Lo verde no está reñido con lo refrescante: la alternativa sostenible de las piscinas

Lo verde no está reñido con lo refrescante: la alternativa sostenible de las piscinas

Cuando aprieta el calor, uno de los lugares más deseados son las piscinas. Las tenemos ultrapresentes entre las referencias colectivas: es ese espacio lleno de agua fresca y refrescante en el que podremos pasar la tarde, el antídoto ante la escalada de temperaturas sobre todo cuando el mar queda lejos.

Pero, a medida que aumenta nuestra sensibilidad ante los usos del agua y de las sustancias químicas, también aparecen unas cuantas cuestiones sobre las piscinas y su consumo de recursos. ¿Tendremos que sacrificar en algún momento uno de los elementos favoritos del verano para ser más respetuosos con el medio ambiente? ¿O pueden ser las piscinas sostenibles?

«Si se hace una piscina como tal, sí», responde a esa última cuestión sin dejar lugar a dudas Luis San Narciso, el presidente de ASEPPI, la Asociación Española de Profesionales de la Piscina. Eso sí, cuando se habla de una piscina, insiste, no es simplemente el haber hecho un agujero en el suelo para llenarlo de agua.

Si una piscina se construye bien —y aquí San Narciso lamenta que no siempre escuchemos a los profesionales—, se habrán calculado bien las cosas en uso de agua, eficiencia energética y climatización, para que no solo se reduzca la evaporación de agua —y, promete, hay soluciones ya muy baratas para lograrlo— sino también para que el uso pueda ser continuado. «No hay mayor derroche que usarla solo 15 días», indica. «La piscina del futuro ha de tenerlo todo en cuenta», afirma. La del presente ya trabaja en esa dirección.

«Las piscinas contemporáneas están llenas de buenas intenciones», escribe en ‘Piscinosofía’, recién publicado por Libros del K.O., Anabel Vázquez. Las piscinas han sido, enumera, una alteración del paisaje y un foco de consumo de mucha energía y de muchos químicos. Pero, como señala Vázquez, las propias piscinas se están reinventando para intentar reducir su impacto. Ya se habla de forma habitual de protocolos reutilizamiento de aguas o se han empezado a probar alternativas al cloro.

San Narciso no cree que el cloro vaya a desaparecer de forma inminente, pero confirma que existen tecnologías prometedoras que permiten lograr los mismos objetivos sin usar esa sustancia. También que la tendencia es esa, la de dar el salto a esas otras soluciones. Habla así, por ejemplo, de la luz ultravioleta, que ya logra porcentajes muy elevados de éxito a la hora mantener limpias las aguas.

Y, por supuesto, todos estos son temas en los que la industria de las piscinas piensa y en los que ya trabaja. «Los constructores de piscinas están sensibilizados con estas cuestiones», asegura. «Creemos que es una oportunidad para nosotros», suma, para transmitir a los consumidores cómo se pueden hacer las cosas bien. Una piscina «dura toda la vida» y puede ser incluso, plantea, una potencial reserva de agua.

Ecosistemas en el jardín

Ecosistemas en el jardín

Al mismo tiempo que la industria aplica nuevos protocolos, también están emergiendo las que se conocen como piscinas naturales, en las que los procesos de limpieza están en manos de la naturaleza. Es así la que tienen en la granja ecológica La Donaira, en Andalucía. Vázquez señala en su libro que te puedes cruzar nadando con algún sapo. Por supuesto, hay alguna rana, confirma María Centeno, la responsable de comunicación de la granja. También alguna que otra avispa. Es lo normal: es agua fresca y, por ello, forma parte de la naturaleza. «Es como bañarte en un río», apunta.

«La piscina, como tal, es una alberca, al restaurarla la ves como piscina», señala. «No es un concepto de piscina estática», indica. Las piedras se encargan del filtrado del agua, que brota de un manantial y que sigue un proceso natural y un «sistema para que sea circular». De la piscina pasa al riego de los campos. En cierto modo, son «técnicas que se han utilizado toda la vida en el campo».

De hecho, es justamente toda esa vida que generan las piscinas ecológicas o naturales la que abre la puerta a una visión completamente distinta de lo que suponen, una que incluso reclama un cambio en la semántica. Para Íñigo Elorduy, de la empresa BioNova, lo suyo no son exactamente piscinas: «Es un estanque ecológico». «Es un agua que está viva, que trabaja con los propios microorganismos que están en ella», señala. Es ese entorno vivo el que se encarga de mantenerla limpia —el agua es «completamente cristalina», asegura, igual que la que encontraríamos en un lago o en un río—, porque funciona como lo haría cualquier ecosistema acuático. Efectivamente, tú te bañas en ella, pero lo interesante, en realidad, no es que puedas hacerlo. Es todo lo demás.

En sus estanques vuelan libélulas y seguramente se acerque alguna que otra rana. «Son espacios vivos y lo están todo el año», apunta el especialista. A medida que pasan las estaciones, también va cambiando lo que ocurre en esos estanques. Si cada mañana te sientas a mirar qué pasa mientras bebes tu café, cada día verás algo distinto. Ninguno es, de hecho, exactamente igual, porque se adapta no solo al gusto de quienes lo han pedido sino también al lugar en el que está.

Las piscinas ecológicas —o los estanques, como prefiere Elorduy— son todavía minoritarias en España, frente a lo que ocurre en otros países de Europa. Elorduy calcula que solo lo son el 2% de las piscinas del país, por lo que existe todavía mucho margen. Ellos sí están notando un elevado interés ciudadano.

De hecho, y en otro giro interesante de tuerca de lo que se puede conseguir creando ecosistemas acuáticos, las plantas no solo sirven para crear estanques en los que se pueden bañar las personas, también podrían permitir recuperar aguas. Así, depurar aguas fecales usando esta infraestructura viva es posible: son las plantas las que logran que dejen de ser grises. Para llevar la depuración de aguas a cualquier lugar —algo que, recuerda el experto, la Unión Europea exige— está podría ser una solución accesible. Las plantas se encargan de hacer el trabajo y no una estación depuradora con todos sus costes asociados.

Refugio climático

Pero, volviendo a las piscinas y su papel en los veranos, también tienen otra vertiente, una social bastante crucial cuando se piensa en la sostenibilidad desde el punto de vista de las propias personas. Habla de ella Vázquez en su libro cuando aborda los proyectos de piscinas de la primera mitad del siglo XX, que abrían como puntos de acceso al ocio y al deporte para la población con una voluntad democratizadora. Puede que no pudieses ir a la playa, pero sí podías bañarte allí.

Lo recuerda también Luis San Narciso trayéndolo al presente: «Las piscinas cumplen un valor social muy importante, para que la gente pueda tener acceso a bienestar y salud». En ciudades en las que hace mucho calor en verano, como Madrid, la red de piscinas públicas es, al final, un refugio climático, al que pueden echar mano sus habitantes.

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