«Todo el mundo puede tener un orgasmo cósmico»

«Todo el mundo puede tener un orgasmo cósmico»

Saluda con un efusivo abrazo y eso que viene a la entrevista «cabreada» y con ganas de «dejarlo todo», suelta entre risas. Noemí Casquet (Barcelona, 31 años), periodista y creadora de contenidos especializada en temática sexual, acaba de publicar su sexta novela, ‘Éxtasis’ (Ediciones B). La autora de la trilogía conformada por ‘Zorras’, ‘Malas’ y ‘Libres’, cuya adaptación audiovisual acaba de llegar a Atresplayer, asegura que es su novela más compleja y también «la historia con más verdad» que ha escrito jamás. Sigue los pasos de Amisha, una joven con el don de ver el futuro cuando llega al orgasmo.

-¿Se le pasa a menudo por la cabeza lo de dejarlo todo?

-Es que llevo trece años divulgando sobre sexo y creo que hay detrás como mucha carga, sobre todo porque en ocasiones me siento muy invisible. A un hombre que escribe un thriller todo el mundo lo respeta muchísimo, pero a una mujer que escribe sobre sexo no la toman en serio. Al final tienes que trabajar el triple para conseguir menos de la mitad y cuando ves que o no se te valora o no te tienen presente acabas diciendo: «Joder, estoy ya un poquito cansada de todo lo que doy». Últimamente me está pasando mucho, así que estoy teniendo una temporada de puta madre (ríe).

«A una mujer que escribe sobre sexo no la toman en serio. Al final, tenemos que trabajar el triple»

-Encima usa plataformas como TikTok o Instagram para difundir sus contenidos, plataformas que muchas veces los censuran. ¿Cómo convive con eso?

-Pues luchando. Al final creo que tengo que ser muy consciente de que estoy como con un hacha en mitad de la selva abriendo camino y es muy complicado porque TikTok cada 2×3 nos censura, Instagram también… Ahora mismo estoy con ‘shadowban’, es decir, que si me buscas cuesta muchísimo encontrarme. En YouTube ya dejé de publicar porque para qué, si me quitan la publicidad y me banean todos los vídeos.

-¿Y se ha llegado a poner en contacto con las empresas?

-Sí, sí. A veces me dicen: «Jo, soy super fan tuyo». Y yo: «Wow, pues menos mal». Son siempre muy fans hasta que dejan de contestarte, pero es que la gente es muy ‘bienqueda’. Te dicen: «Sí, no te preocupes, vamos a apostar por ello», pero luego no se hace nada. Eso sostenido a lo largo del tiempo desgasta mucho. Es que lo doy todo literalmente, tío, es que doy mi alma. Todo lo que se ve es mi alma entera y como no se dosificarme porque me apasiona lo que hago, esa es la putada. Me estoy creando mi propia cárcel porque el dolor más grande que he sentido en mi vida me lo ha dado mi carrera, pero el placer más grande también.

«Me estoy creando mi propia cárcel porque el dolor más grande me lo ha dado mi carrera, pero también el placer más grande»

-Pero sigue publicando libros y sigue haciendo lo que le entusiasma. Al final la balanza es positiva, ¿no?

-Sobre todo es positiva por las personas que hay detrás a las que les estoy ofreciendo una información que nos pertenece. Y no es que yo sea María Teresa de Calcuta, entiéndeme, pero sí que es verdad que he tomado una posición y un relevo que muy poca gente estaba tomando, sobre todo dentro del periodismo. Y eso es lo que más me compensa. Cuando la gente me abraza, cuando la gente de repente dice: «Me está llegando lo que estás haciendo, por favor, gracias». O chavalas cada vez más jóvenes o mujeres cada vez más mayores me dicen: «Has cambiado mi vida sexual». Tengo el poder de llegar al sexo, el sexo es el origen de nuestra existencia. Lo respeto muchísimo, lo valoro mucho. Y eso creo que es lo que me mantiene luchando. Es lo que me da el aire realmente.

-¿Por qué cree que sigue siendo un tabú?

