La lucha contra un cáncer altamente curable: Linfoma en el Hospital Quirónsalud Murcia

La lucha contra un cáncer altamente curable: Linfoma en el Hospital Quirónsalud Murcia

Jueves, 10 de agosto 2023, 00:53

En una entrevista exclusiva con el Dr. Jesús Alcaraz, hematólogo de reconocido prestigio en el Hospital Quirónsalud Murcia, hemos tenido la oportunidad de conocer más acerca de una enfermedad como el linfoma. Este tipo de cáncer afecta al sistema linfático y representa un desafío tanto para pacientes como para profesionales de la salud.

El Dr. Alcaraz nos habla de todo lo que la rodea, incluidos los avances médicos y los desafíos en la lucha contra esta dolencia.

¿Qué es un linfoma?

El linfoma es un tipo de cáncer que se origina en el sistema linfático. Esta es una parte esencial del organismo cuya misión es la de defendernos y combatir a los gérmenes.

El sistema linfático incluye los ganglios linfáticos (también conocidos como glándulas linfáticas), el bazo, el timo y la médula ósea. Por tanto, los linfomas pueden afectar a todos estos órganos e, incluso, a otros tejidos del cuerpo.

¿Qué síntomas presenta un linfoma?

•Entre los síntomas que más frecuentemente van asociados al linfoma, destacan los siguientes:

•Abdomen hinchado.

•Agrandamiento de los ganglios linfáticos en el cuello, las axilas o la ingle.

•Dificultad para respirar o tos.

•Dolor en el abdomen, el pecho o los huesos.

•Fatiga.

•Fiebre.

•Pérdida del apetito.

•Pérdida inexplicable de peso.

•Picazón generalizada.

•Sensación de estar lleno después de comer solamente una pequeña cantidad de alimentos.

•Sudoración nocturna desmedida.

¿Es hereditario un linfoma?

La herencia genética puede llevar consigo mutaciones en el ADN que aumentan el riesgo de padecer algún tipo de cáncer. En caso de tener antecedentes familiares de linfoma (el linfoma de Hodgkin, el linfoma no Hodgkin o el CLL), se corre un mayor riesgo de padecerlo. Por eso, es conveniente estar alerta cuando la familia ya ha tenido algún caso.

De forma general, las mutaciones genéticas asociadas al linfoma no Hodgkin se dice que son adquiridas. En estos casos no tiene nada que ver la herencia genética, sino que es el resultado de la exposición a ciertos virus y factores ambientales.

En la actualidad, se están realizando diferentes investigaciones para comprender mejor los cambios genéticos específicos relacionados con cada tipo de linfoma no Hodgkin. Y esta información tiene el objetivo de diseñar pruebas más precisas con las que diagnosticarlos y clasificarlos en el futuro. De igual modo, son descubrimientos que se pueden utilizar para desarrollar nuevos tratamientos.

Se espera que en breve podamos contar con nuevas terapias para tratar el linfoma gracias a estos avances en la investigación científica.

Tipos de linfomas

Cuando se trata de un linfoma, hay que diferenciar entre los dos tipos principales: el linfoma de Hodgkin (HL) y el linfoma no Hodgkin (NHL). A su vez, ambos presentan diversos subtipos que confunden y desafían tanto a médicos como a pacientes por igual. Aun así, el linfoma de Hodgkin, también conocido como enfermedad de Hodgkin, es más raro y menos habitual que el no Hodgkin.

La clave para diferenciar estos dos tipos de linfoma radica en su comportamiento, capacidad de propagación y respuesta al tratamiento. Los especialistas utilizan su destreza al observar las células cancerosas bajo el microscopio, en busca de una enigmática y anormal célula denominada «célula de Reed-Sternberg».

Cuando esta misteriosa célula está presente, se etiqueta el linfoma como Hodgkin. Por el contrario, si la célula no está presente, se clasifica como no Hodgkin.

¿Cómo se diagnostica?

