Los trabajos arqueológicos que se llevan a cabo en la playa del Alamillo (Puerto de Mazarrón), con motivo de las obras de prolongación del paseo marítimo, han permitido localizar más vestigios de la villa romana que ya fue excavada en el último tercio del siglo XX en esta franja del litoral. Ahora han aflorado nuevos restos que se corresponderían con la infraestructura industrial que albergó esta gran finca junto al mar. Según una primera estimación, los hallazgos datarían de los siglos I al III después de Cristo.
En uno de los dos sondeos realizados, los arqueólogos han descubierto una pileta, empleada posiblemente para la fabricación de salazones, aunque también podría tratarse de parte de una especie de piscifactoría. En el otro han aparecido unas estructuras calefactadas, probablemente restos de un horno o de unas termas.
Debido a la relevancia del hallazgo, el servicio regional de Patrimonio Histórico ha dado instrucciones para que se amplíen las excavaciones, a cargo de los arqueólogos María del Carmen Martínez Mañogil y Alfredo Porrúa Martínez. Está previsto que se retomen a final de mes.
Una vez que concluyan las labores y se redacte la correspondiente memoria será el momento de decidir qué hacer con los nuevos restos. No obstante, la Consejería de Cultura ya se muestra partidaria de conservarlos y permitir su visita, algo que «sería compatible con la construcción del futuro paseo marítimo».
A la vista de los turistas
Si finalmente esa es la opción, el enclave ganará un atractivo más. Porque los vestigios que ven la luz ahora se sumarán a otras construcciones de la villa romana localizadas en la misma zona y que en su día se acondicionaron para que fueran conocidas por vecinos y turistas, aunque necesitan una mejor señalización. Se trata de seis piletas cuadrangulares y varias estructuras murarias vinculadas a la producción de salsas de pescado.
Las excavaciones del yacimiento del Alamillo realizadas en la década de los años 80 permitieron documentar una gran finca que contaba con un área residencial y otra zona industrial. La actividad en dicho enclave tuvo que ser doble, porque además de la fabricación de salazones también se desarrolló una producción agrícola de regadío. Así lo atestiguan una balsa y un acueducto para transportar el agua de las sierras cercanas conservados al otro lado de la carretera. Con una capacidad superior a los 250 metros cúbicos, el depósito se dató en el siglo I después de Cristo. La urbanización de esta zona del litoral lo dejó encorsetado entre edificaciones.
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