-La humanidad ha sido tan gilipollas que ha hecho un tabú de su propio origen. Es que el sexo nos ha dado la vida, literalmente. No venimos de la cigüeña, venimos de un polvo. Toda tu experiencia en este momento viene de eso, de, como dice mi abuela, se ha derramado mucha leche a lo largo de la historia. Hemos sido tan gilipollas que no somos conscientes de algo que tiene tanto poder como es la sexualidad. Creo que ahí está la dificultad, el darnos cuenta de que le debemos muchísimo a ese lugar. Y al mismo tiempo también ha sido una herramienta de manipulación tremenda a lo largo de los siglos: que el sexo es pecado, que está mal hecho, siempre tiene que ser a nivel reproductivo. Tenemos una carga y una losa como humanidad gigante, al igual que tenemos una información en nuestra sexualidad ancestral que también es enorme y yo intento romper con una cosa y hacer que resurja la otra.

-Es su campo de trabajo, pero al final siempre le acaban preguntando por su vida privada. ¿Le molesta?

-Cada vez me da más igual. Sí que es verdad que siento que tengo más que ofrecer, pero al mismo tiempo también entiendo el tablero del juego y puedo participar. Me preguntan mucho si no impongo a la gente con la que me acuesto y todo eso. Y al final, pues sí, claro, sucede. Acostarse conmigo debe ser o me va a hacer las mejores pajas o lo voy a hacer todo mal y voy a pasar un examen. Y eso me ha llevado a estar mucho tiempo sin follar.

«Divulgar sobre sexo me ha llevado a estar mucho tiempo sin ligar ni follar»

-¿De verdad?

-Me costaba muchísimo ligar, follar, y sin embargo al otro lado había un o una periodista preguntándome ¿cómo es follar con Noemí Casquet? (ríe). A medida que iba ganando como más fama y más reconocimiento en redes sociales me iba pasando que iba ligando menos porque la gente también se hace una idea de cómo debe ser simplemente por lo que ven y lo que ven ya es mucho de lo que soy, pero simplemente ven una información, no significa que yo haga eso todos los días de mi vida. No me molesta porque al mismo tiempo también siento que puedo poner en entredicho lo que significa ser mujer, hablar de sexo y tener poder. Es una unión a la cual la sociedad no está nada acostumbrada y por lo tanto genera incomodidad en muchos aspectos.


Pablo Cobo


-¿Cómo surgió ‘Éxtasis’?

-Uff… De una crisis. ‘Éxtasis’ nace de la necesidad de contar las cosas de una forma distinta, sobre todo en la parte de la sexualidad. Creo que he recorrido mucho todo el tema de los swingers, el BDSM, y le he prestado muy poco atención a un mundo que a mí me cambió la vida y es toda la parte del tantra, el taoísmo y filosofías ancestrales que contienen muchísima información sobre la sexualidad. Y me preguntaba mucho cómo era posible que una civilización superantigua, milenaria, me estaba cambiando la vida a día de hoy, en 2023. Y de ahí nace un poco la necesidad de escribir ‘Éxtasis’, para poner mi verdad. Creo que siempre he sido muy transparente con todo lo que escribo. Mis novelas también son una proyección de lo que es mi vida personal y mis inquietudes como ser humano. Y creo que es bonito acompañar a un escritor, escritora, artista en general, a lo largo de sus obras para ver su evolución. Y sin duda ‘Éxtasis’ nace un poco de esa evolución, de sentir la necesidad de hablar de sexualidad desde un punto mucho más sagrado.

-Ese punto espiritual, ¿cuándo entra en su vida?

-Llevo desde los 17 o 18 años divulgando sobre sexualidad y había escuchado cosas sobre esos temas, pero con 21 años empecé a leer y me petó la cabeza. Y hace cinco años me puse en contacto de una forma muy divertida con una chica que era facilitadora de tantra, a través de un blablacar. Yo me había venido a vivir a Madrid, estaba en precario, e iba a ver a mi familia en Barcelona. Aquel conductor estaba como supermotivado. Le dije que me dedicaba a la sexualidad y estuvimos hablando todo el rato de sexo y me dijo que la semana anterior había llevado a una chica que se dedicaba también a la sexualidad, a algo del tantra, y que nos tenía que poner en contacto. Le dije a la chica que para mí era conocida, entre comillas, la parte teórica, pero desconocida a nivel práctico y me ofreció un masaje.

-¿Y cómo fue?