Para poder elaborar un buen diagnóstico, es fundamental que el médico de familia ejerza su rol. En este caso, debe recabar toda la información posible acerca del historial clínico y los síntomas del paciente. Asimismo, tendrá que llevar a cabo un examen físico buscando indicios y señales sutiles que puedan apuntar al linfoma.

A la hora de diagnosticar, el doctor Alcaraz nos explica que es posible apoyarse en las siguientes pruebas.

1. Análisis sanguíneo

El recuento de glóbulos blancos, rojos y plaquetas puede disminuir cuando el linfoma alcanza la médula ósea. Los resultados de los análisis de sangre ayudan a determinar si el funcionamiento del hígado y los riñones está o no dentro de la normalidad.

2. Biopsia de los ganglios linfáticos

En este procedimiento, se extirpa de forma quirúrgica una parte de un ganglio linfático o, incluso, todo él. El objetivo es observarlo bajo el microscopio y buscar la presencia de células del linfoma.

En determinadas ocasiones, una biopsia por aguja podría ser suficiente para realizar un diagnóstico certero. Con la muestra obtenida de la biopsia es posible realizar otras pruebas complementarias en el laboratorio, incluyendo, por ejemplo, estudios de genética molecular.

3. Aspiración y biopsia de la médula ósea

Para llevar a cabo esta técnica quirúrgica, se inserta una aguja hueca y delgada en el hueso de la cadera. Así, es posible extraer una pequeña cantidad de médula ósea líquida que se analizará en el laboratorio.

De forma general, este método se emplea cuando ya se ha diagnosticado el linfoma, pues resulta de ayuda para esclarecer si la enfermedad se ha propagado o no a la médula ósea.

4. Punción lumbar (punción espinal)

Se trata de un examen mínimamente invasivo que implica la extracción de una pequeña muestra del líquido que rodea el cerebro y la médula espinal. A este líquido se le conoce como LCR o líquido cefalorraquídeo y se analiza con el objetivo de detectar la presencia de células linfáticas.

Esta prueba se lleva a cabo cuando se sospecha de la presencia de ciertos tipos de linfoma. Pero también cuando el paciente presenta síntomas que podrían indicar la presencia de esta enfermedad en el cerebro.

5. Radiografía del tórax

El objetivo de esta prueba es determinar si los ganglios linfáticos están o no agrandados.

6. TC del cuerpo

Para detectar el agrandamiento de órganos o ganglios linfáticos, junto con anomalías en diferentes áreas del cuerpo como el abdomen, la pelvis, el pecho, la cabeza y el cuello, se puede realizar una tomografía computarizada del cuerpo (TC).

En ciertas ocasiones, también se utiliza para guiar la aguja de biopsia con precisión hacia una zona sospechosa. De este modo, se consigue extraer una muestra de tejido que luego se estudiará al microscopio. Si se da esta situación, se hablará de una biopsia por aspiración guiada por TC.

7. Exploración PET

Una prueba de PET, que implica la aplicación de una pequeña cantidad de material radiactivo, también puede ser de gran utilidad. Este procedimiento permite determinar si un ganglio linfático ampliado es canceroso e identificar células cancerosas en todo el cuerpo que no son visibles en la TAC.

En situaciones concretas, los pacientes con linfoma necesitan someterse a una prueba de PET después del tratamiento. Así, es posible evaluar si este ha sido efectivo en combatir el cáncer.

La prueba de PET suele combinarse con una TAC o una resonancia magnética para obtener imágenes detalladas del cuerpo.

8. Gammagrafía ósea

Para realizar esta prueba, se inyecta un isótopo radiactivo llamado tecnecio 99m en una vena, el cual viaja a las zonas dañadas del hueso. Este examen se realiza cuando el paciente presenta dolor óseo o cuando otras pruebas indican que el linfoma se ha extendido a los huesos.

