Muere Federico Martín Bahamontes, el primer español en ganar el Tour

Muere Federico Martín Bahamontes, el primer español en ganar el Tour

Luto en el ciclismo español y mundial. Federico Martín Bahamontes ha fallecido a los 95 años. El ‘Águila de Toledo’ como se le conocía en el pelotón ciclista, fue el primer español en ganar el Tour de Francia. El genial escalador toledano, fiel representante de una España pobre y de posguerra, logró con su talento innato ganar la ronda francesa en 1959, lo que supuso un hito en un país que iniciaba el camino hacia la modernidad

Para tratar de entender su figura hay que rebobinar y ver cómo había llegado a la Grande Boucle. Desde el hambre. Nació en Val de Santo Domingo (Toledo) en 1928, ocho años antes del inicio de la Guerra Civil. En julio de 1936, toda la familia penaba en un campo de refugiados en la Ciudad Universitaria de Madrid. «Vivíamos como los gitanos, bajo unas lonas. Había miles de personas allí», señalaba Bahamontes. Su padre, Julián, logró luego un trabajo acarreando provisiones en la estación de Atocha. De eso vivían, de lo que el padre conseguía robar. ‘Fede’, que nunca pudo ser niño, se colaba en el parque del Retiro para reunir algo de leña. Cuando cesaron los bombardeos y el conflicto, Julián buscó el pan como picapedrero. Su hijo iba con él al tajo. Con 11 años.

Era un niño viejo. Subía a los camiones de verduras y se llevaba lo que podía. «Piel de naranjas, pan rancio, brotes de vid, fruta podrida y gatos… todo eso he comido», recordaba el exciclista a este periódico, que el pasado 9 de julio cumplió 95 años. También sacaba alguna peseta suelta con la venta, como chatarra, de bombas sin estallar que desenterraba en las trincheras de Toledo. «Apenas había comida para nadie. Mi madre conseguía algún churrusco de pan y algunas cebollas, los hervía en agua y eso era lo que cenábamos», le contó a Fothenringham. Una infancia así, buscando comida a diario, se pega al alma como una cicatriz. De ahí su obsesión por el dinero. Pese al paso del tiempo, no ha olvidado el precio de cada cosa o producto que compró.


Esfuerzo. Bahamontes tira de Charly Gaul en uno de los puertos del Tour.


RC


A la bicicleta subió también por necesidad. Necesitaba un vehículo para transportar, de forma ilegal, harina y verduras. El estraperlo fue su modo de vida. Ni así sorteó la miseria. Enfermó. El tifus. Se quedó en apenas 45 kilos. Se le cayó su pelo liso y cuando le volvió a crecer era ya ondulado. Salvó la vida, pero un médico le dijo que sus pulmones estaban afectados. Para siempre. Que no hiciera esfuerzos. Bahamontes, como casi siempre, desobedeció. Con un par de colegas del estraperlo se apuntó a su primera carrera ciclista. La segunda ya la ganó con su peculiar avituallamiento: un plátano y un limón. Los comió con piel. Y pronto comprobó que con aquel deporte ganaba más que su padre picando piedra o en la siega. Era el camino a seguir para calmar el hambre.

Esa lucha por sobrevivir convirtió a ‘Fede’ en un personaje difícil para sus compañeros. Bernardo Ruiz, el primer español que subió al podio del Tour, lo define así: «¿Fede? Jamás le agradeció nada a nadie. Como escalador era magnífico, pero no sabía usar la fuerza. Un día te ganaba, pero al siguiente no hacía nada. Me resultaba imposible comprender qué le pasaba por la cabeza». Quizá su infancia. Bahamontes ganó un Tour y pudo haber ganado más: fue segundo, tercero y cuarto. Las victorias eran suyas y las derrotas, de sus gregarios. «Jamás se dignó a dar las gracias», apunta Luis Otaño.

