Madrid, testigo de la evolución del flamenco y catapulta de artistas

Madrid, testigo de la evolución del flamenco y catapulta de artistas

Si no fuese por Madrid no tendríamos el flamenco tal y como hoy lo conocemos. Así lo aseguró en La Unión el flamencólogo Francisco Paredes en la conferencia ‘El Flamenco en Madrid’ en el LXII Festival Internacional del Cante de las Minas. El periodista, escritor y productor especializado en flamenco José Manuel Gamboa; el director del portal deflamenco.com, Rafael Manjavacas, y el presidente del Círculo Flamenco de Madrid y especialista en patrimonio sonoro Carlos Martín participaron en este encuentro. La charla se remontó al siglo XIX, cuando «la palabra flamenco era la etiqueta que se ponía para vender un nuevo producto», indicó Gamboa, haciendo alusión a los que eran conocidos como ‘bailes del país’, sin que hubiera un apelativo concreto.

Contó que se hizo una gran fiesta en Madrid a mediados de este siglo para presentarle el producto a autoridades y personas del mundo de la cultura en la Calle del Baño, que hizo que se le pusiera al flamenco la etiqueta de ‘arte nuevo’, provocando que se extendiera y llegara a toda la humanidad, empezando a «funcionar a lo grande». Ya en el siglo XX aparecen los primeros concursos con artistas del género, que fueron la vía para dar a conocer el flamenco, que hicieron «que nacieran generaciones de niños cantaores que evidenciaban la afición flamenca», según Carlos Martín. Esto se puede comprobar en los carteles de la época, que mostraban la «efervescencia y el ambiente flamenco en Madrid», con nombres que hoy ni se recuerdan. La ópera flamenca se recuperó tras la guerra y la radio empezó a adquirir protagonismo con «una estética más evasiva que hacía que el flamenco se arrinconara a sus ambientes naturales, como colmaos y fiestas privadas», añadió el experto en discografía.

«En Madrid no solo existía una demanda de flamenco, sino que había un ambiente andaluz muy importante, haciendo que los artistas que venían a trabajar encontraran un entorno afín», añadió Martín. Fue hacia los 50 cuando los tablaos pasaron a congregar el arte flamenco. «Se crearon para el público nacional, para que pudieran escuchar cantes de verdad, porque en la ópera flamenca no se cantaba por siguiriya», indicó Gamboa. Esto motivó que «todos los flamencos de España fueran a Madrid para quedarse a trabajar», apuntó Manjavacas, añadiendo que reunían «el tejido social de Madrid»

Paredes recordó que «los artistas que llegaban con la música de su tierra triunfaban en tablaos de Madrid y las engrandecían». Eso evitó que «muchos cantes se perdieran». En esa escena, el Corral de la Morería tuvo un papel crucial. «Es la casa auténtica que nos queda», apunta Gamboa.

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