Por otro lado, una resonancia magnética resulta de utilidad para detectar el linfoma que se ha propagado a la médula espinal o el cerebro. Asimismo, se puede utilizar para detectar el linfoma en otras áreas del cuerpo, como en la cabeza y el cuello.

9. Ultrasonido abdominal

El ultrasonido abdominal es una técnica que se puede emplear para examinar los ganglios linfáticos ampliados, especialmente en el abdomen. Además, se utiliza para obtener imágenes de los órganos abdominales y los riñones, los cuales pueden verse afectados por los ganglios linfáticos agrandados.

Diferencias entre un linfoma y un tumor

El doctor Jesús Alcaraz nos recuerda que el linfoma es un tipo de tumor o cáncer que perturba el sistema linfático. Se considera un tipo de tumor sólido, al igual que los de pulmón, mama, hígado y próstata.

Sin embargo, cuando avanza y se extiende a la médula ósea, se dice que se ha «leucemizado». Esto quiere decir que se transforma en un tumor líquido, propio del sistema hematopoyético de la sangre.

Factores de riesgo que predisponen la aparición de un linfoma

Se han identificado varios factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de que una persona desarrolle linfoma. Aun así, existen diferentes tipos de linfoma y algunos de estos factores están asociados solo a un tipo específico de la enfermedad.

El doctor Alcaraz nos ha detallado los más importantes.

Edad

En términos generales, el envejecimiento es un factor de riesgo significativo para padecer el linfoma de Hodgkin y el no Hodgkin. La mayoría de casos se dan en personas de 60 a 69 años o mayores. No obstante, algunos tipos de esta enfermedad son más habituales en personas jóvenes.

Incidencia según el sexo

El riesgo de padecer linfoma, tanto de Hodgkin como no Hodgkin, en general es mayor en hombres que en mujeres. Sin embargo, y aunque se desconocen los motivos por los que sucede, algunos tipos de linfoma no Hodgkin son más comunes en mujeres.

Raza, grupo étnico y geografía

En Estados Unidos, las personas de raza blanca tienen más probabilidades que las de raza negra y oriental de padecer un linfoma no Hodgkin.

A nivel mundial, el linfoma no Hodgkin es el más común en países desarrollados, como Estados Unidos y los países de Europa, donde se presentan algunas de las tasas más altas. Además, ciertos tipos de linfoma se asocian con infecciones específicas, las cuales son más prevalentes en algunas partes del mundo.

Historial familiar

Tener un familiar de primer grado (padres, hijos, hermanos) con un linfoma de cualquier clase aumenta el riesgo de padecer la enfermedad.

Exposición a ciertos productos químicos y medicamentos

Hay estudios que sugieren que algunos químicos, como el benceno y algunos insecticidas y herbicidas, pueden estar relacionados con un mayor riesgo de padecer linfoma no Hodgkin. No obstante, aún se están llevando a cabo investigaciones para aclarar estas posibles asociaciones.

De igual modo, algunos medicamentos de quimioterapia que se emplean para tratar otros tipos de cáncer podrían aumentar el riesgo de padecer linfoma no Hodgkin. Esto puede suceder aunque hayan transcurrido muchos años del tratamiento. Así, quienes han recibido tratamiento para el linfoma de Hodgkin, tienen un mayor riesgo de padecer un linfoma no Hodgkin en etapas posteriores. De todas formas, se desconoce por completo si esto es algo relacionado con la enfermedad o es un efecto del tratamiento.

En esta misma línea, no podemos obviar que existen estudios que indican que ciertos fármacos, como el metotrexato y los inhibidores del factor de necrosis tumoral (TNF), pueden aumentar el riesgo de linfoma no Hodgkin. El problema es que estos medicamentos se suelen prescribir para tratar una patología tan común como es la artritis reumatoide.

Pero el proceso para determinar si estos medicamentos incrementan el riesgo se complica. El motivo es que las personas con artritis reumatoide, una enfermedad autoinmune, ya presentan un mayor riesgo de padecer linfoma no Hodgkin.