-El masaje consistió en una catarsis de orgasmos para entrar en un estado alterado de consciencia. Bueno, yo soy de un solo disparo, ¿vale? O sea, yo tengo un orgasmo y a mí la multiorgasmia no me ha tocado, entonces me agobiaba un poco esto. El primer orgasmo llegó muy rápido, el segundo tardó muchísimo más en llegar y yo atravesé un momento de oscuridad máxima reviviendo traumas que no sabía ni qué cojones hacían ahí, llorando muchísimo, sintiendo mucho dolor. Yo ya no sabía si esa persona estaba ahí o no y en el momento en el que tuve mi segundo orgasmo, sentí como una sensación tan brutal de amor, de sentirme conectada con absolutamente todo ser humano, todo ser en general, todo el universo: era yo con el todo y el todo estaba en mí. Y me levanté llorando porque era una sensación de belleza tan absoluta, te lo juro de verdad, que le dije, he visto a Dios y está en mí. Claro, aquí la gente me dice, guau, vaya porro te has fumado, hermana.

-Eso le iba a preguntar, ¿se parece en algo a alguna droga?

-No, juro de verdad que no llevaba nada en el cuerpo, nada. Era rollo las doce del mediodía. Pero para mí fue tal el impacto que dije, ¿qué cojones acaba de pasar aquí?

-¿Y cómo es Dios?

-No es un hombre con barba, es más la energía, la sensación, una sensación que debe ser muy próxima a la sensación que debemos experimentar cuando nos morimos, un éxtasis cósmico y absoluto. Y a partir de ahí pues empecé a investigar y esporádicamente me pasaba que cuando tenía orgasmo se me expandían por el cuerpo y en vez de tenerlo de forma genital me subía como todo el placer y se me ponía como en el tercer ojo y a partir de ahí se volvía como un bucle por todo mi cuerpo. Yo podía estar corriéndome durante minutos y no entendía cómo lo podía manejar. Hasta que empiezo a investigar y llevo cinco años de investigación de todas las prácticas de sexualidad ancestral.


Pablo Cobo


-¿Por qué le daba miedo exponer esa parte a la gente que la sigue?

-Porque valoro mucho la ciencia, valoro mucho las metodologías, valoro mucho la base que sienta la sexología en general. Yo no soy sexóloga, pero al final a mí me ha sentado una base imprescindible en la divulgación. La honro y la valoro mucho, pero sí que es cierto que me daba mucho miedo que la gente me pusiera como una puta gurú del sexo, una fuma inciensos, una hierbas. Y me preguntaba ¿cómo puedo estar negando algo que a mí me está atravesando de forma tan importante ya que nuestra labor al final como periodistas es transmitir esa información? Y más cuando yo me utilizo mucho de canal para la información. Tenía mucho miedo al rechazo. Es un miedo que tengo a menudo y que he tenido a lo largo de mi vida. O sea, yo tengo miedo a que la gente me diga: «Estás loca, eres tonta y todas esas cosas». Así que bueno, en realidad le he dado a mis haters todo lo que necesitan (ríe). A través de las plantas de la ayahuasca, el peyote, la marihuana o el LSD nadie pone en duda que puedas tener esos estados alterados de conciencia y puto alucinar, pero a través del sexo sí que la gente lo pone mucho en duda. Y al final el LSD o la ayahuasca no pone en ti nada que no tengas y eso fue un poco el apoyo, el sentir que ni quiero estar en el lado absoluto de la espiritualidad, ni quiero estar en el lado absoluto de la ciencia o la sexología. Creo que hay un punto intermedio y eso es lo que estoy intentando hacer.

«Me daba mucho miedo que la gente me pusiera como una fuma inciensos, una hierbas»

-¿Notó ese rechazo una vez se abrió en redes?

-Depende, es que la gente viene y va. Hay gente que de repente llegas a su vida y te necesitaban en ese momento o no o simplemente les interesabas y luego deciden que ya no. Tienen la libertad y esto es algo que yo apoyo muchísimo. Si te ofrezco algo y te puedo acompañar, es fantástico. Si no, también. En realidad no he notado mucho cambio. De hecho, creo que ha tenido mucha más potencia el discurso porque a la gente cuando le dices que el sexo le ha dado la vida y que puedes tener un orgasmo en cualquier parte de tu cuerpo, hay una parte de la sociedad que se agobia un poco porque dice yo nunca he tenido un orgasmo y hay otra parte de la sociedad que dice guau, ¿cómo cojones haces esto? Y no es que yo sea la diosa del sexo, es que realmente he entrenado e investigado y me he abandonado mucho. Me he expuesto desde la confianza y el absoluto abandono para conseguir el éxtasis porque esa es la clave. Así que ahora en mi Instagram o en mis libros, puedes ver desde cómo hacer una paja con los pies hasta cómo tener un orgasmo cósmico. Y es fantástico porque creo que ambos mundos pueden convivir y deben convivir. Somos occidente, no estamos en la India en el siglo IV a.C., ¿me entiendes? Somos occidente en 2023 y creo que debemos resurgir una sexualidad ancestral para actualizarla a nuestros tiempos.

