…para trepar a las locuras del verano

…para trepar a las locuras del verano

A esta altura, respirar se hace prácticamente imposible. Aquí arriba, el aire es tan fino que mata al hombre y no apaga el candil. Encaramado al vértigo, la cabeza me abandona y me visita por momentos y la tierra firme se ha convertido en un recuerdo lejano, como de otro mundo. «¿Por qué alguien pondría su vida en riesgo de esa manera?», preguntó siempre el hombre corriente. «Porque están ahí», contestó cada vez el escalador George Mallory. ¿Por qué lo hacía yo? Porque estaba decidido a hacerme con ese coco. (1)

Desde esta cota del escarpado tronco, mis antiguos amigos parecen ya hormiguitas pululando en círculos. Apenas puedo oír sus alaridos que, sin éxito, tratan de disuadirme de mi noble empresa. Nadie va a detener mi ascenso vertiginoso con destino mi premio. Un coco en lo alto de un cocotero. Un cocotero en el centro de una isla. Una isla bajo el sol. (2)

Se acordarán ustedes. Hubo un guitarrista, ya talludito, que se antojó del mismo coco antes que yo. Pero se conoce que una cosa debe ser llenar estadios con los Rolling Stones y otra bien distinta mantener el equilibrio en el límite vertical, porque el trompazo fue para enmarcar. (3)

No se mira atrás, o abajo, mejor dicho. El que les habla está comprometido a hacer todo lo que pueda para que su regusto sea a piña colada. A cualquier cosa que conserve un mínimo sabor a poesía. Tan solo unos metros más, ya casi te tengo. (4)

Tiempo ha, desde que crucé el densísimo nivel de las nubes. Cada embiste perpendicular al suelo desata una visión nueva. ¿O tal vez sea un recuerdo pasado? El de la vez que intoxicados de una magia salvaje recorrimos la ciudad enterrada en las arenas movedizas del verano hasta dar con un camarero que quisiera mojarnos por dentro un martes a las 4:50 de la madrugada. El de la vez que saltamos del balcón a la piscina o aquel en el que le dimos de merendar laxante con sardinas a las gaviotas y esperamos a cubierto a que se desatara la tormenta sobre los bañistas. (5)

Mi amor por ti, coco mio, no es una estrella que desaparece con la mañana. No es una aventura. Estaré enamorado por siempre de ti. Mañana y siempre. (6)

Míralo, tan redondito. Ya casi lo rozo con los dedos. Ya se ha cruzado el Rubicón. De aquí no me baja nadie. Yo no correré la suerte de aquel zote de guitarrista. Este es mi coco. Este es mi árbol. (7)

Créditos


  • Guion y locución

    Luigi Gómez Cerezo


  • Grabación de estudio

    Íñigo Martín Ciordia


  • Edición, diseño sonoro y mezcla

    Luigi Gómez Cerezo


  • Producción ejecutiva

    José Ángel Esteban


  • Ilustraciones

    Raúl Canales

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