Exposición a la radiación

Los estudios realizados en supervivientes de bombas atómicas y accidentes nucleares han mostrado un mayor riesgo de varios tipos de cáncer. Entre ellos, se incluyen linfoma no Hodgkin, leucemia y cáncer de tiroides.

Por otro lado, quienes han recibido radioterapia contra el cáncer presentan un riesgo mayor de desarrollar linfoma no Hodgkin en etapas posteriores de sus vidas. Este riesgo es todavía más elevado en aquellos pacientes que han recibido tanto radioterapia como quimioterapia.

Un sistema inmunitario debilitado

Aquellas personas que presentan deficiencias en su sistema inmunitario tienen un mayor riesgo de padecer linfoma no Hodgkin. Por ejemplo:

Trasplantes de órganos. Los pacientes trasplantados se tratan con medicamentos que suprimen sus sistemas inmunitarios para prevenir que rechacen el nuevo órgano. Y, como consecuencia, en ellos es muy elevada la probabilidad de padecer linfoma no Hodgkin.

Virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Este virus puede debilitar el sistema inmunitario, incrementando también el riesgo de padecer linfoma no Hodgkin.

Síndromes genéticos hereditarios. Por ejemplo, la ataxia-telangiectasia (AT) y el síndrome de Wiskott-Aldrich. En estos casos, los niños nacen con un sistema inmunitario deficiente, lo que aumenta el riesgo de padecer linfoma no Hodgkin y otras graves infecciones.

Enfermedades autoinmunes

Algunas enfermedades autoinmunitarias, como las siguientes, también guardan relación con la prevalencia de un linfoma no Hodgkin.

•Artritis reumatoide.

Enfermedad celíaca (enteropatía por sensibilidad al gluten).

Enfermedad de Sjogrens (Sjögren).

Lupus eritematoso sistémico (SLE o lupus).

En estas enfermedades, el sistema inmunitario identifica erróneamente los propios tejidos del cuerpo como extraños y los ataca como si fueran un germen. Los linfocitos pueden verse afectados por esta sobreactividad. En consecuencia, crecen y se dividen con mayor frecuencia de lo normal, y esto puede ser el detonante de que se transformen en células que causan linfoma.

Ciertas infecciones

Algunos tipos de infecciones aumentan también el riesgo de padecer linfoma de Hodgkin y no Hodgkin de diferentes maneras.

Infecciones que directamente transforman a los linfocitos

Algunos virus pueden afectar directamente el ADN de los linfocitos, lo que facilita su transformación en células cancerosas. Se puede ver mejor con algunos ejemplos, como indica el doctor Alcaraz:

•El virus linfotrópico de células T humanas (HTLV-1) aumenta el riesgo de ciertos tipos de linfoma de células T. Este virus es habitual en algunas zonas de Japón y en el Caribe, aunque se encuentra en todo el mundo. Se transmite por contacto sexual o sangre contaminada. Además, se puede transmitir a los bebés mediante la leche materna cuando las madres están infectadas.

•Una infección por el virus de Epstein-Barr (EBV) es un factor de riesgo importante para el linfoma de Burkitt en algunas partes de África. En países desarrollados, el EBV se relaciona habitualmente con linfomas en personas también infectadas con el VIH, el virus que causa el SIDA. Además, el EBV también se ha relacionado con el linfoma de Hodgkin y otros tipos menos comunes de linfoma.

•El virus herpes humano tipo 8 (HHV-8) también puede infectar a los linfocitos, causando un tipo de linfoma poco común llamado linfoma de efusión primaria. Este se presenta generalmente en pacientes infectados con el VIH. Asimismo, está relacionado con otro tipo de cáncer, el sarcoma de Kaposi. Por esta razón, a este virus también se le llama virus del herpes asociado al sarcoma de Kaposi (KSHV).