-¿Todo el mundo puede tener un orgasmo cósmico?

-Sí, todo el mundo. Contundente, absolutamente. Porque todos tenemos cuerpo, todos tenemos un canal y todos tenemos esas conexiones posibles. El problema es que hay personas que lo tendrán más difícil que otras. Igual que hay personas que son más sensitivas al entorno y hay otras que les da un poco más igual. Hay otras personas que son más conscientes de que estamos viviendo en este momento y hay otras personas que viven con el piloto automático. Depende de todo lo que tengas que romper. Si de repente tienes que romper vergüenza, culpa, si hay ciertos traumas sexuales… Al final vamos llenando la mochila y esa mochila nos va pesando cada vez más. ¿Pero podemos volar? Sí, sin duda, solo que a lo mejor hay personas que tienen que quitar más piedras que otras.

-Amisha, la protagonista de su novela, cada vez que tiene un orgasmo, ve el futuro. No me imagino nada más bajonero en un momento de placer.

-Bueno, depende de dónde lo veamos. Esto es como si te toca la lotería. ¿Está bien o mal?

-La lotería siempre está bien.

-Bueno, a lo mejor te genera una ludopatía, como ha sucedido en muchísimas personas. Todo existe en el bien y el mal. El yin y el yang van un poco de la mano de eso, ¿no? Hay bien en el mal y mal en el bien. Y aunque nos cueste un poco a veces comprenderlo, en este caso, en el caso de Amisha, se vive desde ese lugar. Ella lo vive como un mal, pero luego vamos viendo a lo largo de la novela que a lo mejor tampoco es tan mal como parece. Yo no he visto el futuro con el orgasmo, pero he visto otras cosas, pues claro, ¿qué te voy a decir?

-¿Qué ha visto?

-Pues desde geometría, hasta colores, hasta sonidos distintos, o sea, hasta regresiones a otras vidas, hasta salir de mi cuerpo, quedarme sin respiración. Es como lo que ve una persona que ha tomado ayahuasca. Te dirá: «He visto un árbol que se convirtió en una serpiente» y tú fliparás, y nada tiene sentido excepto para la vivencia de esa persona que ha sido superimportante, ¿no? Pues lo mismo un poco te podría decir tantas cosas que he visto… Muchos elementos sagrados, y claro, todo eso en mitad de un polvo, imagínate.

-¿Y eso no la desconcentra?

-No porque también elijo mucho con quién estar, porque esto añade un poco de peso a eso de follar con Noemí Casquet (ríe). Es que muchas veces he perdido hasta el conocimiento, rollo ojos en blanco porque entro en trance, así que con las personas con las que mantengo este nivel de sexualidad, deben ser personas que sepan sostener. Cuando damos esos espacios importantes a que el orgasmo se expanda es cuando surge la magia. Así que siempre doy espacio a que la persona tenga el orgasmo antes, a dedicarme a la otra persona antes que a mí porque muchas veces me deja incapacitada todo esto. No se trata de tú estás aquí para mí, yo estoy aquí para ti, ¿no? Estamos aquí para nosotros como conjunto.


Pablo Cobo


-En la introducción a la novela habla de esa idea de que los procesos creativos no se terminan sino que se abandonan. ¿Cuánto le ha costado abandonar esta novela?

-Pues hasta el último momento… Ha sido horrible, estaba muy nerviosa y me ha puesto muy nerviosa soltarla. Además siempre paso por unos procesos de amor-odio hacia mis trabajos. De repente digo, he escrito la novela de mi vida, y al cabo un tiempo, esta novela es una puta mierda, tendría que haber escrito otra, porque al final la obra la modifica mucho el contexto también. Estoy aprendiendo a estar en paz con lo que hago y con lo que doy, pero para mí muchas veces nunca es suficiente. Esa exigencia es la que me ha ido manteniendo hasta el último momento, o sea, que ya estaban mis editoras como por favor Noemí, o sea, suéltala ya, está perfecta, y yo ahí mirando la coma y el punto. Ha sido muy complicado, de hecho siento que todavía no la he soltado del todo, pero tampoco tengo que soltarla porque al final todas mis obras están en mí, yo estoy en todas. Han sido partes de una Noemí que ha ido evolucionando.

