Todos contra Abdourrahamane Tchiani

Todos contra Abdourrahamane Tchiani

La diplomacia no es el mejor de los recursos del Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria (CNSP), el nuevo órgano de gobierno de Níger. La ruptura de relaciones con Francia, Estados Unidos, Nigeria y Togo, anunciada hace 48 horas, implica una arriesgada huida hacia delante del general Abdourrahamane Tchiani, el nuevo hombre fuerte del país, parapetado tras la entidad con tanta prosopopeya.

Esta desmesurada reacción responde al ultimátum que recibió por parte de las potencias, la Unión Africana y la Cedeao, la organización que aglutina a los Estados cercanos al golfo de Guinea. Su postura conjunta no admite términos medios. Hoy finaliza el plazo para que reponga en el poder al presidente Mohamed Barzoum. Sus vecinos amenazan con una intervención militar y, en consecuencia, un nuevo frente en el laberinto africano.

El ‘putsch’ se antoja la veleidad de un oficial que se hace con el poder para no perderlo. Despojado de la confianza del jefe del Estado, se arriesga a ser despojado de sus privilegios y aduce causas mayores para enmascarar su propia ambición. Podría ser un alzamiento más, ciertamente vulgar, en la convulsa historia de la antigua colonia gala, pero el escenario geopolítico actual lo ha complicado sobremanera.

El guión está claro. Tchiani ha replicado los procesos seguidos recientemente en Mali y Burkina Faso, la retórica pretendidamente anticolonialista y el acercamiento a Rusia. No parece haber medido las consecuencias de su precipitada acción ni de su respuesta maximalista, o, quizás, se confía en el apoyo de sus partidarios en las calles. Parece obviar que Níger es, junto a Chad, uno de los puntales sobre los que se asienta la resistencia a la presión yihadista en el Sahel.

La crisis diplomática aboca al enfrentamiento. Francia y Estados Unidos cuentan con bases en las ciudades de Niamey y Agadez, respectivamente, esenciales para monitorizar y responder a la ofensiva islamista. La idea de desmantelar estos centros resulta perjudicial para la estabilidad y, además, anticiparía una nueva ofensiva de los grupos radicales. Sin duda, la violencia arreciaría en la región de Liptako, formada por el este de Mali, el noreste de Burkina Faso y el oeste de Níger.

Las consecuencias económicas también son relevantes. La implicación extranjera evidencia tanto los intereses tradicionales de los grandes como la expansión de nuevos agentes planetarios. El uranio nigerino despierta la apetencia general porque resulta mucho más accesible y cercano que el mineral procedente de Canadá, Kazajistán o Australia, los otros grandes proveedores. Francia lo ha explotado durante décadas a través de la todopoderosa multinacional Areva, hoy Orano, pero también existen concesiones a firmas canadienses, coreanas y chinas. La pugna entre Turquía y los Emiratos Unidos y Arabia Saudí también se ha trasladado a este escenario. Mientras Riad financia la presa de Kandadji, un proyecto que pretende ampliar sustancialmente el área cultivada, Ankara intenta obtener el plácet para levantar su propia base aérea en el Sahel.

Escaso margen de maniobra

La capacidad de maniobra de Tchani resulta limitada ante esta convergencia de factores. Las manifestaciones prorrusas y el fallido asalto a la embajada francesa se antojan una maniobra de presión más que una amenaza real. Un cambio de aliados resulta suicida. Todos saben que Wagner no puede equipararse al músculo militar de Occidente, poderoso y, aún así, insuficiente para contener la amenaza radical. Niamey no dispone de medios propios y suficientes para responder a una ofensiva de los grupos radicales ni tampoco a una insurrección tuareg. Tras la experiencia fallida contra milicias en Mozambique o Mali, la apuesta rusa sólo se explica por las necesidades propias de la elite militar.

Pero hay más, mucho más. El régimen se ha sustentado en la ayuda exterior para hacer frente a sus enormes carencias y satisfacer la voraz corrupción de la clase dirigente. La Unión Europea aprobó una partida de 503 millones de euros para el periodo entre 2021 y 2024 destinado a mejorar la gobernanza, la educación y el crecimiento sostenible. Los fondos han sido congelados de inmediato. En cualquier caso, no se trata de un proyecto filantrópico. Las contrapartidas exigen el control de los flujos de emigrantes subsaharianos y mafias que atraviesan el país.

La intermediación de China, implicada en la explotación de sus yacimientos petrolíferos, y Turquía, ávida de protagonismo internacional, podría facilitar el diálogo, tal vez a costa de la restauración democrática. Pero las posturas se antojan muy enfrentadas e, incluso existe un riesgo de regionalización del conflicto porque Mali y Burkina Faso han asegurado que se sentirían implicadas si Níger es atacada por fuerzas multinacionales. Ahora bien, habría que calibrar su capacidad para apoyar a su vecino cuando sufren graves conflictos internos.

La posición de Moscú es de aparente discreción, como una novia que se deja cortejar. Dispone de varias bazas en la partida. Además de sus prestaciones militares, el gobierno ruso facilitaría cereales a una población permanentemente sometida a la inseguridad alimentaria. En un contexto de ‘boom’ demográfico, Níger sufre los efectos del cambio climático, fundamentalmente prolongadas sequías y procesos de desertización que, tan sólo el año pasado, generaron una hambruna que afectó a 4,4 de sus 26 millones de habitantes.

La ambición de Tchiani condiciona el futuro de su pueblo. No se trata de una asonada más, aunque Mahamadou Ouhoumoudou, primer ministro del gobierno, lo rebate desde París. «No se trata de un golpe sino de un capricho», asegura. Pero no cabe infravalorarlo. Hay veleidades que resultan muy caras.

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