Infecciones que debilitan el sistema inmunitario

El conocido como el virus del SIDA, VIH o AIDS puede debilitar el sistema inmunológico. Esta infección es un factor de riesgo para ciertos tipos de linfoma no Hodgkin. Por ejemplo, el linfoma primario del sistema nervioso central, el linfoma de Burkitt y el linfoma difuso de células B grandes.

Infecciones que causan estimulación inmune crónica

Determinadas infecciones crónicas pueden incrementar el riesgo de una persona a desarrollar linfoma, puesto que su sistema inmunitario está constantemente activo. Cuando se generan mayores cantidades de linfocitos para combatir la infección, existe una mayor probabilidad de que se produzcan mutaciones en genes clave. Y esto es lo que, de forma puntual, puede llevar a la aparición de linfoma. De hecho, los relacionados con este tipo de infecciones mejoran cuando se trata la infección.

Una bacteria conocida por úlceras estomacales, como es Helicobacter pylori, también se relaciona con linfomas del tejido linfático asociado a la mucosa estomacal (linfoma MALT).

La Chlamydophila psittaci (anteriormente conocida como Chlamydia psittaci) es un tipo de bacteria que puede causar una infección pulmonar llamada psitacosis. Se ha asociado con linfoma MALT en los tejidos que rodean el ojo (linfoma de los anexos oculares de la zona marginal).

De igual modo, la infección por Campylobacter jejuni también se asocia al linfoma MALT, conocido como enfermedad inmunoproliferativa del intestino delgado. En ocasiones, también se le denomina linfoma abdominal mediterráneo, y se da en los adultos jóvenes del Mediterráneo oriental.

De igual modo, las infecciones por HCV o virus de la hepatitis C también son un factor de riesgo para ciertos tipos de linfoma. En concreto, para el linfoma esplénico de la zona marginal.

Peso corporal

La obesidad y el sobrepeso pueden aumentar el riesgo de padecer linfoma no Hodgkin. Sin embargo, se requieren más investigaciones para confirmar estas conclusiones.

Aun así, mantener un peso saludable, tener cierta actividad física regular y seguir un patrón de alimentación saludable (que incluya muchas frutas, verduras y granos enteros, y limite o evite las carnes rojas y procesadas, las bebidas azucaradas y los alimentos altamente procesados) tiene muchos beneficios, además de un posible efecto en el riesgo de linfoma.

Implantes de seno

Aunque es poco común, algunas mujeres con implantes de seno podrían desarrollar linfoma en el tejido cicatricial que rodea el implante. La mayoría de estos casos consisten en un tipo no común de linfoma de células T llamado linfoma anaplásico de células grandes asociado a implante de seno (BIA-ALCL), aunque también se han informado otros tipos de linfoma no Hodgkin.

Linfoma: del diagnóstico a la curación

El Dr. Jesús Alcaraz, hematólogo del Hospital Quirónsalud Murcia, nos indica que el linfoma «se trata de un cáncer altamente curable». Especialmente el tipo Hodgkin, cuyo éxito en el tratamiento depende del conocimiento de la enfermedad, del reconocimiento de los síntomas y del diagnóstico oportuno.

De hecho, las estadísticas muestran una tasa de supervivencia relativa de linfoma no Hodgkin a 5 años del 74 % y del 90 % para el tipo Hodgkin. Esto va a depender de varios factores. Entre ellos, se incluyen el estadio y el subtipo del cáncer, la edad, el estado de salud general de la persona y la eficacia del plan de tratamiento.

¿Qué tratamientos se aplican a un paciente con linfoma?

Las opciones de tratamiento para el linfoma se basan en el tipo de linfoma y en el estadio de la enfermedad, así como en la edad y la salud general del paciente.

Si es de crecimiento lento (indolente), pero está en una fase avanzada, una opción de tratamiento puede ser esperar y observar. En cambio, si se necesita comenzar un tratamiento, se pueden utilizar uno o más de los siguientes.