-El último tercio de la novela es una suerte de guía de introducción al tantrismo. ¿No temía que eso restara trama a la novela?

-No porque también está ahí la parte con el salseo de lo que está sucediendo a nivel sexo romántico entre los personajes. Eso por un lado, y segundo, intento manejar siempre la divulgación dentro de todas mis novelas. De hecho si tú lees la trilogía tiene muchísimo de divulgación, asi que no me daba tanto miedo porque no quiero ofrecer solo entretenimiento sino conocimiento.

-Amisha es superescéptica. ¿Usted también lo era?

-Soy una persona muy racional y muy lógica, aunque a mí las matemáticas por ejemplo se me dan como el culo. Tengo mucho los pies en la tierra y el problema es que no he podido ser escéptica a lo largo de mi vida porque yo llevo desde los 6 años en contacto con lo invisible. He tenido siempre una inquietud muy espiritual de diferentes vertientes y he hecho de todo, desde ser testigo de Jehová, hasta brujería… Todo en la búsqueda de mi propio saber y de ese saber espiritual, hasta que al final me ha llevado a lo que estoy intentando, que es el equilibrio. Soy politeísta, me gusta mucho la mitología del antiguo Egipto y el hinduismo e intento equilibrar las religiones o las filosofías que experimento.

-Amisha cae rendida a los pies de Pushan, el personaje que acaba guiándole por esos mundos del tantra, un tipo paternalista y algo condescendiente.

-Sí, posiblemente, porque al final yo he usado mucho a Pushan para darle información a Amisha, y por eso puede parecerlo. También te digo que cuando vas por esos mundos del tantra, hay gente con un ego tremendo. Yo me he encontrado con muchos Pushan, con muchos.

-Cambiando de tema, en los últimos años parecen haberse incrementado mucho las violaciones y las violaciones grupales perpetradas por chavales jóvenes. ¿A qué cree que se deben?

-Es cierto que ahora mismo tenemos la sensación de que se están dando muchos casos. Es verdad que los medios de comunicación os hacéis más eco de las cosas y que las mujeres también tenemos más fuerza las mujeres para hablar sobre estos temas. Y aún así, hay muchísimas denuncias que se quedan a medias. La sociedad no es consciente de cuánto nivel de abuso y acoso tenemos que soportar las mujeres porque si lo fueran mínimamente, las cosas hubiesen cambiado desde hace mucho tiempo. Por otro lado, estamos en un momento de tensión. Ningún avance de ningún movimiento social que ha estado oprimido es gratuito, nunca. Y hemos tenido muchos avances en el feminismo, el colectivo LGTBI+… Y siempre funciona igual, la humanidad avanza, hay una época de superliberación y llega otra de represión. Dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás. Ahora estamos con la tensión del uno hacia atrás. Yo sé que al final todo lo que estamos consiguiendo en los colectivos no va a ser en vano, solo que tenemos que seguir luchando por nuestros derechos. Nunca van a estar conseguidos si seguimos jugando en el tablero de juego como es el sistema patriarcal o el sistema de poder.

«La sociedad no es consciente de cuánto nivel de abuso y acoso tenemos que soportar las mujeres»

-¿Puede tener algo que ver el acceso a la pornografía tan indiscriminado desde que los chavales son jóvenes?

-Los chavales ven porno cada vez más pronto. ¿Por qué? Porque cada vez les dejamos el móvil antes. Si quieres buscar un truco para un videojuego, vas a una página donde los banners son porno. Y por más cortafuegos que quieras poner al niño, tarde o temprano va a llegar. Pero esto siempre ha estado así en la antigüedad. No tenían tanto acceso, pero se pasaban las cintas VHS o si no, iban a hacerse pajas en grupo.

-La diferencia es que tenían un VHS o una revista, no contenidos ilimitados.

-El problema es que la tecnología va siempre por delante de las leyes y de la sociedad. Lo tienen todo al alcance de un clic. Pero la cuestión es que si tu hijo abre la ventana y se quiere putotirar por la ventana porque se cree Superman, tú le explicas que no es así y tienes esa conversación con él que no te incomoda. El problema es que cuando le encuentras porno a tu hijo, buscas otras vías de corte antes que la vía principal, que es la comunicación. Y como no tenemos una educación sexual durante toda nuestra vida es muy fácil decir que el porno tiene la culpa, que en parte la tiene. Es más fácil ver la responsabilidad en los demás que en uno mismo y el problema es de todos.

Enlace de origen : «Todo el mundo puede tener un orgasmo cósmico»