Martín Ciordia


  • Edición, diseño sonoro y mezcla

    Luigi Gómez Cerezo


  • Producción ejecutiva

    José Ángel Esteban


  • Ilustraciones

    Raúl Canales

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