Quimioterapia

La quimioterapia es uno de los principales métodos de tratamiento para el linfoma y se utiliza, o bien sola, o bien en combinación con la radioterapia. Este procedimiento implica el uso de medicamentos que destruyen las células cancerosas, los cuales se administran por vía oral o mediante inyección.

En cuanto a la profilaxis del SNC, debemos hablar de la administración intratecal de agentes quimioterapéuticos mediante punción lumbar. Esto se utiliza para tratar ciertos tipos de linfoma no Hodgkin que se han propagado al cerebro o que tienen un alto riesgo de diseminación. Junto con ello, también es posible utilizar esteroides para reducir la inflamación y el edema.

Radioterapia

La radioterapia es un tratamiento oncológico que utiliza radiación de alta energía para reducir el tamaño de los tumores y eliminar las células cancerosas. Los pacientes de linfoma, en este caso, pueden recibir radioterapia de haz externo. El doctor Alcaraz explica que los haces de rayos X de alta energía los genera una máquina externa al paciente y se dirigen hacia el tumor y los ganglios linfáticos afectados por el cáncer.

Este tratamiento se puede utilizar en solitario o combinado con la quimioterapia.

Terapia con anticuerpos monoclonales (también llamada terapia dirigida)

Este tratamiento implica el uso de moléculas producidas en laboratorio llamadas anticuerpos monoclonales, los cuales están diseñados para unirse a la superficie de las células cancerosas. Actúan de manera similar a los anticuerpos que el cuerpo produce de modo natural: atacando a sustancias extrañas como bacterias y virus.

Los anticuerpos monoclonales se pueden combinar con quimioterapia o con un material radiactivo, permitiendo que entreguen dosis de agente anticancerígeno directamente en las células cancerosas.

Radioinmunoterapia (también llamada terapia con anticuerpos monoclonales marcados radioactivamente)

Esta terapia consiste en combinar un anticuerpo monoclonal con un material radioactivo como, por ejemplo, el itrio-90 con el Ibritumomab Tiuxetan (Zevalin®). Los anticuerpos monoclonales marcados con radiactividad se dirigen y se adhieren a las células cancerosas, permitiendo la aplicación directa de una alta dosis de radiación en el tumor.

Terapia biológica

Este tratamiento utiliza sustancias naturales o producidas en el laboratorio que ayudan a aumentar, dirigir o restaurar las defensas naturales del cuerpo contra el cáncer. No obstante, también pueden interferir en las vías biológicas específicas dentro de las células del linfoma.

El interferón es un tipo de terapia biológica que ralentiza el crecimiento del tumor, afectando a la división de las células cancerosas. Por su parte, Lenalidomida e Ibrutinib son ejemplos de agentes que interfieren con los procesos metabólicos en las células del linfoma.

La selección y manipulación de los linfocitos T para atacar las células del tumor está cambiando drásticamente el pronóstico de ciertos linfomas que progresan luego de 2 o 3 tratamientos previos, incluso tras el trasplante de médula ósea. A esto se le denomina terapia de células CAR-T.

Trasplante de células madre

En este tratamiento, se reemplaza la médula ósea enferma con células madre sanas del propio paciente (autólogas) o de un donante (alogénicas). Aquí el único objetivo es producir nueva médula ósea.

El trasplante de células madre puede ser una opción cuando el linfoma reaparece después del tratamiento. Los pacientes que se someten a él a menudo reciben radioterapia corporal total junto con quimioterapia de alta dosis para eliminar la mayor cantidad de células de linfoma posible en el cuerpo.

En un mundo en constante avance científico y médico, la lucha contra el linfoma avanza con paso firme hacia la esperanza. Gracias a la dedicación de expertos como el Dr. Jesús Alcaraz, hematólogo de Quirónsalud Murcia, y a la valentía de aquellos que enfrentan esta enfermedad, la recuperación se convierte en una realidad alcanzable. Con tratamientos cada vez más efectivos y una comprensión más profunda de esta compleja afección, el linfoma se encuentra ante una nueva era de esperanza y oportunidades para un futuro más brillante.

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