Rey de la montaña

Si no venció antes en la Grande Boucle fue porque no se lo propuso. Su meta era el reinado de la montaña. Eso cambió justo antes de la temporada 1959. Durante una cacería con galgos en Toledo, Fausto Coppi le ofrece un contrato para fichar por su equipo, el Tricolfilina. Y le pone una meta que ‘Fede’ ni se había planteado: ganar el Tour. Coppi le convenció. Pero el Tour se disputaba entonces por selecciones nacionales. El equipo de España, dirigido por Dalmacio Langarica, tuvo que afrontar su propia guerra civil. Loroño y Bahamontes no podían ni verse. Langarica eligió al toledano y dejó en casa al vizcaíno.

El Águila de Toledo fue el primer ciclista español en conseguir el maillot amarillo en una edición, la de 1959, en la que, además, logró en seis ocasiones el Gran Premio de la Montaña

A ‘Fede’ no le bastó eso. Tampoco se fiaba de Antonio Suárez, ganador de la Vuelta. Quizá por eso, para dejar claro su liderato, Bahamontes atacó en la primera etapa del Tour 1959. Nadie lo esperaba. El caso es que alejó a varios rivales y, sobre todo, a Suárez. Aun así, no estaba tranquilo. Y volvió a atacar en la segunda jornada, en cuanto supo que Suárez había vuelto a quedarse descolgado. Las peleas internas eran un hábito en la selección española, aunque en aquella ocasión les benefició un guerra todavía mayor, la que se había desatado en el combinado francés. Cuatro supuestos líderes, Anquetil, Bobet, Geminiani y Riviére, aspiraban al primer cajón del podio de París. Les separaban muchas cuentas pendientes.


El Águila de Toledo’ dando la vuelta al Parque de los Príncipes en París tras imponerse en la ronda gala.


Efe


En eso, llegaron la montaña y el calor. Los mejores aliados de ‘Fede’. Voló sobre el Tourmalet con la única compañía de su gemelo luxemburgués, Charly Gaul. Pero no se exprimió. Guardó fuerzas. Por una vez, Bahamontes calculaba. Ya no era el loco de las cumbres que se paraba en la cima a comer un helado. Esperó a que llegara su día. Llegó. En la decimotercera etapa. En el horno del Macizo Central. Fuego sobre el Tour camino de Aurillac. Gaul cayó en esa hoguera. Y el equipo de Francia se partió. Guerra entre hermanos. Anquetil y Anglade, francés integrado en un equipo regional, ayudaron a Bahamontes a hundir a Bobet y a Riviére. El toledano se acercaba al liderato y, lo mejor para él, ese día abandonó Suárez. Desde la distancia, España vivía pendiente de las aventuras del ‘Águila’. Un país con la oreja pegada a la radio.

Bahamontes arrolló en la cronoescalada al Puy-de-Dôme. Redujo la lista de adversarios a uno, el francés Anglade. Salió a por él en los Alpes, en la etapa de Grenoble, y con la ayuda de Gaul. Los dos escaladores se repartieron aquella jornada. El luxemburgués levantó los brazos y el español se vistió de amarillo. Quedaba otro capítulo alpino por el valle de Aosta. Y allí, Riviére y Anquetil sumaron sus fuerzas a las de Bahamontes y sepultaron las opciones de su compatriota Anglade, quien había atacado en el empapado descenso del Petit-Saint-Bernard. El galo puso contra las cuerdas al toledano, poco hábil cuesta abajo. Al español lo rescataron Anquetil y Riviére, quienes no querían que un francés de un equipo regional se llevara la carrera más grande del mundo.

Un día después, Bahamontes dejó atrás a Anglade en el duro puerto de Forclaz y cogió ventaja de sobra para afrontar con tranquilidad la contrarreloj final. El Tour de 1959 era suyo. Cuando, ya en París y con el ramo de flores al hombro, le pidieron que enviara unas palabras a sus seguidores en Toledo, soltó: «Díganle al alcalde que sería un buen momento para que me diera ese terreno para hacerme una casa que me había prometido si ganaba». Así fue el primer Tour de un español de aquella España que escapaba del hambre como podía, incluso a pedales.

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